Pérdida con el Ceo

Capítulo 60 Iremos a la cena

Las horas han transcurrido tan lento para el sargento Benavides que está en su camarote dando vueltas de un lado para el otro. Impaciente por poder volver a ver a su Hades. Sabe que no tiene una razón para ir a esa habitación. Se acerca a la mesa donde tiene sus bebidas, sirviendo un poco de ese líquido amarillento en una copa de vidrio. Al dejar la botella en su respaldo. Sujeta ese vaso llevándolo hasta su boca. Ingiriéndolo de un solo trago. Esperando calmarse.

Pero su desesperación no desaparece; todo lo contrario, crece aún más. Coge el teléfono de la mesa presionando el primer botón. Lo posiciona cerca de su oído, esperando que respondan su llamada. Y en el primer timbrazo contestan.

—Hola, sargento Benavides. ¿En qué puedo ayudarlo? —respondió la voz de una joven.

El sargento traga saliva esperando controlar su desesperación.

—Hola —saludo lo más tranquilo posible. ¿La comida que te encargue ya está lista? —preguntó.

—Sí, solo me falta el postre, pero todo lo demás ya está listo —le informa la joven.

—Omite el postre, quiero que todo esté listo en una hora —ordenó el sargento.

—Pero sargento… —No terminó de hablar cuando él la interrumpió.

—Nada de peros, es una orden —dijo con tono mandón. —Si no me obedeces, te llevaré a la corte marcial.

—¿Por qué razón?

—Por la que sea, soy tu superior y me creerán primero a mí —la amenazó el hombre.

—Está bien, señor —aceptó la joven muy sumisa.

—Me avisas cuando esté todo listo —le recordó a la joven y terminó la llamada.

Pero aun así sus nervios no fueron calmados.

Y vuelve a acercarse a la mesa, sin tomarle importancia a los constantes movimientos del barco. Para él son tan normales. Se la ha pasado meses en el mar debido a su puesto. Para él es bastante normal.

Vuelve a tomarse el contenido del vaso. Pero nada calma sus nervios.

Transcurren otros minutos que para él son una total agonía. Cuando la habitación es invadida por el sonido del teléfono. Se apresura a contestar.

—Habla el sargento Benavides —dijo con su típico tono militar.

—La mesa está lista, señor —exclamó la joven a través de la línea.

—Qué bueno que la comida esté caliente; iré con nuestros invitados en unos minutos —dijo Dominic y terminó con la llamada.

Sintiéndose alegre y entusiasmado, salió de sus aposentos. Recorriendo esos corredores que antes se le hacían tan cortos. Pero ahora ese camino es tan largo que está pensando en cómo es que nunca se dio cuenta de eso.

Cuando por fin terminó ese corredor, sus ojos se centrarían en esa puerta. Sonrió ampliamente, pero cambia esa expresión tan fugaz como puede. Voltea en todas direcciones, esperando que nadie haya visto eso. Sería muy vergonzoso que alguien haya presenciado una expresión de ese calibre en su frío rostro.

Al percatarse de que no hay nadie cerca de él. Continúa con su trayecto llegando a la puerta. Levanta la mano empuñada. Lista para tocar esa madera. Sus nudillos golpean tres veces haciendo un ruido seco. Sin embargo, nadie contesta su llamado. Vuelve a tocar y aún sigue sin que nadie le responda.

Se detiene y pega su oído a la madera. Esperando oír algún ruido. Incluso contiene la respiración, esperando poder distinguir algo que le indique qué es lo que están haciendo. Pero no puede escuchar nada en absoluto.

Ese silencio lo desespera y, sin importarle el qué dirán, abre la puerta. Viendo la habitación desolada. Su ansiedad se tranquiliza un poco al ver la cama aún tendida. Sin embargo, esa calma es tan poca. Cuando escucha un ruido proveniente del baño.

Se imagina que ese par ha de estar teniendo sexo en ese lugar. Su sangre se calienta, sus mejillas se encienden y su mirada se llena de odio. Camina hacia esa puerta. Y la abre sin siquiera llamar.

La luz lo ciega un poco, pero después toma un poco de claridad. Encontrándose con ese par a pocos centímetros del otro. Mira unos segundos a esa mujer. Pero no le importa lo que ella esté pensando. Cambia su mirada hacia Hades. Ver su rostro lo deja impactado. Esos lindos ojos verdes, ese mentón tan prominente, esos labios delicados y esos pómulos limpios de ese asqueroso vello que opacaba su belleza. Su enojo se esfuma y su respiración se detiene. Incluso su boca se entreabre. Nota cómo Hades se pone de pie con una expresión tan pesada y esos ojos verdes se oscurecen.

—¿Qué demonios cree que hace, señor Benavides? —preguntó Hades con rabia.

Dominic intenta regresar a la realidad dándose cuenta de que ha bajado la guardia.

—Me disculpo por este descuido…

—¡Descuido! —levantó la voz Hades. —Mejor dicho, el atrevimiento que se está dando.

—Es que llamé a la puerta… y nadie abrió. Pensé que quizá… estarían en peligro —tartamudea Dominic.

—¿Peligro de qué? —preguntó Kayla molesta. Dominic está por contestar, pero ella lo interrumpe. —Ah, ya sé. Quería ver si él y yo estaríamos cogiendo. ¿O me equivoco?

—Este, yo… —No logra el sargento terminar de hablar.

—Ese es su miedo. Que yo me esté cogiendo a Kayla —repitió Hades. Dio unos pasos al frente. Lleno de valor al tener presente que Kayla está detrás de él. —Déjeme aclararle algo, sargento Dominic. Si tuviera que escoger entre cogerme a un vejestorio como usted, comprenderá. O tener a una mujer joven de piel hermosa como ella. Creo que usted sabe quién ganará. Porque no escogería su coño, me iría por esa vagina preciosa. —declaró Hades. Aunque ahora se arrepiente por decir lo último frente a Kayla. Sin embargo, la situación lo ameritaba.

Ella se queda sin habla. Sin embargo, sintiendo un poco de vergüenza al recordar lo que ha pasado entre ellos. Pero no le interesa cómo se ha referido de su parte. Comprende bien la situación. Y no le interesa con tal de poner a ese anciano en su lugar.

Dominic, por su parte, se encuentra más que molesto. Está por contestar cuándo es interrumpido de nuevo por Hades.

—Si no va a decir nada coherente, es mejor que se vaya —añadió Hades alejándose de él. Tomando lugar al lado de Kayla. Sosteniendo su mano y mirándola con atención a esos lindos ojos marrones. Dominic puede ver cómo él la mira. Esa ternura y esa atención. Lo que lo deja sin habla. Aunque también más molesto. Se quiere ir lo más rápido que puede, pero recuerda a lo que vino.




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