Pérdida con el Ceo

Capituló 85 Claro que se casará

Hades permanece inmóvil en ese sillón; su mirada se fija en la ventana, en esos árboles, pensando en cómo ella lo ha rechazado otra vez. Él se queda ahí por un largo tiempo. Sus hombres que se encuentran afuera en la calle comienzan a preocuparse por su jefe. Después de que vieron cómo la mujer se iba, creían que él no tardaría mucho en bajar, pero ya han pasado algunas horas desde que se fue y eso empieza a alarmarlos. Uno de ellos está listo para ir a ver si todo está bien cuando lo ve salir por la puerta.

—Señor, ¿se encuentra bien? —indagó él, un tanto preocupado.

—Sí, vámonos —dijo Hades con tono serio.

El guardia no lo cuestionó más. Solo le abrió la puerta. Él se metió en el lugar del piloto poniendo en marcha el vehículo.

En la distancia, escondido entre los arbustos, se levanta un hombre completamente vestido de negro. Saca el móvil marcando. Espera impaciente que su llamada sea contestada.

—¿Qué pasa? —contestó la voz de la rubia.

—Señorita Olmos, le tengo una noticia espectacular.

—¡Habla! —demandó la mujer.

—Seguí a la mujer como me ordenó; fue a la clínica por unos chequeos por su embarazo, pero al salir, el auto del señor Lara la esperaba en la entrada. No sé de qué hablaron; se miraba que discutían —hizo una pausa para agarrar aire. —Segundos después ella entró al auto del señor Lara. Los seguí hasta las afueras de la ciudad, cerca de la parte boscosa, donde se detuvieron en un departamento. Ambos bajaron y entraron al lugar. Transcurrieron unas horas y solo la mujer bajó. Él tardó más tiempo, pero al final se fue.

Raquel se quedó callada. Escuchar todo eso la enfurece; solo le confirma que ese bebé sí es de Hades. Porque no cree que solo haya ido por una noche de pasión. Ahora más que nunca tiene que apresurarse. Antes de que él se le adelante, tiene que ganarle primero. Había pensado en mandarla matar, pero no quiere ensuciarse las manos. Tiene una mejor idea. Sabe quién es capaz de eso y más…

—Sigue al señor Lara e infórmame si él va hacia la mansión de su padre —mencionó Raquel.

—Sí, señorita, también le enviaré una fotografía que les tome a ellos juntos. Cuando llegaron al edificio.

—Si está bien, ve a hacer lo que te ordene —expresó Raquel, enojada, finalizando la llamada.

Se coloca su abrigo con rapidez. Saca del cajón la carpeta con toda la evidencia que necesita. Baja las escaleras con paso apresurado y se acerca a la puerta, saliendo por la puerta principal de la casa de sus padres.

—¡Enciendan el auto! —gritó a uno de sus hombres. Que corre hacia el auto haciendo lo que la mujer le ha ordenado. Raquel sube al auto sin esperar que nadie le abra la puerta. —Hacia la mansión del señor Fausto Lara —ordenó la rubia.

Raquel mira su teléfono, esperando que Hades no haya ido a la casa de sus padres. Poco a poco se acercan cada vez más a la zona. Hasta detenerse en la gigantesca puerta de metal. Los guardias, al ver a la mujer, abren la reja. El vehículo se detiene a pocos metros de la puerta principal.

Raquel baja acercándose hacia la entrada. Antes de tocar, respira hondo, se coloca unas cuantas gotas en los ojos y por fin toca.

Segundos después, uno de los de servicio le abre y, sin siquiera esperar a que la inviten, ella corre hacia el interior.

—¡Señores Lara! —voceó con fuerza.

—Cálmese, señorita Olmos, no grite —dijo la mujer de servicio que la ha seguido.

—No me voy a calmar, necesito hablar con los señores Lara —le dijo a la mujer y continuó caminando hacia las escaleras. —¡Señores Lara!

—¿Qué es todo ese escándalo? —se escuchó la voz de la madre de Hades que ha salido de una habitación continua.

—Señora, necesito hablar con usted —mencionó Raquel entre llantos fingidos.

—¿Qué ocurre, porque estás así?

—Es sobre Hades —declaró Raquel.

—Ahora que hizo ese tonto —se escuchó la voz de Fausto, siendo seguido por su hijo Javier.

—Señor Fausto, es una pena que venga con estos problemas, pero no tengo a dónde más ir —dijo la rubia fingiendo tristeza.

—Ya, niña, ya omitamos eso y dime, ¿qué hizo Hades? —la interrumpió Fausto porque odia cuando las personas solo le dan vueltas al asunto.

—Algo terrible.

—Dilo de una vez —voceó Fausto asustando a Raquel.

—Señor, me acabo de enterar de que él va a tener un hijo —declaró la rubia con desesperación.

—¿Qué? —dijeron todos en unísono.

—Lo que escuchan, aquí tengo toda la evidencia de lo que hablo —levantando la carpeta. Fausto se la arrebata viendo todo su contenido.

—Ese infeliz —masculló Fausto molesto.

Natalia se acerca a su suegro tomando la carpeta, viendo los exámenes hechos a una mujer que se llama Kayla León, que salieron positivos, junto con el ultrasonido donde se mira ese diminuto punto. Enfurece porque sabe bien quién es esa mujer. La pobretona. Que venía con él al bajar del barco.

—Espera aquí, no dice nada sobre mi hijo —protestó Natalia, intentando limpiar el nombre de su hijo. Si la prensa se llega a enterar de esto, sería una bomba y dejará a su familia manchada de por vida.

—Sí lo sé, pero esta tarde él fue a buscar a esa mujer y la llevó a las afueras de la ciudad a un edificio departamental. Que no está más que claro que él está aceptando que es padre —les explicó Raquel, entregando una fotografía donde ambos han entrado al edificio.

—No, esto no es posible —declaró Natalia, sintiéndose devastada por lo que escucha. —No puedo creer que mi hijo sea el padre de ese bastardo.

—A mí también me duele eso, señora Natalia, pero es más que obvio que eso es verdad y ahora entiendo por qué él ha estado negado a casarse conmigo. Incluso le muestro esta imagen —encendió su teléfono y le mostró la fotografía que me envió el hombre. —Aquí puede ver cómo ellos bajan del auto tomados de la mano.

—No, eso no es cierto. ¡Me niego a creerlo! —expresó Natalia gritándole a Raquel.

—Ya deja de defender a tu crío, que no ves que es más que evidente que es verdad —habló Fausto, molesto. —Y ni se te ocurra decir otra palabra. Porque si esto está pasando, es tu culpa por no haberlo criado como se debe.




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