—¿Porque eres tan amable? —indagó Hades.
Kayla se queda quieta al oír esa pregunta tan extraña. Baja la mirada, viendo con atención a ese hombre de ojos verdes. Intentando descifrar sus palabras. Pero por la expresión que le pone, sabe que lo dice en serio.
—No lo sé.
—Pero no entiendo, yo te he hecho muchas cosas y mira, aquí estás sin importarte nada —mencionó Hades con confusión.
—Es que no puedo explicártelo. Así soy —expresó Kayla sin saber cómo explicarle. Él solo la ve confundida; no entiende qué es lo que ella le está diciendo. —Mira, te pondré un ejemplo: si le pidieras a un ciego ver, te diría que es imposible. Pues eso es casi igual a lo que me pasa a mí. No puedo dejar de hacerlo. Así soy, siempre me han enseñado a ser amable aunque dentro de mí haya coraje, pero no puedo hacerme de la vista gorda y hacer como que nada pasó. Esa no soy yo —le explico lo más claro que puedo.
Hades solo sintió con la cabeza. Entendió perfectamente bien que la amabilidad está en su alma. Y ahora se siente más incómodo e inseguro. Sabe que él no es así. Su alma está más que corrompida. No tiene ni una pizca de amabilidad.
Deja de hablar y permite que ella siga con su trabajo. Durante todo el proceso, él no perdió de vista ninguno de sus movimientos. Por más que intenta no quedarse embelesado de ella, le es imposible. Y no comprende cómo es que ella tiene toda su atención. Creyó que solo era deseo, como lo era con todas las chicas que conoció alguna vez en su vida.
Sin embargo, con ella es distinto; es algo que no conoce y que a la vez me confunde. Aunque también se pone a pensar en esa adolescente que conoció. Esa joven regordeta. Se encuentra intrigado por saber más de ella. Pero prefiere no hacerlo. Está al tanto de que si lo hace, revivirá malos recuerdos y que quizá ella decida irse y dejarlo solo con el sargento.
Prefiere no arriesgarse y dejar ese asunto por la paz. No quiere recordar todas las viles cosas que le hizo a esa joven. Y al final decide quedarse callado.
Para Kayla esos minutos en los que Hades no dijo nada fueron una brisa fresca. No quería que él siguiera diciendo cosas sin sentido o que tocara algún tema de lo ocurrido hace unos instantes. Aunque durante todo el momento en el que me estuvo quitando la barba, admiro en primera fila lo que muchas otras vieron durante años. Lo atractivo que es. Pero solo eso, ella admite cuando alguien es atractivo y cuando no. Sin tener ningún interés. Porque así es ella, no siente nada por él. Y los sentimientos raros que ha tenido solo son por el sentimiento de odio que tenía. Que poco a poco se ha ido convirtiendo en amistad.
Deja de pensar en eso. Deja la navaja en el lavabo. Coge una toalla limpia, la humedece un poco y se la pasa por la cara. Limpiando por completo cualquier residuo de la crema. Dejando al descubierto ese rostro que siempre ha conocido.
—Listo —dijo Kayla con una media sonrisa en el rostro. Se hace a un lado permitiendo que Hades pueda verse en el espejo. Pero no ve ninguna expresión en su rostro. Está serio e inexpresivo. Lo que confunde a Kayla. —¿Ocurre algo, Hades? —preguntó con cierta seriedad.
—No —miente Hades, volteando hacia otro lado.
—No seas mentiroso —añadió Kayla. —Cuéntame qué pasa.
Hades se queda impresionado de cómo es que en tan poco tiempo esta mujer lo conoce mejor que nadie. Es como si supiera que está mintiendo. Y no tiene de otra más que decirle lo que pasa.
—Es que no conozco al hombre en el espejo —declaró Hades sin siquiera verla. Ella se queda impresionada por lo que acaba de declarar.
—¿A qué te refieres con eso? —indagó Kayla.
—No lo sé. Es como si algo faltara o como si algo se hubiera muerto en mí. No me conozco. Es como si esa isla me hubiera arrancado una parte —expresó el esperado ser comprendido. Kayla sabe muy bien a lo que se refiere.
—No lo tomes a pecho, quizá lo que te quitó esa isla sea para bien. Mírale el lado positivo.
—¿Y cuál es ese? —indagó Hades sin saber lo que ella le está diciendo.
—Que quizá puedas ser mejor persona.
—¿Crees que yo pueda ser una persona así? —curioseó Hades sin poder creer lo que ella le está diciendo.
—Todos podemos ser redimidos; solo está en que tú lo quieras y creas en ti —contestó Kayla dedicándole una sonrisa.
Hades le regresa ese mismo gesto.
—¿En serio lo crees? —indagó nuevamente.
—Claro que lo creo —respondió ella con la verdad. Esas palabras hacen sentir bien a Hades. Y no deja de sonreír.
Ambos permanecen mirándose por unos minutos. Hasta que Kayla rompe con ese contacto visual. Él se da cuenta de cómo ella se gira lista para irse. Se apresura para agarrar su mano. Kayla siente ese tacto cálido. Que la toma por sorpresa. Se gira para verlo, un tanto temerosa. Pero él solo la observa con una mirada llena de compasión. Mezclada con una amabilidad que nunca vio en él.
—Gracias, eres una mujer espectacular —expresó Hades con una voz suave y llena de amor.
Kayla siente ese sentimiento en sus palabras. Lo que, por extraño que parezca, derrite su corazón. Y sonríe más ampliamente.
Sin que ella pueda darse cuenta, aprieta su agarre, lo que él siente sin dudar.
Los dos nuevamente se quedan en silencio. Sus miradas son las que están fijas en el otro. Pero Hades no puede largar la mirada de esos labios carnosos y, como ya es de costumbre, se aproxima a ella.
Kayla, sin que lo espere, también hace lo mismo. Es como si una energía invisible los estuviera controlando.
Ambos se acercan cada vez más. Sus labios están tan cerca del otro. Sus respiraciones se escuchan demasiado cerca. Cuando de la nada la puerta del baño es abierta de golpe.
La pareja se voltea asustada por el enorme estruendo. Viendo al sargento Benavides de pie en el umbral de la puerta con una expresión seria y pesada que los ve a ambos…
Editado: 06.10.2025