Pérdida con el Ceo

Capítulo 45 Reclamo

El bote de rescate al que Matías, el padre de Kayla y Hugo, iba. Fue regresado con órdenes claras de evacuar la operación. No entienden por qué les han dado esa orden. Se encuentran tan confundidos de por qué han abortado así de la nada.

Al detenerse el bote en el muelle. Los dos bajan caminando directo hacia el edificio. Van directo hacia la recepcionista.

—Disculpe —habló Hugo con fuerza.

—Hola, ¿en qué puedo ayudarlos? —contestó la mujer con amabilidad.

—Nos puede decir qué carajos pasa. Nos regresaron a mitad del camino con órdenes de suspender la búsqueda. —dijo Hugo enojado, procurando controlar su rabia.

—Lo siento mucho, pero recibimos una orden de alguien importante de cancelar la búsqueda —le explica la mujer. Hugo se enfurece aún más golpeando la mesa con la mano. Asustando a la mujer, que brinca exaltada en su silla.

—Disculpe. —Se disculpa Hugo al ver su reacción. —¿Podría decirme quién dio esa orden?

La mujer ojea entre los documentos que tiene en la mesa.

—Un tal Fausto Lara —dijo la mujer. Hugo comprende con exactitud que la familia Lara se ha involucrado en el asunto y era de esperarse. Ya hasta se habían tardado. —Él llegó hace un rato con una orden de detener todo. Que un tal sargento Benavides sería el encargado ahora. Así que no pudimos hacer nada. Ellos tenían la firma de un funcionario bastante alto de nuestro país. No nos pudimos negar. —explicó la mujer un tanto apenada.

—No se preocupe, gracias por todo —se despidió Hugo.

Ambos se alejaron de esa mujer. Acercándose a Julia.

—¿Y ahora qué haremos? Tenemos que seguir buscando a Kayla —indagó Matías.

—No lo sé —contestó Hugo tomando asiento en una de las sillas. Bajando su cabeza y colocando su mano en ella.

—Ahora entiendo por qué llegó esa familia —añadió Julia.

—¿Tú los viste? —preguntó Matías. Hugo también levantó la cabeza, volteándola a ver.

—Sí. Aquí llegaron rodeados de guardaespaldas. Estuvieron hablando con la mujer de allí y se fueron de aquí sin decir más —les cuenta Julia. —También estuve hablando con Raquel. Vi cómo la madre de Hades hablaba con ella y le dijo que irían por sus cosas para irse a un hotel de su clase.

Hugo, al escuchar eso, se le corre algo. Cierra los ojos, no muy conforme con lo que hará. Pero sabe que es la única opción que tiene para estar en la búsqueda. Se pone de pie y se dirige hacia la salida.

—¿A dónde vas, Hugo? —preguntó Matías al ver cómo su yerno se puso de pie con tanta prisa.

—A ver si puedo hacer algo —fue lo único que se limitó a decir Hugo.

—¡¿Pero hacer qué?! —gritó su suegro sin poder entender lo que él quiso decir.

Pero Hugo no se detiene, solo se va caminando hasta la calle donde le hace una señal de alto al primer taxi que se aproxima. Dejando a Julia y a Matías mirándose confundidos, sin poder entender lo que ocurre.

Después de unos minutos transcurridos en el taxi. El vehículo se ha detenido en la entrada del hotel. Donde puede ver esos carros de lujo y cómo unos hombres suben varias maletas.

Hugo baja con velocidad del carro. Yendo directamente hacia el interior, buscando a esa rubia falsa. Pero no la ve por ningún lado. Así que sube las escaleras hasta llegar al piso donde se está quedando Raquel. En el pasillo ve a más hombres sacando un sinfín de cosas. Hasta que llega a la puerta que está entreabierta.

Una vocecita en su cabeza hace que dude si entrar o no. Pero otra voz en su cabeza le recuerda que su novia, a la que ama mucho, está de por medio. Lo que lo motiva a dar un paso hacia el interior de ese cuarto.

Ve en todas direcciones esperando encontrarse con ella. Pero no hay nadie.

—Hola, Hugo —se escucha la voz chillona de esa rubia. Hugo suspira y gira su rostro. La ve salir del baño con una bolsa en sus manos.

—Hola, Raquel —saluda Hugo de manera amable que le resulta amarga en la boca.

—¿Qué te trae por aquí? Porque no creo que solo hayas venido a saludarme o a despedirte de mí. O ¿sí? —preguntó Raquel de manera directa. Dejando su bolso en el interior de su maleta.

—Si tienes razón —aceptó su culpabilidad Hugo.

—¿Entonces qué quieres?

—Verás… es que… —Hugo tartamudea al no encontrar las palabras correctas. —Mierda, lo diré de una vez. Me informaron que ahora un amigo del abuelo de tu prometido estará a cargo de la búsqueda y me gustaría pedirte de favor que si podrías decirle si nos permite acompañarlos —dijo Hugo sin apartar la vista de esa rubia. Que se siente en un diminuto sofá y se cruce de piernas. Llevándose el dedo a la boca. Mordiéndose con ligereza la uña.

—Durante días te la has pasado ignorándome, huyendo de mí y de mi amabilidad. Y ahora vienes a pedirme un favor cuando tu actitud conmigo no ha sido la más adecuada —responde Raquel con cierto coraje e indignación en su voz.

—Lo sé y me disculpo por eso. Sin embargo, tanto tú como yo estamos al tanto de que la amabilidad a la que te has referido no es precisamente eso —se defiende Hugo porque se está dando cuenta de que ella se está metiendo en el papel de mujer resentida.

—Ahh, con que esas tenemos —dijo Raquel llevando su mano a su pecho. —Creí que querían un favor de mi parte, no que venías a insinuarme cosas. Si es así, puedes irte a buscar ayuda por otro lado —expresó Raquel con mucha indignación.

—Perdón. Pero sí quiero que le hagas ese favor —volvió a mencionar Hugo con prisa.

—¿Y qué estás dispuesto a hacer por ello? —indagó Raquel, viendo de pies a cabeza a Hugo. Con una mirada que dice más que mil palabras.

Por su parte, él siente esa ojeada de una manera tan descarada. Sabe perfectamente bien qué es lo que está por insinuarle.

—¿Quieres que me acueste contigo por eso? —preguntó Hugo antes de que ella pudiera hablar. Raquel sonríe ante su respuesta y para Hugo es más que obvio que le ha dado en su punto. —De una vez te digo que sí es eso. No lo haré. Y será mejor que me vaya.




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