Poco a poco se ha ido metiendo el sol; cada uno de los empleados se ha ido. Dejando la oficina en un completo silencio y oscuridad. Hugo, por su parte, sigue en su oficina muy impaciente de saber qué es lo que esa rubia trama. Escucha cómo unos pasos se aproximan.
Levanta la vista viendo por las paredes de cristal cómo se acerca esa mujer. Meneándose como si estuviera en una pasarela. Su cabello ondea como si intentara no pasar desapercibida. Y cómo el taconear de sus zapatos retumba haciendo eco en las paredes.
Hugo niega con la cabeza; no puede creer lo que sus ojos están viendo. Solo le ruega al cielo esperando que no haya nadie.
La puerta se abre. Entrando esa mujer. Quitándose los lentes. Dedicándole una sonrisa maliciosa al hombre que está a unos metros de ella.
—Déjame decirte que te ves bastante atractivo en esa silla —declaró llevándose el plástico de sus lentes a su boca y mordiéndolo con sus dientes frontales.
Hugo rueda los ojos ante el descaro de esta mujer.
—Ya, Raquel, déjate de cursilerías. Además de que no pudiste venir más discretamente, parece que tu propósito es que todos se den cuenta de que estás aquí —le reclamó Hugo con rabia y disgusto.
—¿Qué esperabas, que viniera con tenis y ropa deportiva?
—Claro que sí —confirmó Hugo.
—Como dirían, antes muerta que sencilla. Nunca en tu vida me verás así. A mí me han enseñado que, sin importar a dónde vayas, la primera impresión es la que cuenta —explicó Raquel echando su cabellera rubia por encima de su hombro.
Hugo solo deja salir un suspiro. Se frota los ojos con los dedos intentando calmarse y no perder la poca paciencia que tiene.
—Mejor dime qué querías enseñarme —cambio de tema.
—Así ya recordé —dijo Raquel sacando su móvil de su bolsillo. —Desde el momento en que vi cómo Hades miraba a tu novia en el crucero… —la interrumpe Hugo.
—Dirás mi prometida —la corrigió. Causando disgusto en ella.
—Bien, tu prometida sabía que esa mirada no era más que deseo; lo he visto por años y estaba segura de que iría detrás de ella —mencionó Raquel metiéndole suspenso a lo sucedido.
—¿Y eso qué? Conozco a mi prometida y todo lo que él y tú le hicieron en la escuela. Todo el bullying que le ocasionaron y estoy muy seguro de que ella nunca caería en los brazos de su abusador —manifestó Hugo diciendo todo sin dudarlo.
—Por lo visto ya lo sabes.
—¡Claro que lo sé! —levantó la voz. —Y déjame decirte que ustedes son unos desgraciados, infelices a los que les importa poco a quién lastimen.
—Ya deja el drama, Hugo. Éramos unos adolescentes divirtiéndonos. —Intentó defenderse Raquel. Pero esas palabras terminan de colmar la paciencia de Hugo.
—¡Divirtiéndose! Debería sacarte de mi oficina de los cabellos, zorra desgraciada.
—Tal vez deberías, y del cual me encantaría ver. Sin embargo, no lo harás. —mencionó Raquel retándole.
—¿Y cómo estás tan segura? —preguntó él con cierta maldad en su rostro.
—Porque sé que estás muy interesado en saber lo que pasó en esa isla. Al igual que yo, tú también sospechas que hay algo más que no sabes y del cual tu querida prometida no te cuenta —añadió Raquel con mucha cizaña.
—Habla o te sacaré de aquí —la amenazó.
—Conozco muy bien a Hades. Sé que cuando se obsesiona por una mujer no se detiene hasta obtener lo que quiere y aquí está todo. —Raquel hace clic en la grabación que obviamente ella modificó, dejando solo las partes más interesantes.
—¿Y a qué se debe ese cambio tan radical en ti? Tú no eres así.
Se escuchó primero la voz de Raquel. Seguido de la de Hades.
—No lo sé. Quizá estoy intentando ser diferente.
—No digas tonterías. He conocido a Hades Lara por años. Tú no tienes el valor para hacer todo esto. Esa osadía es ocasionada por otra razón y no soy estúpida, Hades. ¡Conozco tu debilidad y estoy completamente segura de que pasó algo entre tú y esa mujer! —se escuchó la voz de Raquel con enojo.
—Está bien, si eso quiere escuchar, te lo diré. Sí me cogí a Kayla. Y no te imaginas lo feliz y satisfecho que me sentí al hacerlo. Nunca antes había deseado a una mujer con tanto fervor como con ella. Desde el primer momento que la vi en el crucero deseaba tomarla. Y lo hice y fue magnífico.
La grabación se termina. La sangre del cuerpo de Hugo cae hasta sus pies. Su alma casi sale de su cuerpo. Se siente helado y completamente confundido. Una mezcla de rabia y tristeza lo acompaña. No puede creer que eso sea posible. No después de que ella le contara todo lo que sucedió con él. Esto es completamente incoherente y no tiene sentido. Siente que falta algo, pero es obvio que Raquel manipuló la grabación dejando lo más importante. Y no le interesa indagar sobre sus problemas con él. Pero respecto a Kayla, eso sí le interesa.
—La grabación es falsa —mencionó Hugo molesto sin creerle.
—No lo es. Puedes ir con quien quieras y todos te dirán que es verdad —se defendió Raquel.
—¿Y cómo la obtuviste? No creo que solo hayas ido con él y te dijera todo, ¿o sí? —la cuestionó Hugo, esperando sacarle la verdad. Ha comprobado que con esta mujer hay que tener cuidado.
—Tuve una pelea previa con él, pero no son asuntos que tú merezcas oír. Después de colmar su paciencia, él me lo dijo todo —le explicó Raquel. Lo que, por más complicado que le resulte de aceptar. Hugo siente que sí le está diciendo la verdad. Eso le molesta más porque, si es así, ¿cómo fue posible que no le haya dicho nada? Golpea la mesa esperando controlar cada una de sus emociones que se han desbordado. La rubia ve con atención cómo ese hombre. Tiene movimientos muy frenéticos. Sus manos tiemblan, su quijada se endurece. Se rasca la cabeza. Incluso se toca la cara con más manos. Sabe que está fuera de sí y es el momento perfecto para manipularlo. —Te enviaré la grabación a tu teléfono. —Raquel asciende su móvil enviando la grabación por mensaje. Pasan unos segundos y el sonido de notificación en el otro teléfono aparece. —Si dudas que digo la verdad. Ve con tu prometida y muéstrale. Si miento, ambos se casarán y vivirán felices para siempre.
Editado: 29.10.2025