Pérdida con el Ceo

Capituló 70 No puedo casarme

Los rayos del sol caen poco a poco. Cubriendo el cuerpo de Hades con la ligera oscuridad. Él cierra los ojos esperando controlar su dolor. Tenía la esperanza de que cuando cayera el sol tendría una decisión o un plan.

Solo deja salir el aire que han retenido sus pulmones por bastante tiempo. Abriendo nuevamente sus ojos, encontrándose con toda esa arena mojada. Por último, se desploma en la arena dejando ser su espalda. Esperando poder ver el cielo con sus ligeros toques azul oscuro. Que de inmediato recapitula los bellos momentos que pasó en esa isla.

Una de las múltiples noches que regresó tarde para no encontrarse con Kayla y no sentir esa vergüenza que de por sí ya lo estaba carcomiendo. Pero esa noche fue diferente. Vio, como de costumbre, la comida cerca del fuego. Él estaba por tomarla; sin embargo, algo que todavía no logra comprender lo volteó a ese refugio improvisado con hojas y ramas. Llamando su atención.

Yendo directamente hacia él. Con pasos suaves y ligeros que eran ayudados por la arena. Al estar lo suficientemente cerca, pudo ver entre las aberturas de las paredes el rostro de ella. Siendo iluminado por la luz del fuego que estaba afuera. Verla de esa manera le permitió contemplar su belleza; es como si fuera una princesa dormida. Le hizo comprar la escena con la de los cuentos de hadas donde la bella durmiente espera ser despertada por el beso del amor verdadero.

Con esa idea en su mente se aproximó a la puerta, esperando poder volver aunque fuera a rozar esos labios con los suyos. Percibir ese néctar tan dulce que solo ella lo ha hecho sentir. Para su mala suerte, cuando intentó abrirla, no pudo hacerlo; estaba atorada desde adentro.

En ese momento maldijo por eso. Sin duda ahora se siente mejor; no sabe qué idiotez hubiera cometido.

Pero lo que es seguro es que nunca podrá olvidar el dulce sabor de sus labios. Que incluso en estos momentos se los relame esperando tener aunque sea una diminuta gota de ese líquido.

—Espero que para hacer ese gesto estés imaginándote que estás comiendo un postre —habló Raquel.

Haciendo que Hades abra los ojos por completo. Mirando hacia donde hace unos momentos estaba el cielo. Ahora está el rostro de esa rubia.

—¿Qué haces aquí, Raquel? —preguntó Hades levantando su espalda, pero permaneció sentado en la arena.

—Eso mismo me preguntó yo. Porque después de lo que me dijiste en el auto, debería estar en mi habitación esperando a que vayas a disculparte —declaró Raquel cruzándose de brazos.

—Eso no iba a pasar porque todo lo que dije es verdad —dice Hades sin ningún tono ni expresión de arrepentimiento.

Raquel enfurece aún más por sus palabras. Siente que ya no tiene el poder para manejarlo como antes. Aunque a lo que ve esperaba regresar para sacarle la verdad; sin embargo, este es el mejor momento para hacerlo.

—¿Y a qué se debe ese cambio tan radical en ti?

—No lo sé. Quizá ya estoy harto de ser manejado como un títere al antojo de quien sea —expresó Hades viéndola por encima de su hombro.

—No digas tonterías. He conocido a Hades Lara por años. Tú no tienes el valor para hacer todo esto. Esa osadía es ocasionada por otra razón y no soy estúpida, Hades. —¡Conozco tu debilidad y estoy completamente segura de que pasó algo entre tú y esa ballena! —elevó la voz Raquel, esperando poder colmar su paciencia.

—No la llames así —contestó Hades mirándola con odio.

—Le digo cómo quiero. No porque haya dejado de ser gorda significa que deja de serlo. Ella siempre será una cerda… —No termina de hablar cuando Hades se lanza contra ella. La sujeta por el cuello con fuerza, mirándola con rabia.

—¡No permitiré que le hables de esa manera! —voceó Hades apretando la mandíbula por la rabia. Apretando más el diminuto cuello de esa rubia.

Raquel por un momento se queda asombrada por lo que está pasando. Ver esa oscuridad en la mirada de Hades. Y esa fuerza que ejerce contra su cuello que, por un poco más de presión, le cortaría la respiración. Porque siente como el aire se vuelve cada vez más difícil de llevar a sus pulmones. Sin embargo, no le interesa para nada eso. Ahora está más segura de lo que suponía.

—Sabía que no estaba equivocada. Entre tú y ella pasó algo. Porque si no fuera así, no habrías actuado de esta manera. —Sin importar que cada respiración se esté volviendo más difícil para mí —replicó Raquel tomando las manos de Hades que están en su cuello.

—Diría que respiras bastante bien —recalcó Hades aún con rabia. Apartando cada vez más el cuello de esa rubia. Viendo cómo poco a poco el color de su rostro se vuelve rojo y empieza a tornarse con un poco de morado.

Por más tentado que esté en deshacerse de ella. Al final la suelta. Raquel cae al piso de rodillas tosiendo.

—Cof, cof —tosió dos veces. —Pudiste matarme —le reclamó Raquel.

—Sí pude hacerlo, pero no lo hice y no porque no haya querido. Ganas no me faltaban.

—¿Y por qué te detuviste? —interroga la rubia, esperando saber qué pasa por su mente, que ahora se ha vuelto una incógnita para ella.

—No soy un asesino. —No soy una persona mala —contestó Hades recordando las dulces palabras de aliento que Kayla le dio.

—Aww, eso te dijo ella. —Se nota que su conexión es más grande de lo que pensaba —declaró Raquel molesta. Hades rueda los ojos disgustado por esa actitud de Raquel lamentándose por no tener el valor para matarla.

—Ya cállate, Raquel, y largo de aquí. —La intenta correr el de ahí.

—No iré a ningún lugar. Tú me debes una explicación.

—¿Explicación de qué? —preguntó Hades ya enojado y frustrado.

—De nuestra boda —respondió Raquel.

—Bien, te la daré —hizo una pausa. Llenando sus pulmones de aire. —No puedo casarme contigo.

—¿Por qué?

—Como que por qué. Que no es obvio. No te amo —declaró Hades esperando que esa sea una respuesta suficiente para ella.

—Esa no es una razón. Porque desde que nos comprometimos era claro que no me amabas. Así que dime de una puta vez qué pasó con esa mujer en esa isla. —demandó Raquel con un tono de voz molesto y a la vez chillona como una niña malcriada.




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