Pérdida con el Ceo

Capituló 55 Eres mío

Hades sube al bote con una expresión de horror en su rostro. El color que tenía en sus mejillas se ha esfumado. Y la sangre le… ha bajado hasta los pies. Al oír lo que ese descarado le ha dicho, ha provocado que también sienta como un escalofrío recorre su espalda. Sus manos sudan, su respiración se agita y solo da un par de pasos que no logra ni controlar. Solo se sienta a un lado de Kayla con su mente fija en el barco que se ve en el fondo.

—¿Estás bien? —preguntó Kayla al ver el cuerpo de Hades tan rígido. Acompañado de ese rostro tan pálido.

—A —dijo Hades y guardó silencio al ver cómo el sargento Benavides se sienta frente a ellos. Acobardándose y prefiriendo no hablar.

—Qué me ibas a decir —añadió ella con tranquilidad.

—Nada —mintió Hades viendo de reojo a Dominic. Encontrándose con su mirada pesada y posesiva. Él enfoca su vista en el piso del bote. Terminando con todo contacto visual que a él le resulta bastante incómodo.

Kayla se da cuenta de esa sumisión tan clara. Cómo Hades mete sus manos en medio de sus piernas. Apretándola con fuerza como si fuese un niño que está siendo regañado. Puede ver cómo ese anciano sonríe ladino, victorioso de la actitud que tiene Hades con él. Ella entiende perfectamente bien lo que está pasando. Y una ira crece en su interior.

Kayla lo ve con detenimiento, pero ese hombre no le hace caso. Puede ver cómo solo le presta atención a Hades como si tuviera un poder mental sobre él. Lo que enfurece más a Kayla. No permitirá que él siga haciéndole daño. Coloca su mano sobre la suya sin importarle el lugar tan cercano que tiene con esa zona íntima. Y la otra la pone en su espalda. Pegando el cuerpo de él contra el de ella, esperando que ese gesto consuele al pobre de Hades.

Debe de pensar en algo respecto a toda esta situación.

En una habitación de un hotel cinco estrellas. En una mesa, algunas fresas comidas, algunas copas usadas con licor en el fondo; Hugo está acostado sobre las sábanas blancas con el torso al descubierto. Mirando atentamente el techo blanco. Inmóvil, sin hacer ningún movimiento. Escucha que una puerta se abre en el fondo. Mueve la mirada, encontrándose con Raquel entrando completamente desnuda. Sus pechos redondos. Sin importar la distancia, puede notar esa cicatriz sobresaliente bajo sus senos. Percatándose de que esa redondez se debe a un aumento de tamaño.

—¿Te gusta la vista? —preguntó Raquel al ver cómo Hugo no le ha quitado la vista de encima.

—A… —Hugo tartamudea sin saber qué decir. Entiende que cualquier comentario que haga puede ser crucial para él y más en la situación tan incómoda en la que se obligó a estar. Todo por poder seguir buscando a su amada Kayla.

—Hasta te has quedado sin palabras. Eso quiere decir que te gusta. Yo lo sabía, que te encantaría, pero eres muy tímido para admitirlo y demostrarlo —dijo Raquel sonriendo ladina. Acercándose más y más a la cama donde está tirado ese hombre tan atractivo.

Hugo se percata de esa proximidad tan exuberante; ella, con cada paso que da, menea sus caderas como al son de una música imaginaria en su mente. Él se queda quieto, sintiéndose muy incómodo. Llega hasta la cama subiendo una rodilla, seguida de la otra. Colocando sus manos en la cama. Gateando por encima. Aproximándose cada vez más a él.

Hugo cierra los ojos; no quiere ver cómo esa mujer se acerca a él y menos de esa manera. Siente cómo ella coloca sus labios sobre los de él. Pero Hugo ni se inmuta. Solo se queda quieto. Sin corresponder a ese beso que solo le ha causado repulsión. Sintiéndose mucho más culpable por todo lo que está haciendo.

Intenta imaginar que la que lo está besando es Kayla, pero eso no calma sus pensamientos y se siente mucho más culpable.

En el fondo comienza a escucharse el sonido de llamada entrante. Hugo abre los ojos al darse cuenta de que es su teléfono. Se separa de Raquel.

—No contestes, no quiero que nadie nos interrumpa —protestó Raquel molesta.

Hugo ignora sus palabras y estira su mano. Tomando el móvil que estaba en la mesa de madera junto a la cama. Viendo en la pantalla el nombre de la madre de su novia.

Contesta más rápido que puede.

—Hola —responde Hugo un tanto nervioso. Mientras Raquel sigue manoseando el pecho de él.

—Hugo, ¿dónde estás? —preguntó la madre de Kayla con un entusiasmo en su voz.

—Estoy caminando —mintió Hugo. Al ver de reojo a la mujer que está a su lado.

—Ven lo más rápido que puedas.

—¿Qué pasó? —indagó Hugo. Apartando la mano de Raquel.

—Han encontrado a Kayla —mencionó la mujer con entusiasmo.

—¿Qué, cuándo? —curiosea Hugo.

—Apenas nos acaban de avisar, el barco ya viene con ellos, llegarán mañana temprano —le informa su suegra. —Ven, tenemos que estar listos para su llegada.

—Claro, voy para allá. Adiós.

Terminó la llamada. Dio un salto de la cama estando solo en calzoncillos. Busca su ropa y se viste. Raquel se queda en shock al ver cómo él se está poniendo su ropa.

—¿A dónde vas? —indagó Raquel, sentada en la cama completamente desnuda.

—Tengo que irme.

Fue lo único que dijo Hugo. Cuando terminó de cambiarse, se acerca a la puerta que está en el fondo.

—¡Hugo! —grita Raquel. —¡Hugo! No puedes irte y dejarme así. ¡Esto no ha terminado hasta que yo lo diga! —voceo. Pero él no le hace caso hasta salir por la puerta. —Ah, eres un cínico, Hugo —expresó con rabia, arrojando una almohada que no llega a más de la mitad de la habitación.

Estando completamente disgustada. Raquel se pone de pie buscando su móvil. Marca el número de teléfono de su futura suegra. Espera un momento hasta que ella le conteste.

—Hola, mi niña, ¿cómo estás? Te la estás pasando bien en el hotel. Si te hace falta algo, no dudes en decírmelo —responde la señora Lara con una voz amable.

—Sí estoy bien y no me hace falta nada —dijo Raquel fingiendo una voz tranquila y suave.

—Me alegra oír eso —añadió con su mismo tono tranquilo.




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