Después de unas horas caminando entre la lluvia y la oscuridad. Escurriendo las lágrimas por sus mejillas que se mezclan con el agua. Las ráfagas frías del aire tocan su cuerpo, que está completamente empapado en agua. Ese frío no es nada a comparación del dolor que siente en su corazón. Ese profundo vacío en su pecho que se desplaza hasta la boca de su estómago.
Por un momento, el dolor en la boca de su estómago se vuelve más intenso. Que hace que se detenga en la calle. Coloca su mano en el árbol más cercano. Esperando que ese malestar se vaya. Hasta que el crujir de su estómago apacigua el dolor. Recordó que no ha comido nada desde hace un par de horas.
Y ahora con su embarazo, su cuerpo necesita más nutrientes para poder crear al bebé y mantener su cuerpo sano. Después comerá; por ahora debe seguir con su trayecto. Por fin, seguido de una hora de caminata entre ese aguacero, ha llegado a un edificio departamental. Tocando el timbre del apartamento. Espera un poco a que alguien le conteste. Pero nadie lo hace. Vuelve a tocar el botón sin parar.
—¿Quién demonios está tocando a esta hora? ¿Que no ve que hay personas que sí trabajamos? —por la bocina se escucha la voz gritona de su amiga Felipa. Ignorando sus regaños.
—Felipa, soy yo —responde con la voz quebrada.
Felipa se sorprende al oír la voz de su amiga. Después de cancelar la cita con ella, pensó que en estos momentos ella estaría en un momento con su novio. Al haber regresado de su desaparición en el océano.
—Kayla, ¿qué pasó? —indaga su amiga.
—Déjame entrar, por favor, no tengo dónde dormir y no quiero ir con mis padres en mi estado —declaró Kayla aún con la voz quebrada.
Dejando a Felipa asustada. No comprende lo que sucede.
—Claro, pasa. —acepta preocupada por ella.
Se escucha cómo el seguro de la puerta es quitado. Kayla entra al edificio. Yendo directamente por las escaleras, dejando a su paso un rastro de gotas de agua y charcos. Hasta llegar a la puerta donde su amiga la espera con sus típicas pijamas de conejitos. Cuando está frente a ella, su expresión cambia a una de total tristeza y angustia.
—Amiga, ¿qué pasó? —preguntó Felipa con un nudo en la garganta.
Kayla, sin poder responder, solo la abrazó con todas sus fuerzas. Llorando desconsoladamente en su hombro.
Felipa la consuela sin importar que la esté mojando. Pasa su mano por su cabello mojado. Mientras Kayla llora sin parar. Dejando salir todos esos sentimientos retenidos. Después de un par de minutos de pie en el umbral de la puerta. Kayla por fin entra en razón separándose de su amiga.
—Lo siento por levantarte a estas horas, Feli, pero eres la única persona a quien podía recurrir —se lamentó Kayla. Limpiando sus mejillas, pero es en vano; toda su ropa está mojada, así que solo empeora el asunto.
—Por ti, amiga, no importa, pero ven, pasa. Tómate un baño caliente para que no te vayas a resfriar —ambas entran al departamento. Yendo directamente hacia la habitación de Felipa. Le suelta la mano para ir hacia su clóset. Sacando una pijama y una toalla limpia. Se gira y ve a mi amiga de pie con el rostro mirando hacia el piso y su expresión completamente devastada. Se acerca a ella tomando su mano. —Todo va a estar bien, amiga. Recuerda que no hay mal que por bien no venga. —Las palabras de su amiga le dan un poco de consuelo a Kayla. Que levanta la vista mirando el rostro alegre y preocupado de su amiga.
—Tienes razón —asintió Kayla.
—Ten, ve a tomarte un baño caliente. Mientras iré a prepararnos una sopa y cuando termines me cuentas todo —dijo Felipa sin soltar la mano de su amiga.
—Está bien —aceptó Kayla tomando la ropa que traía su amiga en sus manos.
Cada una agarra diferente trayecto. Kayla entra al baño. Dejando la ropa encima del retrete. Dejando su bolso y despojándose de toda su ropa mojada. Al estar completamente desnuda, se acerca a la regadera. Abriendo la llave, cayendo agua fría. Poco a poco, con ayuda de la llave, el agua se torna tibia. Él está en ese punto exacto. Entra sonriendo; como el agua se siente mucho más caliente de lo que espera.
Sabe que es normal; su cuerpo está más frío de lo normal. Así continúa dejando que el agua caliente cada parte de su cuerpo. Se queda ahí recordando todo lo que le acaba de pasar en tan pocas horas. Deja salir un suspiro y seguido empieza a llorar sin parar.
Le duele mucho todo lo que Hugo le dijo. La hizo sentir como toda una prostituta. Como si no valiera nada. Y no puede creerlo el que fue el hombre que la ayudó tanto en esos momentos en los que se encontraba completamente indefensa.
Deja de llorar al darse cuenta de que ya no vale la pena estar llorando por un hombre así. Se apresura a bañarse.
Al terminar, sale de la regadera. Agarrando la toalla, limpiando el agua de su cuerpo. Al terminar, agarra la pijama que le dio su amiga. Al entenderla, se da cuenta de que el estampado es de gatos en el espacio. Solo niega con la cabeza, pero al no tener más ropa que ponerse, se la coloca.
Le quita la humedad excesiva a su cabello y sale del baño. Yendo directamente hacia la cocina. Donde, al irse acercando cada vez más, puede oler el delicioso aroma de sopa de pollo con verduras. Lo que delicioso inmediato le hace crujir el estómago.
Felipa, que está moviéndose en la cocina. Se la da vuelta viendo a su amiga de pie a pocos centímetros de la mesa.
—Siéntate, la sopa está lista —menciona Felipa.
Kayla obedece lo que su amiga le acaba de decir y se acerca a la mesa, tomando asiento en la silla más cercana. Su amiga le coloca el tazón con la sopa que ella había olido hace unos instantes.
Felipa regresa por su razón y se sienta frente a su amiga.
Ambas comen. Felipa se da cuenta de que Kayla come con calma, pero lo hace. Lo que la consuela de cierta manera. Al finalizar, Felipa aparta los tazones.
—Gracias por la comida, amiga, estaba deliciosa —agradece Kayla mientras ve cómo su amiga deja los platos en el lavado.
Editado: 29.10.2025