—¿Qué le puso en la comida a Kayla? —retumbó esa pregunta en la habitación.
Ambos voltean hacia la entrada, viendo a Hades de pie con una expresión seria mezclada con enojo. Kayla, desde donde está, puede ver un aura oscura emanar de Hades. Es como si todo su enojo estuviera presente, siendo dirigido a ese anciano.
Dominic, por su parte, no se altera. Solo contempla con atención a ese joven. Sin poder apartar de vista esos lindos ojos verdes y ese rostro afilado que tanto le gusta. Hasta la pregunta que le han hecho se le ha olvidado por completo.
Hades, por su parte, puede presenciar esa asquerosa y nefasta mirada de deseo que le está dedicando ese hombre. Y unas enormes náuseas se apoderan de su estómago. Al recordar todo lo que me hizo a él y a otros niños. Y le dan ganas de regresar al baño y volver a vomitar todo.
Hace un momento mi tío dijo que iría a hacer sus necesidades, pero no fue así. No podía estar a gusto sabiendo que estaba cenando una comida que fue mandada hacer por ese hombre. Sabía que corría el riesgo de que lo drogara para poder aprovecharse de él. Y aunque está en duda de sus pensamientos. Ahora, con lo que ha escuchado, está seguro de todo.
—Le repito, sargento Benavides. ¿¡Qué le puso a la comida de Kayla!? —demandó Hades con rabia.
Dominic no hace ninguna expresión. Todo lo contrario, en su interior se siente más que dichoso de poder ver a su joven de ojos verdes actuando de manera diferente. Y no siendo un sumiso. En fin, deja salir un suspiro. Deja caer su espalda contra el respaldo de la silla y estira su mano agarrando la copa. Llevándola hacia su boca, humedeciendo sus labios y su garganta con ese líquido. La vuelve a dejar en la mesa y mira a Hades con suma atención.
—Cree usted, señor Lara, que sería capaz de poner algo en la comida de su… —No sabe cómo expresarse de esa mujer. —Amiga —al final prefiere ese término; se le hace el menos difícil de decir.
—No lo sé. Usted acaba de insinuar cosas que quieren dar a entender todo lo contrario —respondió Hades sin dudarlo y sin temer.
—No sé qué escucharía, pero como le dije a la señorita... Seré un pedófilo, un pervertido, pero no soy estúpido como para drogarla o matarla a ella, no después de lo que ha ocurrido. Además, menos sabiendo que tengo órdenes específicas de entregarlo en las mejores condiciones posibles y de paso a la dama también —contestó Dominic entrelazando sus manos.
—No le creo nada, sé que es capaz de hacerlo con tal de tenerme de nuevo —expresó Hades.
—Tienes razón, mi deseo por ti es más de lo que crees. Morirá por tenerte en mi cama… pero no haría eso —miente Dominic, esperando verse como alguien amable.
—No mienta, cuándo subí al bote, usted me susurró al oído que iría a mi habitación y no creo que solo sea para hablar —le recordó Hades. Dominic no dice nada, solo se queda callado. —Le advierto que si algo le pasa a Kayla o a mí en el transcurso de estas horas... Todo el mundo sabrá quién es el sargento Dominic Benavides y todas las atrocidades que ha hecho.
—Es una amenaza, señor Lara —preguntó Dominic de manera seria.
—Tómelo como quiera. Y nos retiramos; el apetito se nos ha quitado.
Hades le hace una señal a Kayla. Quien se pone de pie caminando hacia su lado. Agarra su mano y ambos salen de esa zona. Caminan sus pares por los corredores del barco. Hasta que se detienen en una zona al aire libre del barco.
Hades suelta la mano de Kayla. Sintiendo cómo el aire no llega a sus pulmones. Su corazón late cada vez más fuerte. Sus emociones están desbordadas. No logra agarrarse de ningún lugar. Todo se vuelve tan complicado que su cabeza da vueltas.
Kayla ve cómo él se mueve de manera errática. Sabe que está teniendo un ataque de pánico. Ve cómo intenta sostenerse de algún lugar. Sin tener éxito alguno. Así sé que se aproxima a él, tomando su rostro entre sus mejillas.
Él siente ese toque cálido tan familiar. Levanta la mirada, encontrándose con ese rostro entre la oscuridad y, sin poder contenerse, se acerca a ella pegando sus labios a los de ella.
Kayla se queda en shock sin poder moverse. Mientras él mueve sus labios, los sin poder detenerse. Saboreando cada parte de esa pequeña boca. Ella sigue sin quitarse. No lo ha hecho porque quiera besarlo. Sino que ha sentido cómo el cuerpo de ella regresa cada vez más a su estado normal.
Cuando Hades por fin regresa a su estado normal. Se separa de Kayla. Sintiéndose apenado.
—Lo siento, Kayla —se disculpa Hades, viendo el piso como un niño regañado.
—No pasa nada, ya me acostumbré a tus reacciones tan inesperadas —dijo Kayla, esperando hacerlo sentir bien.
—Es que estar cerca de ese hombre altera, aparte de mí. Y la herida sigue abierta. Si no fuera por ti, creo que ya me habría arrojado por la popa del barco. Preferiría morir que estar de nuevo en la cama de ese hombre —mencionó Hades.
—Lo sé y no dejaré que él te ponga una mano encima.
—Ni yo a ti. —dijo Hades colocando su mano en el rostro de Kayla.
Ella siente ese tacto, lo que la hace sentir algo extraño.
—Creo que es mejor que vayamos a la habitación. No me siento bien pensando que ese hombre le puso algo a la comida. Lo mejor será que vomite todo aunque me quede sin nada en el estómago —agregó Kayla quitando la mano de Hades.
—Sí, vayamos. —Yo ya vomité, no puedo comer nada que venga de él —reveló Hades.
—Entonces vayamos.
Ambos se van hacia su habitación. Caminando al lado del otro.
Mientras tanto, en el comedor, el sargento Dominic sigue sentado sin moverse. Mira con atención la silla donde Hades estaba sentado. Baja la mirada hacia esos dos platos. Mete su mano en el bolsillo de su saco. Sacando un bote diminuto.
Mira lo que tiene escrito en letras negritas: somnífero.
—Sargento —entra un hombre al comedor.
—Sí —responde Dominic sin dejar de ver esos platos.
Editado: 06.10.2025