—Disculpe —contestó Kayla, estupefacto por lo que acaba de decir ese hombre.
—Sé que sabes bien de lo que hablo —dijo Dominic usando una voz neutra y pesada.
—Ahora comprendo que usted está cada vez más demente —expresó Kayla con desdén.
—No te hagas la estúpida. Sabes bien que ese comportamiento. No es para nada normal. Tú y yo lo conocimos bien.
—Y eso que quizá esté cambiado —contestó Kayla.
—Puede ser. Aunque lo que creo es que él está así por ti. Quiere demostrarte lo mucho que le importas —expresó Dominic con desagrado. Kayla rueda los ojos. Poniéndolos en blanco al oír las palabras tan fastidiosas de ese anciano. —Aunque pongas esa cara, es la verdad. Nunca lo vi tan… tan… —Dominic no encuentra las palabras correctas.
—¿Tan qué? —preguntó ella con desesperación.
—Tan cariñoso, gentil y atento.
—Solo dice eso para convencerme. Pero estoy seguro de que con sus padres lo ha visto así más de una vez —declaró Kayla, esperando desenmascarar a ese hombre.
—Menos con sus padres. Él nunca ha mostrado ningún afecto de ese tipo con nadie. Y no supongas que con su prometida es así. Así que eres una afortunada; estás conociendo un lado hermoso de él. Uno que a mí me hubiera gustado cono… —No termina de hablar. Cuando se da cuenta de las cosas que está diciendo.
—Déjeme terminar su frase: que a usted le hubiera gustado tener. O me equivoco, sargento Benavides —embosó Kayla, cruzándose de brazos.
—No se equivoca. Y no sabe cuánto me molesta verlo así con usted —expresó Dominic sin miedo alguno.
—Y lo dice así sin miedo alguno.
—¿Por qué debería negarlo si usted ya sabe más cosas de las que debería saber? —dijo sin pudor alguno. Mientras que Kayla solo hace una mueca de desagrado. Incluso la comida que acaba de ingerir está siendo revuelta en su estómago.
—Usted me causa náuseas. No puedo creer que un hombre de su calibre haya sido capaz de hacerle eso a un niño indefenso. ¿Que nunca se le ha pasado por la cabeza todo el daño que le ha hecho a tantos inocentes? —indagó Kayla, sintiendo un dolor en el estómago solo del hecho de pensar en lo que ese hombre ha hecho.
Dominic se queda callado un par de segundos. Agarra su copa de licor, bebiendo un poco para humedecer su garganta que se ha resecado.
—Todos tenemos un monstruo en el interior y cola que nos pisen. Nadie en este mundo es un santo y si tú te crees perfecta, entonces arroja la primera piedra —mencionó el sargento.
—Tiene razón, nadie es libre del pecado. Pero yo no le pregunté eso. Aunque su respuesta me ha dicho todo. Usted no se lamenta de nada. Es un pedófilo, loco y violador de mierda. No entiende el daño que le hizo a Hades. Él era solo un niño. Y usted le robó toda su inocencia, su felicidad y lo marcó para siempre —voceó Kayla con rabia. Diciéndole todo lo que Hades no se atreve a hablar.
—No exageres, él está bien. Todos estos años lo he visto y no se ve que esté afectado —protestó el anciano sin siquiera inmutarse por esas palabras.
—¡Eso cree! Pero por culpa suya otros tuvieron que pagar ese dolor y ese vacío que nada lograba llenar —dijo ella poniéndose de pie, molesta. Mirando fijamente a ese hombre. Espera a que ese anciano le conteste. Sin embargo. No tiene respuesta. Solo la mira de una manera que solo logra terminar de colmar su paciencia. —¿Para qué le digo eso a un hombre que no está en sus facultades mentales? Nunca lo entendería. Y deje de verme, que ni crea que yo seré la siguiente en su lista de tener en su cama.
—No te equivoques, niña. Tú no lograrías ni provocarme una erección. —declaró el anciano mirándola con desdén y disgusto.
—Me alegra escuchar eso. Sé que a usted le gustan otro tipo de coños —mencionó Kayla con burla.
—Claro, y pensar en el de él me excita mucho —declaró el sargento.
—Qué tipo tan asqueroso eres —emanó Kayla haciendo muecas de asco. Dominic solo se burla; le encanta hacer enojar a esa mujer. Y para seguir provocándola. No aparta su vista de ella. —¡Ya deje de verme! —lo regañó Kayla.
—Si te observo, es para intentar descifrar qué es lo que le ve en ti. Sí, la verdad. No tienes nada del otro mundo. No eres una modelo. No tienes tetas grandes. Trasero perfecto o una cara hermosa. Eres una chica común y corriente —la insulta el sargento, aunque para él es un alivio poder decirle lo que piensa.
—No seré nada de eso. Pero por lo menos tengo una vagina que a él le gusta. A comparación de usted, que solo tiene un pito arrugado como el cuello de un pavo. Qué asco. Usted cree que a él se le antojaría eso. Sí, el solo hecho de pensar en ello me causa repulsión. —Se defiende Kayla. Ya que no permitiría que él la insulte.
Dominic se queda callado de nuevo. No le alegra cómo es que ella se está burlando de él. Sin embargo, no dejará que ella gane. Así que sonríe con malicia por lo que está por decir.
—Cuando pienso en él, se pone firme y duro como una roca. Hasta parece el de un joven de 20 años. Y creo que sabes a lo que me refiero —dijo Dominic burlesco. Kayla solo sigue haciendo muecas de repulsión.
—Ahora veo que usted está cada vez más demente. Y debería de ser encerrado en un manicomio o mejor en la cárcel por todo lo que ha hecho —lo amenaza ella, esperando que deje de hablarle. Pero él solo lo ve como un reto y ve su plato pensado en algo perfecto para quitarle esa sonrisa de su rostro.
—Si estuviera loco, como lo supones, ¿no crees que ya le haya puesto algo en tu comida para quedarme con Hades? —mencionó el anciano. Ella baja la vista hacia su plato.
—¿Qué le puso a la comida? —preguntó Kayla después de haber escupido todo residuo que haya quedado en su boca.
—Nada. —Juega Dominic con su paciencia.
—No le creo. Usted acaba de decirlo —reclamo molesta.
—De verdad, ¿crees que le pondría algo a la comida del guapo de Hades? —embosó Dominic con cizalla.
—Puede que a él no me haya puesto nada, pero conmigo es todo lo contrario. Sé que lo haría para quitarme del camino y usted mismo lo acaba de aceptar —demanda Kayla, molesta.
Editado: 06.10.2025