—Maldición —voceó Raquel con todas sus fuerzas, haciendo que su voz haga eco en esa habitación. Pero ese grito no le ha ayudado en nada. Siente aún más rabia y ve unos adornos chafas sobre la mesa.
Se aproxima a toda velocidad hasta quedar a su costado. Agarra el adorno de mayor tamaño, que es un florero rojo con unas flores artificiales. Y lo avienta, impactando este en el otro extremo de la habitación. Rompiéndose en mil pedazos.
Raquel ve las siguientes decoraciones. Arrojándolos por todas las direcciones. Sin importar todo aquello, su rabia sigue siendo la misma.
—¿Por qué no puedes ser mío, Hugo? —se preguntó Raquel. —Porque siempre los mejores hombres no me tocan a mí. ¿Y por qué esa gorda se lleva lo mejor? Primero, toda la atención de los maestros, seguido del guapo de Hugo y, por último, la atención de mi prometido. Pero no se quedará así; tarde o temprano, Hugo caerá ante mí, lo sé. Así como estoy segura de que Kayla caerá ante sus encantos. Hugo vendrá a mí. Y cuando ese día llegue, lo disfrutaré demasiado.
Raquel sonríe maliciosamente. Y termina de empacar todas sus cosas. Cerrando su maleta. Bajándola de la cama. Sacándole su extensión y jalándola consigo. Hasta salir de esa habitación de la cual nunca más volverá…
Poco a poco los días fueron pasando. Los equipos de rescate son comandados por el sargento Dominic Benavides. Un hombre conocido por su temperamento severo y su semblante serio. Que dirige con mano dura y castigos severos. Lleva a toda la tripulación a su disposición, buscando las veinticuatro horas del día. Con apenas dos o tres horas de descanso. Y algunos minutos de comida.
Dominic Benavides espera en su camarote cada una de las noticias de sus cadetes. Mientras ve por la ventana con una expresión seria. Aunque detrás de ese rostro lleno de marcas por la edad, ojeras por las largas jornadas a las que ha estado acostumbrado y algunos cabellos blancos… Que demuestran su experiencia.
Pero detrás de ese semblante y actitud rígida y mandona. Su mente está más que presente en aquel niño de 8 años que tenía sobre su escritorio. Recuerda con exactitud los gritos de piedad provenientes de ese niño de ojos verdes. Cómo pasaba su mano por esa melena oscura como la noche. Mientras su miembro. Se adentraba en ese coño que lo apretaba de una manera inimaginable. Volviéndolo cada vez más loco.
Había tenido tantos niños a su disposición. Cada uno diferente al anterior. Pero ninguno había causado el efecto que Hades Lara había provocado.
Recuerda muy bien el día en que lo conoció. Tenía tan solo cinco años. Su amigo Fausto lo invitó a una cena familiar. Él tenía conocimiento de que su amigo ya era abuelo. Pensaba que sería otra cena más. Sin embargo, cuando entró a este comedor y se encontró con ese niño, lo dejó cautivado.
Saludó a cada uno de ellos. Hasta que por fin se detuvo en el Niño. Preguntando su nombre, Hades no contestó; a la primera fue reprendido por su abuelo. Dominic pudo ver cómo él bajaba su rostro y miraba el piso. Adoptando una actitud completamente sumisa. Lo que lo dejó más que impresionado y mucho más deseoso de poder tenerlos en sus manos.
Dominic nunca ha podido explicar qué fue lo que le ocurrió esa noche. Porque durante toda la cena no apartó la vista de ese niño. Que comía con un semblante serio y una actitud muy especial. Actuaba como un muñeco al cual podías manejar a tu antojo. Lo que le agradaba cada vez más.
Después de esa noche, intentó controlar sus impulsos carnales con un sinfín de niños y jóvenes. Sin embargo, a su mente lo único que había era Hades. Moría por hundir su miembro en ese coño para satisfacer así sus más oscuros deseos, que se habían vuelto una absurda obsesión.
No se detuvo; buscó la manera perfecta para tenerlo. Espero con mucha paciencia el momento indicado. Y así fue cuando su amigo Fausto le contó que su nieto se estaba volviendo muy rebelde y que no tenía ni idea de qué hacer con él; fue la oportunidad perfecta.
Le comento de su campamento que tenía para corregir a niños inquietos e incorregibles. Y Fausto cayó en su trampa. Enviando a Hades a ese lugar. Por fin lo tenía a su alcance. Y no desaprovecharía esa oportunidad. La cual disfruto muchísimo.
Estaba feliz de haber calmado ese hambre. Creyó que por fin regresaría todo a la normalidad. No obstante, no fue así. Nunca pudo saberse de la cabeza a ese niño. Aun siendo adolescentes, se volvía cada vez más atractivo. Cuando miraba en las revistas sus fotos sin camisa, quedaba boquiabierto, pasando sus dedos por esa página, imaginando cómo sería tenerlo en su cama o, mejor aún, él chupando su miembro mientras que él acariciaría su mejilla.
Esa escena se volvió una fantasía que nunca pudo cumplir. Cada vez que intentaba convencer de nuevo a su amigo de enviarlo, nunca más fue. En cada oportunidad que tenía de tenerlo cerca por cualquier evento, él salía corriendo a toda velocidad. Cada año que pasaba, ese distanciamiento se volvía cada vez más evidente y sus fantasías solo se quedaban en eso.
Al enterarse de su futura boda con Raquel Olmos, fue un golpe duro para él. Pensó que de esa relación no llegaría nada. Sin embargo, después se enteró de que todo fue planeado por su amigo Fausto. No podría hacer nada. No sin verse sospechoso. Sin estar muy conforme, dejaría que todo pasara. Aunque en las sombras él estaría aún deseando poder tenerlo a su lado como su niño sumiso.
Al enterarse en los noticieros de que se había perdido en el mar, una preocupación creció en él. Un vacío en su corazón se volvía cada vez más profundo con un miedo de no poder verlo de nuevo. Se encontraba deseoso de tener una noticia favorable, además de que se moría por poder tener el mando.
Sin embargo, era en otro país diferente donde su poder no tenía alcance. No hasta que su amigo Fausto intervino con sus contactos. Pudiendo convencer al presidente de ese país, dándole a un todo poder para meterse.
Editado: 06.10.2025