Pérdida con el Ceo

Capituló 73 Estás embarazada

—¿Qué dice? —preguntó Kayla con mucha desesperación.

La doctora se vuelve a quedar callada. Baja la vista hacia los resultados, corroborando lo que dice.

—Es mejor que te sientes —habló la doctora. Kayla solo obedece sintiendo eso como una mala señal. —No sé cómo tomes esta noticia, pero los resultados dicen que estás embarazada.

Kayla abre los ojos, que casi salen de sus órbitas. Abriendo ligeramente la boca. Quedándose en shock por un momento.

—No es posible —declaró Kayla en shock.

—Sé que te resulta complicado de entender, pero sí tuviste sexo sin protección y sé que me dijiste que él no eyaculó dentro de ti. Sin embargo, si estuvo el tiempo suficiente, el líquido preseminal quedó en tu interior. Y aunque las probabilidades son bajas, no son imposibles bajo las condiciones adecuadas —la doctora la explica. Pero Kayla no presta atención a nada de eso. Su mente no oye; solo tiene las palabras "estás embarazada" grabadas sin detenerse.

Traga saliva con dificultad. Le duele mucho que esto le esté pasando. Estando tan cerca de poder casarse con Hugo. Y sale con esta estúpida situación.

Una idea vaga pasó por su mente al recordarlo. Lo que la consuela un poco. Y le haré un poco de luz al final de ese túnel.

—¿Cuántas semanas tengo? —preguntó Kayla con impaciencia. La doctora vuelve a bajar la vista a los papeles.

—Según los exámenes tienes tres semanas; estás casi entrando a la cuarta —le contestó la doctora con calma.

—Las pastillas también pueden fallar, ¿verdad? —argumentó ella viendo detenidamente a la doctora.

—Claro, ningún anticonceptivo es totalmente fiable.

—Entonces existe la posibilidad de que pueda estar embarazada de mi novio —expresó Kayla en susurro.

Pero a la cercanía con la doctora. Pudo escuchar lo que ella dijo.

—Perdón por meterme, pero ¿tienes más de una pareja sexual? —indagó la doctora, esperando no ser muy directa.

—Sé que no debería contarle esto, pero no tengo con quién más hacerlo. No tengo a nadie más que a mi prometido; sin embargo, tuve un desliz, un error del cual me lamento, con otro tipo —le cuenta Kayla omitiendo nombres. A la vez que deja salir una lágrima por su mejilla.

—Ya veo. Pero por curiosidad, hace tres semanas, ¿con quién de los dos tuviste relaciones primero, con tu prometido o con el otro? —indagó la doctora, lo que para Kayla le resulta muy extraño. Haciéndole una expresión diferente a la doctora. —Solo preguntó para poderte ayudar a saber de quién de los dos es el bebé que llevas en tu vientre.

Ella se queda pensando bien. Recuerda bien la última noche que estuvo con él. Y también viene a su mente el día que estuvo con Hades. Y se da cuenta de que fue en la misma semana. Cierra los ojos sintiéndose defraudada.

—¿Ocurre algo? —preguntó la doctora.

—Estuve con ambos esa misma semana —declaró Kayla con emociones encontradas. —Pero primero fue mi prometido. —dice ella. Esperando que la doctora le exprese las tan esperadas palabras que quiere oír. Pero la doctora solo la ve sin decir nada. —¿Qué ocurre?

—Sé que no te gustará escuchar esto, pero hay una probabilidad de que sea de tu prometido, como puede que sea de él otro. —Escuchar esa declaración lastima a Kayla. La doctora se da cuenta y sabe que ella no debe estar pasando por su mejor momento. Así que se le ocurre algo. —Kayla, te conozco de hace unos años. Sé que eres una mujer muy amable y que no eres de ese tipo de mujeres que engañan a sus parejas. Pero todas podemos cometer errores. Tienes dos opciones. —Kayla ve cómo la doctora saca dos cajas de pastillas. —Estas pastillas son las prenatales que debes tomarte si deseas seguir con el embarazo. Sé que no debería darte esto, pero por lo que estás pasando no es nada fácil. Así que te lo dejo como opción. Esta otra caja tiene una sola pastilla en su interior; para las semanas que tienes todavía, puedes tomarla para… abortar al cigoto. Será algo doloroso, pero todavía es pequeño y podrá salir con tu periodo.

Kayla ve ambas cajas. Su mente no puede aclarar su situación. Sus manos se mueven sin control en su regazo. La doctora ve cómo Kayla duda y ella comprende que no es una decisión sencilla de tomar.

—Llévate las dos. Solo recuerda: la caja de color rosa con la silueta de una mujer embarazada son las prenatales y la caja completamente blanca es la abortiva.

Kayla, con manos temblorosas, toma ambas cajas y las mete en su bolsa.

—Gracias —agradeció ella y se puso de pie caminando hacia la puerta.

—Kayla —la llamó la doctora. Ella, con la cabeza baja, volteó a verla.

—Sí.

—Sé que en estos momentos no sé si sea apropiado, pero como doctora me gustaría hacerte un ultrasonido antes de que te vayas. Es solo para comprobar si el bebé está bien. Pero si no quieres hacerlo, no te obligaré —mencionó la doctora. Pero los protocolos dicen que después de una prueba positiva de embarazo, lo indicado es que se haga un ultrasonido para saber que todo está en orden y si el feto tiene signos vitales.

Kayla se queda pensando, como si tuviera dudas de cuál es la mejor opción. Lleva sus manos hacia su vientre sin pensarlo y por muy complicado que sea controlar sus movimientos. Asiente con la cabeza.

La doctora se siente feliz de que ella acepte. Se pone de pie caminando hacia la puerta. La abre y le señala a Kayla para que salga.

Ambas caminan nuevamente por los pasillos hasta llegar a una habitación que está semioscura.

—Recuéstate en la cama, sube tu camisa y bájate un poco el pantalón —ordenó la doctora. Kayla obedece en total silencio—. Puede que sientas un poco de frío cuando te ponga el gel. —La doctora derrama un poco de gel sobre el vientre de la joven. Colocando después el aparato sobre el vientre. Lo mueve en todas direcciones. Mientras presiona algunas teclas sobre el mismo dispositivo. Para Kayla esos minutos son eternos; solo cierra los ojos esperando que todo esto sea una pesadilla. —Ahí está —manifestó la doctora.




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