Por fin el taxi se detuvo en la calle frente al departamento de rescate. Raquel le tira el dinero en el asiento de enfrente y se baja disparada de ese carro. El taxista la ve con asombro y a la vez un poco asustado de su manera de ser.
—¡Ey, mujer, tú, cambio! —voceó el hombre al ver cómo esa mujer rubia bastante sexy se aleja a toda velocidad.
—¡Quédeselo! —responde Raquel sin siquiera voltear a verlo.
El taxista la ignora y solo toma el dinero, feliz de poder sacar un poco más. Sube los cristales de su vehículo y sube a todo volumen su radio. Poniendo en marcha su carro.
La rubia continúa caminando directamente hacia la puerta del edificio. Mientras mueve la cabeza, intentándose sacar esas melodías tan nefastas. No comprende cómo hay personas que tienen tan mal gusto. Habiendo artistas de enorme categoría como Bach, Beethoven, Vivaldi, Debussy, entre otros más. Teniendo unas melodías clásicas bellas. Prefieren ese asco de música.
Por eso ahora entiende cómo es que hay clases mejores. Porque incluso se debe de notar en tu buen gusto para ser exitoso. Piensa en eso, Raquel, hasta que por fin entra al lugar, yendo directamente hacia la mujer que está en la recepción.
—Buenos días, señorita Olmos, si viene de nuevo a insistir en querer ir a las expediciones, me temo que ya conoce mi respuesta —añadió la mujer, cansada de verla aquí.
—No vine por eso. Solo quiero preguntar si la familia Lara no ha llegado —preguntó Raquel con sus aires de grandeza.
—No ha venido nadie —respondió cortante esa mujer.
—Bueno, espero que no le moleste que los espere —añadió Raquel, alejándose de la recepción y hablando entre dientes.
Tomando asiento en una de las sillas cercanas a la ventana. Viendo que al otro extremo. Se encuentra la madre de esa gorda. Entre sus manos sujeta una revista. Raquel la ignora y toma una revista también. Pero al abrirla muestra disgusto al ver que habla sobre la cultura jamaiquina.
De reojo ve cómo esa mujer se pone de pie, caminando hacia ella.
—Puedo hacerte compañía —habló la mujer castaña con una sonrisa en su rostro.
—Si quiere —contestó Raquel, un poco incómoda.
Pero a la señora León no le importa; solo se sienta a un lado de ella.
—¿Se nota que amas mucho a tu prometido? —dijo la señora Julia.
—¿De verdad? —respondió Raquel de manera dudosa.
—Si se nota o no, vendrías aquí todos los días a pelear con la mujer de la recepción —añadió Julia, viendo los ojos azules de la joven.
Raquel sonríe porque sabe bien que no está aquí, no es por eso. Si ella supiera que está por su yerno.
—Permíteme presentarme, soy Julia León —expresó la mujer extendiendo su mano.
Raquel ve cómo ella sonríe con sutileza y se da cuenta de la amabilidad que posee. Y solo para no ser descortés, corresponde a su saludo.
—Es un gusto, señora. —Aunque ya la conocía, recuerda que fui compañera en la escuela de su hija Kayla —añadió Raquel.
—Si lo sabía, eres Raquel Olmos, la prometida de Hades Lara, otro ex compañero de mi hija —mencionó Julia con amabilidad.
—Así es, señora —confirmó Raquel con algo de incomodidad.
—Aunque déjame decirte algo. A mí tampoco me han dejado ir a las expediciones. —Solo a mi esposo Matías y a mi yerno Hugo —añadió Julia para que Raquel no se sienta mal y no crea que solo a ella la han rechazado.
Aunque para Raquel esas palabras no le interesan, sólo le ha llamado la atención escuchar el nombre de Hugo. Usará su ingenio para ver qué le puede sacar a esta mujer.
—Qué bueno, por lo menos sé que no soy la única —expresó Raquel. —Aunque a su esposo no he tenido el placer de conocer. Pero a su yerno sí.
—¿En serio de dónde lo conoces? —preguntó Julia, entusiasmada.
—Fue durante el viaje en el crucero.
—Ah —expresó Julia.
—Aunque déjeme felicitarla, tiene un yerno muy amable y bastante simpático —halagó Raquel, esperando no verse muy obvia.
—Claro que lo es. Él fue de gran ayuda para mi hija después de la escuela. A veces pienso, aunque mi hija no lo acepte, que creo que por eso ella se motivó a bajar de peso y cuidar su figura —dijo Julia, lo que ha dejado a Raquel pasmada.
—¿En serio Kayla bajó de peso? —indagó Raquel sin creer lo que ella dice.
—Sí, demasiado. —Si en estos momentos la vieras, no la conocerías —respondió Julia, orgullosa del cambio de su hija.
Pero Raquel solo la ve con una expresión de desconfianza. Lo que Julia ve y entiende bien es el porqué de esas miradas. Es que todos conocieron a su hija cuando tenía un peso bastante exagerado.
—No por faltarle el respeto, señora Julia, pero no sé si creerle —dijo Raquel.
—Mira, te mostraré una foto de mi hija —manifiesta Julia. Sacando su móvil. Lo enciende y desbloquea la pantalla. Raquel de reojo ve ligeramente una imagen de la mujer, su esposo y una joven a su lado que no conoce.
Julia abre la galería buscando la foto más reciente de su hija. Es una que Kayla le envió cuando estaba en el crucero, luciendo un traje de baño tirada sobre el camastro al lado de la piscina.
—Mira, ella es Kayla actualmente. —Julia volteó el teléfono. Permitiendo que Raquel vea con claridad a esa mujer. Pero su ojo izquierdo comienza a parpadear debido a que esa mujer es la que Hades estaba viendo ese día que estuvieron en la piscina. Conteniendo una enorme rabia que incluso prieta su quijada con fuerza.
—¿De verdad ella es Kayla?…
Editado: 06.08.2025