Pérdida con el Ceo

Capituló 77 Infieles parte 2

—¿Entonces qué es lo que esperas que crea? —indagó Kayla seria y de cierta manera defraudada.

—Lo único que quiero que pienses es que lo hice por ti —reveló Hugo. Dejando en shock a la joven.

—¿Por mí? Yo, ¿qué tengo que ver en la mamada que te dio esa mujer? —le reprochó Kayla en voz baja para que los presentes oigan las vulgaridades que está diciendo.

—Cuando te perdiste estuve buscándote por días, iba con los equipos de rescate, pero de la nada llegó la familia Lara e hicieron que los equipos de rescate se retiraran. Ellos ya traían a la marina a su lado. No me dejaron ir con ellos a buscarte. Por más que lo intente no me permitieron y justo en eso Raquel me dijo que me entregara a cambio de permitirme estar en ese barco —le explicó Hugo, esperando que ella comprendiera su desesperación.

—Mmm, hay algo extraño aquí, esa loca nunca te habría propuesto eso a menos de que quiera algo de ti —añadió Kayla con cizaña. Sin dejar de ver a Hugo. Que se puede notar el nerviosismo en su rostro.

Toma la copa de agua de la mesa aclarando su garganta.

—Desde la noche que se perdieron no ha dejado de acosarme. Me contuve lo más que pude; la rechacé todas las veces posibles…

Kayla puede ver que lo que acaba de decir es verdad. Eso ya no importa en este momento.

—Creo que después de todo esa rubia sí tiene cerebro. Caíste en sus garras falsas. ¿Por lo menos obtuviste lo que te prometió? —curiosea ella esperando que por lo menos si haya obtenido algo.

Hugo no responde, solo niega con la cabeza. Dejando a Kayla más defraudada.

—Pero lo hice por ti —volvió a repetir a Hugo, señalando que él tenía una razón.

—Entonces solo por eso mereces ser perdonado. Con la absurda excusa de que lo hiciste por mí.

—No lo sé, puede ser —añadió él sin pensar.

Kayla hace una expresión de desagrado.

—Ahora entiendo que no me conoces bien. Nunca te hubiera pedido que te entregaras a ninguna mujer a cambio de mi vida. Prefería morir en el mar antes de que te rebajaras tanto. Me siento defraudada por eso, tantos años juntos para nada. —Dijo Kayla. Negando la cabeza.

—El sentimiento es mutuo; por lo menos en mi conciencia sé que lo hice por ti. Además, soy un hombre; no lo verán tan mal. A diferencia de ti, que tú abriste las piernas como una adolescente ingenua. Te enamoraste de tu verdugo y no pudiste ante sus encantos. La típica mujer con síndrome de Estocolmo —manifestó Hugo con mucho cinismo.

Lo que hace explotar a Kayla. Dándole una cachetada. Que hace que todos los presentes volteen a verlos. Asombrados por la escena. Que empiezan a murmurar entre ellos. A Kayla no le interesa lo que digan esos desconocidos. No permitirá que nadie la insulte o la haga sentir que es la única culpable cuando no es así.

Hugo enfurece por ese comportamiento; nunca nadie lo había avergonzado en público. Le toma la mano apretándola con toda su fuerza.

Kayla empieza a sentir cómo sus dedos empiezan a tronar. El dolor se vuelve cada vez más intenso. No aparta la vista de esa mirada llena de rabia. Hasta que el dolor es tan inmenso al punto de sentir que le quebrará la mano.

—Hugo, me estás lastimando —murmuró Kayla haciendo muecas de dolor.

Hugo la suelta, no por gusto, sino por murmullos y las miradas incómodas de los presentes.

—Si vuelves a golpearme, no responderé. Y menos de una promiscua que se enamoró del loco que la dañó tanto al punto de tener que cambiar su físico para amarse a sí misma —habló Hugo con rabia.

Esas palabras lastiman a Kayla en el punto más profundo de su alma.

—No me enamoré de él, pero sí lamento haberme enamorado de ti —expresó ella con tristeza. Hugo no dice nada más. Ella está lista para irse, pero recuerda algo más. Y aunque esté tentada a no decirle nada. Sabe que existe la posibilidad de que sea de él. —También hay algo más que debo decirte.

—Espero que no sean más sorpresas inesperadas —dijo en tono seco. Ella ignora sus palabras.

—Fui con la ginecóloga y al hacerme unos estudios me dijo que estoy embarazada —declaró Kayla.

—¡Que! —contestó Hugo impactado.

—Lo que escuchas, tengo casi cuatro semanas de embarazo —le contó Kayla.

—¿Y por qué me lo cuentas a mí? Sí, tengo bien entendido que cuando tú y yo teníamos sexo, siempre usaste anticonceptivos —mencionó Hugo recordando esas noches.

—Lo sé, pero me dijo la doctora que los anticonceptivos tienen una probabilidad de fallar —le continúa explicando ella.

—Ese bebé no es mío —declaró Hugo con seguridad y frialdad. —Mmm, ahora entiendo tus razones para estar aquí y no irte. Quieres echarme ese encargo a mí. ¿Cuándo con el hombre con el que tuviste sexo sin protección? Es otro.

—Eres un tonto, Hugo —dijo Kayla molesta.

—La tonta eres tú si crees que te iba a creer. Si no hubiera sabido lo que pasó en esa isla. Como idiota hubiera pensado que es mío. Me alegra mucho saber que no soy el padre de ese niño —recalcó Hugo mirando el vientre de Kayla.

—Si te lo cuento es porque existe el cincuenta por ciento de que sea tuyo como sea de él —le continúa explicando Kayla, esperando entienda.

—Creo que la que abre las piernas es la que sabe de quién es. —La vuelve a insultar Hugo.

—Vete al carajo. —Lo maldice ella. Se pone de pie. —Y te puedes quedar con él. Yo nunca me casaría con un hombre machista como tú.

Se quitó el anillo dejándolo sobre la mesa.

—Y yo no me casaría con una ramera —fue lo último que dijo Hugo.

Kayla ignoró sus palabras saliendo del restaurante. Afuera el agua aún cae. Sin importarle nada, sale a ese aguacero. Caminando por la calle sin rumbo alguno. Mientras que el agua empapa su cabello. Su ropa y su bolso.

Empieza a llorar. Al recordar todas las palabras que él le dijo. Por un momento creyó que él la entendería, la apoyaría y que saldrían de todo este enredo juntos.

Eso solo pasa en los cuentos de hadas con final feliz. La verdadera realidad es que los hombres pueden ser infieles o lo hacen por otros propósitos; esperan que solo por ser hombres tienen que ser perdonados. Pero cuando una mujer es infiel o comete un error como ella. Es la peor persona del universo.




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