Pérdida con el Ceo

Capituló 66 Sus verdades

—Ahora estoy más que seguro de que eres un total idiota —refunfuñó Fausto mirando a su nieto con disgusto.

—Sabía que todo ese trato era para quedar bien —murmuró Hades bajando la cabeza.

—¿Qué dijiste? —preguntó el abuelo. Pero Hades no le responde, lo que lo impacienta aún más. —¡Respóndeme! ¿Qué dijiste?

—Nada —contestó Hades mirando a su abuelo con atención. Lo que deja al anciano sorprendido. Pero no dice nada respecto a eso.

—Ahora dime, porque carajos dejaste que una situación de estas pasara —interroga el anciano.

—De verdad me estás preguntando eso —dice Hades sin creer lo que escucha.

—Sí, Hades, lo estoy haciendo y espero una respuesta coherente.

—Abuelo, ¿crees que fue decisión mía caer por ese barco al mar abierto? Sabiendo los múltiples peligros a los que me exponía —interrogó Hades, esperando que el cerebro de su abuelo sea más listo de lo que espera.

—Conociendo tu rebeldía, sé que eres capaz de eso y más con tal de ver a tu familia en el caos y la desdicha —argumentó Fausto con rabia. Hades niega con la cabeza sin poder creer lo que dice. Ahora se da cuenta de que, por más esfuerzo que haga, él nunca será aceptado por su abuelo. —¿Por qué mueves la cabeza así?

Recuerda cada palabra que le dijo Kayla cuando estuvieron solos y se arma de valentía.

—Porque no puedo creer que tu abuelo, que eres de mi misma sangre, seas capaz de pensar eso de mí. —Protesto Hades con un tono de voz más elevado. Fausto se molesta por esa actitud y está listo para reprenderlo. Pero Hades se adelanta a hablar. —Tantos años que me he esforzado por ser lo que tú tanto deseas. He aceptado ir a donde tú ordenas. Incluso fui a ese estúpido campamento de tu entrañable amigo el sargento Benavides. Donde perdí lo más valioso de mi ser. Algo que nunca recuperaré. —Fausto está por intervenir, pero Hades vuelve a interrumpirlo. —Les conté esperando que ustedes me entendieran, pero como me tomaron como un niño mentiroso... No les importó el daño que él me causó. Después acepté estudiar lo que tú elegiste. Me forzaron a tomar las riendas de una empresa que no deseaba. Incluso… —Voltea a ver a Raquel, pero recuerda las palabras que le dijo en el barco y se arma de valentía para hablar. —Me dijeron que debía de pedirle matrimonio a la novia que ustedes por años me exigieron mantener. Sin importarles que no siento nada por ella. Todo solo para ser la misma imagen de ustedes.

Fausto, Javier y Natalia ven a Raquel que no deja de ver a Hades. Con una mirada seria. Pero Raquel solo ve a Hades con rabia. Sin embargo, eso no le sorprende; ella sabe bien que él no siente nada por ella. Comprende y sabe que la caricia que le ha dado es amarga y sin sentimientos. Pero eso no quita que la esté ofendiendo. Está por agarrarlo del cabello. No obstante, siente la mirada de la familia Lara y actúa de manera distinta. Poniéndose a llorar desconsoladamente.

—No puedo creer que digas eso —habló Raquel entre llanto.

—No te hagas tonta. Tú mejor que nadie sabes que es verdad. Recuerda las palabras que me dijiste en el crucero. Así que quita esa actuación barata que no te queda —la regaña Hades. Causando que ella se moleste; sin embargo, empieza a llorar más. Cubriendo su rostro con sus manos. Lo que provoca que Natalia se acerque a ella y la abrace.

—Eres un insensible, Hades —lo reprende su madre. —Ella será tu futura esposa y ve cómo la estás tratando.

—Ay, madre, tú mejor que nadie sabes lo que es un matrimonio sin amor. Infidelidades, descuidar a los hijos y el maltrato psicológico que a ellos los marca —declaró Hades.

—¿Qué te pasa, hijo? Tú no eres así —protestó su padre sin poder creer lo que su hijo dice.

—No era así, ustedes me crearon a su imagen y semejanza. Siendo un hombre que no era. Y ahora es momento de que diga todo lo que pienso. Todo el dolor que me han causado. Pero el que más me ha dolido es el tuyo, padre. Yo sabía que muy en el fondo me querías mucho; sin embargo, te dejaste influenciar por este vejestorio y esta bruja —señaló a su abuelo y a su madre.

—Desgraciado. Si hubiera sabido que te comportarías así con tu abuelo, te hubiera dejado en esa isla a que murieras —declaró Fausto con rabia.

—Si me hubieran dejado ahí. Yo deseaba quedarme ahí. El poco tiempo que estuve fue tan refrescante, tan tranquilo y feliz. Sin embargo, su fachada de familia perfecta le importa más. Así para no quedar mal no tuvieron de otra —dijo Hades. Ve cómo todos lo observan disgustados mientras que Raquel no deja de llorar. Hades observa cómo el auto se detiene en un hotel y, antes de que ellos puedan decir algo, baja.

—¡Hades, no hemos terminado de hablar! —le grita Fausto, molesto. Él no deja de caminar y se va sin rumbo fijo.

—¿Por qué Hades es así? No ve que yo lo amo mucho —dijo Raquel fingiendo tristeza en su rostro.

—No lo sé, mi niña —contestó Natalia.

—Pero todavía nos vamos a casar. Yo quiero casarme con él; es el hombre que quiero a mi lado —agregó un tanto preocupada.

—Sí, mi niña, ustedes se casarán sin importar lo que pase —la consuela Natalia. Raquel pega su rostro a su pecho. Pero cambia de expresión a una llena de rabia.

Hades ha caminado sin parar hasta que llega a una parte alejada de la playa. Cerca de unos riscos donde las olas azotan contra las rocas y la brisa moja su rostro.

Este es un sitio que le gusta. Lo hace recordar los momentos cuando estuvo en la isla.

Esos momentos son opacados por el amargo recuerdo de cómo Kayla ha aceptado casarse con Hugo. Le duele más de lo que esperaba. Es como si un vacío creciera sin parar en su corazón, invadiendo incluso la boca de su estómago.

Cierra los ojos esperando calmar cada una de esas emociones. Esperando que los recuerdos lindos que pasaron juntos sean suficientes para poder tener la fortaleza que tanto anhela.

—Hijo —se escucha la voz de Javier a espalda de Hades. Él abre los ojos, viendo por encima de su hombro a su padre.




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