—¿De verdad ella es Kayla? —todavía preguntó Raquel, presionando sus dientes entre sí. Sin poder creer lo que ve.
—Sí, ella es. —confirmó Julia. Sin darse cuenta del disgusto de su compañera. —Me la envió cuando estuvo en el crucero. Me dijo que ese día se la pasó muy bien con Hugo en la piscina —dijo Julia, recordando el mensaje que su hija le dejó con esa fotografía.
Raquel presiona cada vez más fuerte sus dientes. Casi al punto de romperse uno de ellos. Y es que recuerda muy bien ese día. Cómo el maldito de Hades devoraba con la mirada a esa zorra.
—Qué linda su hija —dijo Raquel de mala gana y solo para no verse sospechosa.
—Gracias —contestó Julia viendo con orgullo la fotografía de su hermosa hija. Raquel observa eso. Pero solo le causa más disgusto. Y la verdad, no está para nada cómoda al lado de esa mujer. A la cual le dan unas enormes ganas de golpear.
—Si me disculpa, tengo que ir al baño —miente Raquel poniéndose de pie.
Caminando a toda velocidad. Alejándose lo más posible de esa mujer. Al llegar a la puerta, la abre, entrando a ese diminuto baño. Cierra la puerta de golpe, desquitando parte de su ira con ella.
—Mierda, mierda, mierda —maldice Raquel en el baño. Dando pasos pesados y constantes. Mira un contenedor de basura en la esquina y lo patea. Haciendo que vuele hasta el otro extremo del baño.
Pone sus manos en el lavabo. Aun maldiciendo entre dientes. Eleva su vista viéndose en el diminuto espejo. Contemplando su rostro, que está rojo, y su mirada es tan pesada que incluso ella puede sentir. Pero cómo no puede estar molesta si su prometido está con esa piruja.
Cuando le dijeron que se había perdido con esa ballena, no tenía ni la más mínima pizca de celos. Sabía que Hades no le haría caso a una cerda como ella. Sin embargo, no contaba con que ella se volvería prácticamente una modelo de revistas que está totalmente irreconocible. Haciéndola entender por qué no la reconoció ese día de la piscina.
Lo que la llena de más enojo. Está completamente seguro de que en estos momentos ella está insinuándose encima de él. Quizá la está haciendo suya. Pensar en eso hace que Raquel visualice imágenes en su mente. De cómo estarán ambos en ese bote salvavidas teniendo sexo en cada rincón. Mientras que ella nombra su nombre y él besa su cuerpo con cariño.
Sacude su cabeza intentando alejar esas ideas de su mente. Pero no puede hacerlo; conoce bien la debilidad de Hades por las mujeres. Y cómo ellas también se derriten por él. Tantos años batallando con eso, entiende bien el problema que tiene.
Pero algo es seguro: cuando Hades regrese, lo cuestionará y no permitirá que la humille metiéndose con esa ballena. Porque será diferente ahora; no obstante, siempre será una gorda.
Transcurridos unos minutos, Raquel por fin pudo salir del baño. Y no por gusto, sino porque le han estado tocando la puerta con insistencia. Al salir, ve una fila de varias mujeres esperando que la fulminan con la mirada.
—El baño no es tuyo como para que te encierres ahí más de media hora —protesta una morena que está en segundo lugar.
—No veo que diga que hay un límite de tiempo para estar en el baño —contestó Raquel de mala manera, haciendo molestar a la morena.
—Hija de tu…
La mujer se abalanza, esperando alcanzarla; sin embargo, las demás la detienen.
—Espera —dice una de las mujeres.
—Déjenme darle su merecido —expresó la morena, intentando liberarse.
—No lo hagas, Cintia. Esta rubia tonta es hija de un hombre poderoso —sonrió Raquel al oír lo que dijo la mujer, feliz de que alguien sepa quién es.
—No me importa, yo le enseñaré lo que son modales —añadió la morena, aún tratando de liberarse de ellas.
—Además, que de la familia de su prometido acaba de llegar. Y no querrás meterte con esa familia.
—Sí, Cintia, yo los vi llegar acompañados de un montón de guardaespaldas que no tienen buena pinta —añadió la otra mujer.
—Está bien. Pero si te vuelvo a ver, no me importará quién es tu familia. Te arrancaré ese pelo falso —manifestó la morena con furia.
Raquel no contesta nada. Solo le hace una expresión de fastidio acompañada de cómo rueda los ojos poniéndolos en blanco. Se da la vuelta y camina directo hacia la recepción. Al llegar, busca con la mirada a los padres de Hades. Los encuentra hablando con la recepcionista.
Raquel se echa el cabello para atrás y camina de manera firme y elegante. Como si se encontrara en una pasarela.
Natalia la ve de reojo. Se da la vuelta y sonríe de oreja a oreja al mirarla.
—Raquel, mi linda nuera, me alegra ver que estés bien —expresó Natalia abriendo los brazos.
Raquel, gustosa, se acerca hacia ella. Natalia la estrecha entre sus brazos, pegándola a su cuerpo. Ambas se dan un beso de mejilla como si fueran amigas.
—Gracias, señora Nati. A mí también me da mucho gusto verla. Y sé que está un tanto triste por lo que acaba de pasar. Yo también lo estoy. He querido ir en busca de mi prometido, pero estos infelices no me permiten ir. No ven que estoy desesperada por saber si está vivo —le cuenta Raquel.
—No te preocupes, mi niña. Ya estamos aquí; nosotros nos encargaremos de encontrarlo. Ambas estamos desesperadas por saber de él. Pero estoy segura de que mi hijo está vivo y regresará para casarse contigo —la consuela Natalia.
—Eso cree, señora Nati. La boda está a unas semanas y no quiero pensar en tener que posponerla o cancelarla. Sería el hazmerreír de toda la sociedad —dijo Raquel con tristeza y fingiendo que está llorando, produciendo que una lágrima baje por su mejilla.
Natalia se conmueve al ver cómo Raquel está completamente dolida, preocupada por su hijo. Entiende que lo ha de amar mucho. Aunque no le interesa si se quieren. Entiende que ella es la mejor opción para su hijo. Si ambas familias se unen, serán la envidia de todos. Y totalmente poderosas y más ricas de lo que pueden imaginar.
Editado: 12.08.2025