Raquel camina de un lado al otro en la habitación. Escuchándose los constantes golpes que hacen sus tacones en el piso de concreto. Se detiene y comienza a levantar y bajar la punta del pie, haciendo los golpes cada vez más constantes y repetitivos.
—¡Ey, deja de hacer ese ruido! —se escucha que alguien grita y golpea el piso que Raquel está pisando.
Lo que la asusta por unos segundos. Pero se molesta aún más y empieza a brincar y dar pasos cada vez más potentes. Lo que al inquilino de abajo le enfurece más. Correspondíendole con más golpes. Raquel sonríe gustosamente por hacer enojar a ese hombre.
—¡Ey, zorra! —se escucha nuevamente sus gritos, pero ahora proveniente de la ventana. Raquel se aproxima, abriendo la puerta y sacando su cabeza por ahí.
Viendo en la parte de abajo a ese hombre anciano gordo. Sacando la cabeza.
—¿¡Qué quiere, anciano!? —preguntó la rubia con rabia.
—Que dejes de caminar como gallina sin cabeza por todo el piso con tus tacones. ¿No ves que quiero descansar? —protestó el hombre.
—No lo haré. Al igual que usted. Yo estoy pagando por este cuarto. Y puedo hacer todo el ruido que me dé la gana. Si no le gusta, puede ir a la recepción y cambiarse de cuarto, anciano —respondió Raquel con cinismo y falta de respeto.
El señor la ve con una expresión de enojo que incluso una vena de su frente se ha salido.
—Ya verás, rubia estúpida. Esto no se quedará así —contestó el hombre.
—Diga lo que quiera, anciano, pero no sabe con quién está hablando y créame, si se le ocurre hacerme algo, le irá muy mal. Así que cállese y vaya a dormir a su ataúd si es que puede Drácula —sonrió Raquel con malicia.
—Hija de tu pu…
El hombre no termina de hablar cuando ve cómo Raquel cierra la ventana.
—Estúpida gente de este lugar. Pero ya verás, Hades, si regresas con vida, te cobraré muy caro esto —murmuró Raquel.
Camina de nuevo por la habitación dando pasos con más fuerza. Que el hombre de abajo le corresponde golpeando de igual manera, acompañado de un fuerte grito. Ella solo sonríe victoriosa.
Se sienta en la cama y ya olvidemos a ese anciano que solo la saca de quicio. Y es que no sabe qué hacer y es que ha estado muy molesta por no poder encontrarse con Hugo. Pero estos días han sido un total fracaso. Cada vez que lo va a buscar no lo encuentra y ahora, con la llegada de los padres de esa gorda horrenda, menos puede acercarse.
Y cada vez que va al departamento de rescate, siempre le niegan ir con la tripulación. Que porque puede ser muy peligroso para ella. Por más que ha intentado chantajearlos, no logra nada; la respuesta siempre viene siendo un no.
Por esa razón ya no va. No perderá más su tiempo con esos infelices. Al estar completamente defraudada. Coge el control que está en la mesa. Presionando el botón de encendido para ver un poco de televisión. Y así distraerse un poco.
El canal que sale es uno de novelas. Lo que Raquel odia, ya que son horribles y de baja calidad. No se compara para nada a las producciones a las que ella está acostumbrada.
Continúa cambiando, descartando cada canal hasta que se detiene en uno de noticias. Donde solo están hablando del calor infernal que hace en este lugar. Es terrible porque ese hotel de quinta no tiene ni para aire acondicionado. Solo para un diminuto ventilador que no sirve para nada.
Está por apagar la tele cuando escucha algo que le llama la atención.
—En primicia tenemos noticias: la familia Lara ha llegado a Jamaica para ayudar con la búsqueda de su nieto el CEO Hades Lara. Hace unos minutos mis compañeros vieron aterrizar su jet privado en el aeropuerto. Donde dieron una entrevista a nuestras cámaras —dijo la mujer morena de la tele. Y en ese momento empieza a verse el video de la entrevista.
—¡Señores Lara! —gritan las personas. La familia Lara se detiene enfrente de ellos y rápidamente son rodeados.
—¿Nos podrían decir qué harán para poder encontrar a su hijo? —preguntó uno de la multitud.
—Primero que nada, gracias a todos por estar aquí —habló el señor Fausto. —Haremos y usaremos todo lo que esté en nuestro alcance para traer con vida a mi querido nieto Hades y a salvo.
—¿Entonces irán con los equipos de rescate?
—Claro que iremos y no solo eso. También hemos traído a la marina para ayudar. Y todo gracias a mi entrañable amigo el sargento Benavides. Al enterarse de lo ocurrido, se ofreció él mismo a poner todo su empeño en encontrar a mi nieto —habló el señor Fausto.
Raquel solo ve cómo el padre de Hades y su madre mantienen una expresión triste y seria.
—Y justo en estos momentos iremos al departamento de rescate para sumarnos a la lucha —habló por fin el señor Javier.
Raquel apaga la tele. Agarra su bolso y sale de la habitación. Recorriendo los pasillos del hotel que ya conoce bastante bien. Baja hasta llegar al primer piso donde ve a ese joven de la recepción hablando con ese anciano. Que no tiene una cara muy agraciada.
Pero no le interesa. Solo se gira. Se va caminando hacia la salida. Mientras que ese hombre le grita un montón de cosas que ella ignora por completo.
Al salir a la calle. Aunque le resulte muy vergonzoso, levanta la mano para detener a uno de los taxis que responde a su seña.
Se abre la puerta ella misma porque sabe que en este lugar nadie es un caballero. Todos son unos brutos que no saben cómo tratar a una mujer de su categoría.
Al abrir la puerta ve que los asientos tienen una horrenda tela de patrones huicholes. Que posee un montón de colores que no se combinan entre sí.
—¡Mujer, se va a subir! —gritó el hombre desde el interior del taxi.
Raquel se arma de valor y entra. Sentándose en el asiento trasero. Cerrando la puerta detrás de ella. Pero ya en el interior es mucho más incómodo. Porque está repleto de cosas que cuelgan de los cristales, llaveros por todas partes, diminutas banderas pegadas del tablero y un peluche de un chango colgado del espejo. Raquel hace una mueca de una expresión de desagrado.
Editado: 23.07.2025