Hugo aún sigue en el restaurante. Su vista no se ha apartado de ese anillo que aún sigue sobre la mesa. No deja de pensar en todo lo que le dijo a Kayla y lo que ella le dijo a él.
La culpa lo carcome. Su ira lo ha cegado al punto de insultar a la mujer que más ha amado. Pero tampoco puede olvidar cómo es que ella se entregó a ese hombre. No puede olvidar cómo es que él la hizo suya, cómo es que gemiría su nombre mientras estaban en esa isla.
Esos pensamientos no lo dejan tranquilo. Pide varias botellas de licor, bebiendo una a una. Hasta que ha perdido la razón.
—Señor —escucha que alguien le habla. Levanta la vista y ve a uno de los trabajadores del restaurante.
—Sí —responde con dificultad.
—Ya es tarde y ya vamos a cerrar. Así que le pido que si puede dejar el lugar. —Hugo solo asiente con la cabeza. Se pone de pie con dificultad, dándose la vuelta para salir de ahí. —Señor, se le olvida esto. —Vuelve a llamarle la atención el hombre. Él se da la vuelta y ve cómo él entrega algo con la mano. Hugo lo toma y, al sentir ese frío en su palma, se estremece. No dice nada y solo se va.
Durante el trayecto, por muy extraño que resulte, siente cómo ese metal empieza a quemar su piel. Volviéndose incómodo para él. Sale del lugar; afuera aún está lloviendo. Eso no le importa y solo se va directo hacia su auto. Donde al entrar tira el anillo en el portavasos. Busca sus llaves. Por la ventana pasa un auto con un letrero que llama su atención. Hotel Castillo.
Recordando lo que Raquel le dijo. Que estaría ahí esperándolo.
Por un momento duda, pero el alcohol en su cuerpo lo motiva a seguir. Mete las llaves y pone el vehículo en marcha. Su mirada se torna borrosa. Con dificultad y siendo un milagro, Hugo llega al hotel. Baja yendo directo hacia la puerta. Llegando hasta la persona que está en la recepción.
—Buenas noches, señor, busca una habitación —habla el hombre a cargo.
—Buenas noches, no busco a una persona, Raquel Olmos.
—Lo siento, señor, pero no puedo darle esa información —dijo el hombre.
—Dígale que el señor Hugo Gonzales la busca. —Al decir eso, el hombre cambia de actitud.
—Señor Gonzales, la señorita Olmos ya lo espera en su cuite; es la habitación 301 —dijo el hombre señalando el ascensor.
Hugo no dice nada y, tambaleándose, entra al ascensor. Presiona el último piso. Durante unos minutos, Hugo solo ve su reflejo demacrado en el espejo. Se lamenta por lo que ve y solo baja la vista.
Al abrirse la puerta, continúa caminando con dificultad por el pasillo hasta detenerse en la puerta con ese número. Con los nudillos toca la puerta dos veces.
Los pasos en el interior no tardan en llegar. Abriendo la puerta, esa rubia usando una bata de seda rosa.
—Sabría que vendrías —dijo Raquel colocándose en una posición sensual.
—Tenías razón, ella es peor que una zorra, incluso sensual; ha dejado…
—Shhh —expresó Raquel. —No tienes que decir más. Entra, yo me encargaré de que olvides todo eso.
Tomó su mano llevando a Hugo hasta el interior de la suite. La puerta se cierra detrás de ellos. Raquel, aún jalándolo de la mano. Lo lleva hasta el sofá más cercano. Donde lo sienta y empieza a desvestirlo. Quitando prenda por prenda hasta dejarlo solo en ropa interior.
Hugo ni siquiera pone objeción alguna. Su mente no sabe en dónde está; solo recuerda las palabras embarazada" que no lo dejan en paz.
Raquel se encuentra más que feliz de que Hugo no diga nada y ella no desaprovechará esa oportunidad para obtener lo que tanto desea. Comienza a acariciar su cuerpo. Besando cada zona visible. Uniendo sus labios, lo que a Raquel deja más que encantada al sentir cómo él ha correspondido a su beso. Poco a poco siente cómo ese miembro se vuelve cada vez más duro. Y sin perder tiempo. Se coloca a horcajadas sobre él. Apartando el fino filo que pasa por su vulva. Le coloca un poco de saliva a la zona y se deja caer sobre ese miembro. Empieza a moverse sin parar y disfrutando de lo que tanto había deseado y por lo que trabajó tanto.
Después de un buen sexo. Hugo está completamente dormido sobre el piso de la sala. Raquel está recostada a su lado pasando su mano por su pecho, que es tan perfecto. Se siente feliz de lograr su cometido.
Cuando escucha cómo Hugo empieza a hablar dormido.
—Eres una zorra —dijo en sueños lo que hace sentir bien a Raquel. —Ese Niño no es mío —volvió a hablar confundiendo a la rubia. Se queda quieta esperando a que él siga hablando. —Solo una mujerzuela se dejaría embarazar de su verdugo.
Raquel se queda en shock al oír eso. No puede ser que Kayla esté embarazada de Hades. No, eso no puede ser posible. Aunque la duda sigue, sabe que si ellos tuvieron algo en esa isla, es obvio que ninguno traiga algún condón o algo. Lo que la enfurece. Apartándose del lado de Hugo.
Pensando en cómo averiguar si eso es verdad.
—Debo hacer algo…
Al día siguiente, Hugo despierta sintiendo el cuerpo completamente adolorido. Ve que está tirado en el piso completamente desnudo. Se levanta repentinamente sintiendo un dolor en su cabeza debido al alcohol. Con dificultad ve en todas direcciones, dándose cuenta de que no está en su departamento. Se pone de pie asustado viendo su ropa tirada sobre el sofá. Se la coloca con rapidez. Buscando por todas partes a alguien. O algo que le indique qué fue lo que hizo.
Sobre la mesa ve una nota. Se acerca abriendo el sobre y leyendo su contenido.
“Lo siento, mi amor, me tuve que ir por asuntos personales. Pero estuviste genial anoche, fue el mejor sexo de mi vida”. Te ama mucho, Raquel.
Esa noche deja en shock a Hugo. No puede ser que estuvo con Raquel. No recuerda nada de lo que hizo anoche. Pero ha sido de nuevo un idiota al venir aquí después de pelear con Kayla.
Y de nuevo el sentimiento de culpa lo invade. Sale de esa habitación. Entrando al ascensor. Saliendo por la puerta principal. Viendo si auto estacionando enfrente.
Editado: 29.10.2025