Pérdida con el Ceo

Capítulo 33 Yo iré contigo

Sus palabras de Hades son un tanto hirientes. Pero Kayla no se lo toma a pecho; sabe perfectamente bien cómo es él. Ya lo que él le diga no le importa.

Sin embargo, verlo alejarse sabiendo lo que le pasó le resulta muy complicado de asimilar. Porque nunca pensaría que a una persona como él le pasaría eso. Él viene de una familia con poder y dinero. Donde no le faltó nada material. No obstante, se da cuenta de que él también sufrió de cierta manera. El nunca tuvo ningún tipo de afecto o amor.

Y eso no justifica sus actos. Cada uno de los abusos que él ejerció sobre ella. Aunque de cierta manera entiende que su vida tampoco fue sencilla. Si alguien más le hubiera contado esto, no lo creería ni en mil años. Pero es distinto viniendo de su propia boca. Ver cada una de sus expresiones. Cómo su respiración se acelera. Cómo su cuerpo se tensa y las lágrimas que vio derramar no son una farsa. Es una muestra de el dolor que el vivió.

Entiende que tiene un profundo sufrimiento. Aunque es más presionarse a ser perfecto para complacer a otros. Sin importar que él sufra. Ahora que lo piensa quizá su futuro matrimonio con Raquel Olmos también sea una mentira. Ella puede notar que no existe ni el más mínimo afecto entre ellos. Tal vez lo haga porque sus padres lo obligaron.

A Kayla le conmueve mucho; siente una profunda tristeza porque ha de ser horrible casarte con alguien que no amas. En fin, ¿para qué se mortifica si intento ayudar a Hades y él no quiso?

Dejar de pensar en todo lo que ha sucedido. Y se va directo hacia la jungla. Tiene que encontrar un suministro fiel de agua. Un poco de comida. Leña para el fuego y buscar la manera de hacer un refugio; no sabe si una tormenta llegue pronto. Porque no se meterá en ese bote salvavidas. No volverá a quedar varada en el mar.

El crucero por fin se ha detenido en Jamaica. Hugo, sin siquiera despedirse de ese capitán que, en vez de ayudarlo, solo lo molestó cada vez más. Toma las maletas de él y de Kayla. Yendo hacia la salida donde todos los tripulantes están bajando para descansar y surtirse de suministros.

Hugo los acompaña y es que quiere bajar para ponerse en contacto con los equipos de rescate. Porque la última plática que tuvo con el capitán. Le ofreció toda la información de donde estaban las direcciones de los lugares de rescate.

—Señor Hugo pensaba irse sin despedirse de mí —se escucha una voz femenina en su espalda.

Se detiene en medio del gentío que está bajando por la rampa. Cira se gira hacia atrás, encontrándose con esa mujer rubia a pocos centímetros de él.

—Hola, señorita Olmos. Recuerde que su habitación está en otra área distinta de la mía. —mencionó Hugo con respeto, aunque por dentro se siente incómodo por su presencia.

—Sí, ya lo sé. A mí me hubiera gustado que estuvieran más cerca para poderlos ver más seguido —expresó Raquel con mucho descaro.

Hugo, por su parte, se siente más incómodo. No le agrada el descaro que tiene esta mujer. No le importa que su prometido esté perdido. Que tal vez su boda no se lleve a cabo. A ella lo único que le interesa es coquetear con él.

Pero él no le dará entrada. Él no está interesado en ella. Así que le dejará claro todo.

—Cuide lo que dice, señorita Olmos. Si alguien más la escucha, no creo que sea bueno —le recordó Hugo.

—Uf. A usted solo le interesa el qué dirán.

—¿Y a usted no? —preguntó Hugo con una voz más firme. Raquel no le responde nada; no sabe qué decir, su mente se ha quedado en blanco. Y Hugo puede notar su expresión. —Mire, señorita Olmos, yo no soy una figura pública, como usted comprenderá. A mí no me perjudica el qué dirán. Ni mucho menos si empiezan a especular sobre si tengo algo o no con usted. Conozco muy bien a mi novia y sé que ella no se va a creer nada de lo que digan. Sabe bien el hombre que tiene en la casa. Y lo conoce perfectamente que no me cambiaría por nadie. Así que le pido, señorita Olmos, no coquetee conmigo.

Al terminar de hablar, Hugo se dio media vuelta y continuó caminando. Dejando a Raquel impactada. No porque la haya insultado, sino que se ha quedado mucho más encantada con ese hombre. Nunca en toda su vida había encontrado a un hombre así.

Todos son tan fáciles de manipular y engatusar que se vuelven aburridos. Sin embargo, ahora se ha encontrado con un adversario digno. No le importa lo que la prensa pueda decir. Ya está harta de siempre ver cómo los chismes sobre las conquistas de una noche de Hades. Cada una de esas veces ella lo soportó. Le tolero cada engaño. Ahora es momento de que él sepa lo que ella sintió. Que entienda que no es una persona indispensable y lo puede cambiar así de fácil como lo hace él con ella.

Sonríe gustosamente por lo que acaba de pensar. Toma su maleta. Y sigue a ese hombre que va varios metros más adelante que ella. Ve cómo él detiene un taxi. Metiendo sus maletas. Ella se apresura para impedir que se pueda ir.

—¡Hugo, espérame! —gritó Raquel.

Andando con más rapidez. Hugo solo pone los ojos en blanco al escuchar su grito. Se gira un poco y ve cómo ella se apresura. Dándole sus maletas al chofer que lo estaba ayudando a subir las de él.

—Pensé que la señorita Raquel Olmos no se subía a transporte de este tipo —indagó Hugo con cierta incomodidad.

—No digas tonterías, Hugo. Yo uso mucho los taxis —respondió Raquel con una sonrisa.

—Pero creo que en el hotel donde me quedaré no va a ser de tu categoría. Ni en un área de tu círculo social. —añadió Hugo para asustarla, y es que él ha visto las noticias de la farándula. Sabe bien la vida y los lujos a los que está acostumbrada esta mujer.

—Pues si no voy a turistear. Yo también voy con los equipos de rescate. Necesito saber dónde está mi prometido —contestó Raquel. Subiéndose a la parte trasera del taxi.

Hugo se ha quedado pasmado. Porque durante estos días ella no ha demostrado ni el más mínimo interés en su prometido. Y ahora, de la nada, ya está codiciosa de saber dónde está. Hugo sabe que solo es una excusa para poder ir con él. Pero sabe que no perderá ninguna oportunidad para conquistarlo.




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