Hades traga saliva al escuchar las preguntas que Kayla le ha hecho. Se siente incómodo y nervioso por contentar. Se estira el cuello de la camisa como si la tela lo estuviera ahogando. Aunque en realidad la tela está lejos de su cuello.
Kayla, por su parte, siente como el cuerpo de Hades se tensa. Las preguntas que le ha hecho lo han alterado. Porque sin previo aviso se ha puesto de pie dando un par de pasos al frente. Con una actitud bastante diferente a la de hace un instante.
—Hades, ¿estás bien? —indagó Kayla esperando tener contestación.
Las palabras de ella detienen a un alterado Hades. Pero no quiere hablar de ese tema. Es algo que no puede hacer. Es algo que nunca ha hecho. Que le resulta complicado de lograr.
—Sí estoy bien —responde sin siquiera voltear a verla. Le quiere dar la razón esperando que no pregunte más.
—No es verdad, en tu voz puedo escuchar que me estás mintiendo —dijo Kayla. —¿Ese hombre te hizo algo muy horrible?
Pasan unos segundos; Hades no hace ni el más mínimo movimiento. Cuando repentinamente se da la vuelta con una expresión de enojo mezclada con tristeza.
—Ese hombre me dañó tanto —declaró con rabia.
—¿Qué te hizo? —preguntó Kayla con asombro de ver esa expresión.
—No es fácil de explicar. Es algo que no es tan sencillo de comprender —menciona Hades.
—Dime.
Hades, por su parte, no sabe cómo contestar a esa pregunta. La desesperación en su cuerpo crece. Camina de un lado a otro intentando controlarse. Su respiración se vuelve constante y rápida. Mueve sus dedos con rapidez.
De repente se sienta en la arena y de la nada se vuelve a parar como si no encontrara su lugar.
—En serio, Hades, dime, yo haré todo lo posible por entenderte —mencionó Kayla, intentándole dar su apoyo.
—¿En serio lo harás? —indagó Hades con mucha duda.
—¿Quién más que yo puede entenderte? Tú mejor que nadie sabes por lo que pasé. El sufrimiento ha crecido también conmigo.
Sus palabras lo hieren, pero sabe que es verdad. Así que la mira con atención y dando una respiración. Y por muy extraño que parezca esas palabras le dan la confianza. Y Contesta.
—Él me violó —declaró en voz baja.
Kayla se queda helada. Él baja la mirada. Procurando ocultar su vergüenza. Empieza a moquear y una lágrima cae mojando la arena. Ella se conmueve al ver eso. Se pone de pie. Aproximándose hacia él. Y lo abraza con fuerza.
Hades se sorprende por la actitud de Kayla. Pero ese gesto lo conmueve mucho. Sintiendo una calidez y protección que nunca ha sentido. Y sin poder contenerse más, él también la abraza. Roseándola por la cintura. Pegando su rostro a su hombro. Dejando salir sus lágrimas.
—Lo siento, Hades. Eso es lo peor que le puede pasar a alguien. Pero eres una persona fuerte que supo salir adelante —añadió Kayla, dándole palabras de aliento.
—Tú también eres una mujer muy fuerte —contestó Hades de manera amable.
Kayla se separa de él mirándolo directamente hacia los ojos, que los tiene llenos de lágrimas. Se ha quedado impactada por lo que le dice. Pero decide ignorar sus palabras. Quizá solos sean por el momento. Es mejor seguir hablando de lo que pasó con él. No quiere darle la oportunidad de que inicie con su coqueteo.
—¿Me puedes contar lo que pasó con ese hombre? Te ayudará a sanar esa herida interna que tienes. —Cambio de tema, Kayla. Hades se dio cuenta de que no le hizo caso. Pero prefiere no indagar; ni él mismo se cree lo que ha dicho.
Ambos se separan. Él se limpia las lágrimas. Se sienta ese nuevo en la arena. Le hace una señal a Kayla para que ella también tome asiento. Ella hace caso a su orden.
—Cuando tenía ocho años, mi abuelo tuvo la brillante idea de mandarme dos semanas a unas clases militares. Mi padre, tan obediente a las órdenes de su padre, aceptó sin rechistar. Yo, por mi parte, no quería ir, pero no tenía ni voz ni voto en ese momento. Así que me enviaron con el distinguido sargento Benavides. Un entrañable amigo de mi abuelo. Cuando lo conocí, de inmediato sentí que había algo raro en ese hombre. Me miraba como si yo fuera una presa lista para devorarla. Pero pensé que era porque él tenía ese temperamento militar que los hace para que les tengamos miedo. Y claro que le tenía. Pasaron los días y las clases eran muy duras y demandantes. No era el único ahí. Éramos quince niños de diferentes edades. Al principio todos nos llevábamos bien. Pero cada día que pasaba. Notaba que cada uno se fue volviendo serio y con un semblante triste en su rostro. Después de que el sargento los llamara. Ninguno decía nada por más que les preguntáramos. Hasta que me llegó mi día. —Hades traga saliva. Respira hondo. —Todo me temblaba; tenía miedo de lo que fuera a encontrar. No quería estar triste como mis compañeros. Sabía que no habría nada bueno en ese lugar. Al llegar a la oficina. Me abrieron la puerta. La habitación era completamente normal. No había nada de lo que me llegaba a imaginar. Mi vista se movió a toda los rincones hasta detenerse en su escritorio. En la mesa había una porción de pastel. Y tenía días comiendo comida pésima que, al ver ese postre, se me hizo agua la boca. El sargento Benavides estaba en una esquina me llamó preguntándome que si quería y yo, como todo niño, le dije que sí. Así que él me lo dio. Yo, encantado, me aproximé. Sentándome en la silla, comiendo ese rico pastel. Era tan delicioso. Pero fue el peor error que cometí… El sargento se aproximó a mí. Colocándose a mi lado. Tenía una sonrisa en su rostro como si estuviera disfrutando de lo que miraba. Cuando termine de comérmelo. Él me dijo que era un niño muy malcriado. Y que tenía que pagar por ese pastel. No entendí lo que me decía y de la nada me tomó del brazo, colocándome de pecho sobre el escritorio. Rompiendo mi pantalón al igual que mi ropa interior. Le rogaba que no lo hiciera, pero él me dijo que solo así entendería. Cuando… oía cómo se desabrochaba su pantalón. Era un niño, pero comprendí lo que me iba a pasar… —Una lágrima baja por la mejilla de Hades. —Y de la nada sentí un dolor insoportable en mi parte trasera. Gritaba con todas mis fuerzas. Intenté defenderme, pero fue en vano; ese hombre era más grande y fuerte. Yo era un niño que no pudo defenderse. Fui débil al permitir que me pasara eso. Porque fui tan tonto en caer en sus engaños. Todo es mi culpa —mencionó Hades golpeando la arena. Dejando que sus lágrimas bajen por sus mejillas. —Cuando terminó me amenazó con que si decía algo me buscaría hasta matarme. Y que le diría a mi abuelo que su nieto no era más que una niña. Y que nadie me creería porque solo soy un niño tonto que no sabe nada más que mentir.
Editado: 21.08.2025