Dominic se enfurece más. Sintiendo cómo la sangre que recorre todo su cuerpo se enciende como si fuera pólvora a punto de estallar.
No aparta la vista de Hades. Pocos segundos después, posa su mirada fría y pesada en esa mujer castaña. Dándose cuenta de que todo esto es debido a ella. No puede creer que haya dicho todo lo que tuvo con él. Aunque esa ira también está combinada con un sentimiento de miedo. No quiere que nadie sepa de su lado delicado y oscuro. O toda su reputación estará en juego. Así que intentará que esa mujer dude de las palabras de Hades. Así como lo hizo con sus padres hace tantos años.
—No sé de qué habla, señor Lara. De seguro usted está mintiendo o me está confundiendo con alguien más. Además, no diga esas cosas frente a la dama. O podría haber malentendidos —declaró Dominic intentando mantener una voz segura. Aunque en su interior siente que todo le está temblando al sentir que su debilidad está a punto de revelarse.
—¡El que está mintiendo es usted! —gritó Hades con todas sus fuerzas. —Y no se preocupe, la señorita que está a mi lado está al tanto de tus pedófilos actos que hiciste conmigo. —Al declarar Hades. El señor a Dominic se queda sin palabras y sin aliento, mordiéndose la lengua debido a la rabia. Su mirada tiembla, viendo de un lado a otro sin poder fijar su mirada en ninguno de los dos. —Así que respóndame. —¿Qué fue lo que mi abuelo me hizo después de contarle los horrores que pasé en tu estúpido campamento militar? —protestó Hades, lleno de enojo.
Dominic se queda callado. Sin saber qué hacer. Los movimientos de su cuerpo se han vuelto torpes y su semblante militar se ha derrumbado. Así que no tiene de otra más que responder a su pregunta.
—Recuerdo bien que su abuelo lo bofeteó y le gritó que era un niño tonto que solo mentía —dijo Dominic conmemorando las palabras que había dicho su amigo Fausto hace tantos años. Que para él había sido un alivio a la vez que una satisfacción observar cómo ese niño era golpeado. Volviéndose una fantasía sexual que no había podido cumplir. Darles sus azotes mientras apunta su miembro erecto en ese coño.
—Así que usted cree que voy a creer que mis padres están preocupados por mí. Si lo enviaron aquí es para disimular la estúpida familia perfecta que quieren que todos crean. —mencionó Hades aún lleno de rabia. —Puede regresar y decirles a mis padres y mi abuelo que prefiero morir en esta isla que volver.
—Me temo que no puedo hacer eso, señor Lara. Tengo órdenes claras de no regresar con usted —habló Dominic con un tono pasivo, esperando que sea suficiente para convencerlo.
—¿Y si no quiero irme? ¿Qué hará? Atarme y llevarme a la fuerza —protestó Hades, aún molesto. Pero sin soltar la mano de Kayla.
—No sería mala idea —sugiere Dominic de una manera burlesca, como si la idea de atarlo le estuviera agradando.
—Cuidado con lo que dices. Ya no soy el niño que violaste hace tantos años. Ten en cuenta que soy capaz de defenderme al punto de matarte si es necesario —amenazó Hades, sintiéndose indignado por las palabras y la mirada deseosa de ese sargento.
Dominic se queda pensando en cómo convencerlo. Porque no se irá de ahí a menos que sea con él. Sabe que si se va, no sería una buena idea. Mancharía su reputación de sargento de alto rango.
Al ver a la señorita a su lado, se le ocurre la idea perfecta para hacerlo cambiar de parecer.
—Yo tengo órdenes claras de lo que tengo que hacer y no me importa si muero en el intento. —Al declarar eso, Dominic se acerca a gran velocidad. Tomando a Hades por la mano, haciendo que suelte a Kayla. El sargento lo jala mientras él, con la mano al aire, busca el tacto que tanta paz y valentía le brinda.
—Kayla. —Hades la llama con desesperación.
—Hades —Kayla responde un poco preocupada al ver cómo se lo llevan.
En un acto de valentía, Kayla se aproxima a ellos; no permitirá que se lleven a Hades de esa manera. Puede oír en su voz cómo le teme. Sin embargo, ella no. Y no dejará que le haga lo mismo que hace años.
Olvidando todo conflicto que tuvo con el se aproxima a toda velocidad. Al estar lo suficientemente cerca, lanza un brinco, cayendo en la espalda del sargento. Pasando sus brazos por su cuello y apretándolo con todas las fuerzas de sus delgadas extremidades.
—Suéltalo —ordenó Kayla. Apretando el cuello del anciano.
Dominic, al sentirla en su espalda, suelta el brazo de Hades. Empezando a forcejear con la mujer que, a pesar de sus intentos, ella no lo suelta en ningún momento. Aunque los esfuerzos que hace Kayla por no soltarse son en vano. Porque no se comparan con el entrenamiento militar que tiene Dominic.
Que en una táctica para liberarse, llaves. Logra sacar esos dos brazos de su cuello y, en un movimiento, la jala hacia adelante, haciendo que sus piernas vuelen en el aire por encima de su cabeza. Así, yendo su espalda contra la arena.
—Perra asquerosa, te enseñaré a respetar a tus mayores y a no tocar lo que es mío —recalcó el hombre.
Kayla, un poco adolorida, pero no lo suficiente porque la arena ha amortiguado un poco el golpe. Se sienta sobre la arena con rapidez al ver cómo el sargento se aproxima a ella.
Antes de que pueda reaccionar, Dominic la sujeta del cabello. Jalándolo hacia arriba. Ella hace una mueca de dolor al ver cómo su cuero cabelludo es estirado. Le clava las uñas esperando que eso sea suficiente para liberarse de su agarre. Sin embargo, es en vano; el sargento se molesta aún más.
—Te enseñaré modales y te dejaré pudrirte en esta isla —la amenazó Dominic con una expresión oscura en su rostro.
Kayla puede ver cómo el anciano empuña la mano, listo para golpearla. Pero no cierra los ojos; está lista para recibir el impacto.
Mira cómo ese puño se aproxima a máxima velocidad cuando está a unos cientos de centímetros de ella.
Observa cómo Hades se lanza sobre ese anciano, derribándolo como si fuera un jugador de futbol americano.
Editado: 21.08.2025