Pérdida con el Ceo

Capituló 86 Te casaras mañana

Javier camina por los pasillos de la mansión. Dirigiéndose hacia su oficina. Para cumplir con la orden de su padre. Ahí fue donde dejó su móvil. Su mente está llena de dudas mientras se acerca. No le agrada la idea de su padre, no está de acuerdo con casarlo a la fuerza con esa mujer tan mimada, pero no tiene idea de qué hacer al respecto. Pero sabe que si no le habla, su padre es capaz de ir por él y prefiere que su hijo venga y pueda oír lo que tiene planeado. Con la esperanza de ayudarlo.

Recuerda cuando escuchó que su hijo sería papá; no puede negar que sí le impactó, pero se puso feliz en el fondo, aunque triste al conmemorar que él no actuó de la misma manera cuando supo que sería padre. Dándose cuenta del pésimo padre que ha sido.

Al fin llega a la oficina, toma el teléfono, marcando el número de su hijo. Espera paciente unos segundos hasta que se escucha que contestan.

—Hola, papá —habla Hades con tranquilidad.

—Hola, hijo, ¿dónde estás? —preguntó algo dudoso Javier.

—Voy hacia mi departamento. ¿Por qué?

—Tu abuelo quiere hablar contigo —declaró Javier, todavía nervioso.

—¿Ocurre algo? —curioseó Hades. Javier se queda pensando si decirle o no. Al final se arma de valor; no puede permitir que le hagan algo a su único hijo. Mira a todos lados esperando que nadie lo escuche.

—Si ocurre algo, Raquel vino a la casa toda alterada diciendo que ibas a tener un bebé con la mujer que te perdiste —le cuenta Javier con miedo de que alguien lo pueda oír.

—¿Qué!

—Lo que escuchas, hijo, tu abuelo está molesto y quiere que vengas porque te obligará a casarte mañana con Raquel —le informo en voz baja.

—Y lo hace para que no termine con Kayla, ¿verdad?

—Lo más probable, pero es mejor que vengas y tú escuches lo que tenga que decirte.

—Está bien, iré —aceptó Hades.

—Cuando te diga que te vas a casar, por favor, finge que no sabes nada.

—Claro, papá, no te preocupes y gracias por decirte todo esto —agradeció Hades de manera amable. Lo que conmueve a Javier. La llamada se termina. Y Javier se queda quieto, pensando en lo que acaba de hacer. Y es que no quiere ser parte de esto.

Hades, que va en el auto, se molesta pateando el asiento.

—Maldita seas, Raquel —murmuró Hades con rabia. —Cambio de planes: iremos a la mansión de mis padres —le informo al chofer.

—Claro, señor.

El vehículo gira a la derecha en otra calle para cambiar de rumbo. Durante el trayecto permaneció en silencio, pensando en todos los escenarios posibles que pueden pasar cuando llegue a esa casa. Sabe que las posibilidades de que su abuelo quiera dañar a Kayla son relativamente altas. Y está casi seguro de que esa será su forma de manipularlo para que se case con ella. Tiene que pensar en algo si esa es la razón para hablar con él.

Al llegar a la mansión. Bajó del auto yendo directamente hacia la puerta principal. Entro después de dar un respiro y fingiendo que todo está bien.

—Hola, señor Hades, su abuelo lo espera en la sala de estar —lo recibió uno de los de servicio.

—Gracias, iré para allá.

Hades se fue hacia esa habitación. Entro con una acritud serena. Viendo a su abuelo de pie al lado de la mesa de bebidas. Su madre está ahí hecha un mar de lágrimas y su padre está sentado en un rincón.

—Hola a todos, ¿qué ocurre, por qué están tan serios? ¿Y por qué lloras, mamá? —indagó Hades, fingiendo.

—Todavía lo preguntas, que no ves que todo esto es tu culpa —habló Natalia, enojada con él.

—¿Y ahora qué hice? —preguntó él.

—¿Cuándo nos ibas a decir que vas a ser padre? —dijo Fausto viéndolo con rabia.

Hades traga saliva y se queda callado, fingiendo que eso lo ha tomado por sorpresa.

—¿Cómo lo saben?

—Eso es lo de menos y de una vez te digo que mañana te casarás con Raquel.

—¿Que claro que no? —se niega Hades. —No puedo casarme con ella sabiendo que voy a ser padre. Y además, yo amo a Kayla.

—No puedo creer lo que escucho; de una vez te digo que no aceptaré a esa mujer bajo mi techo y mucho menos que le des el apellido a ese bastardo. Si espera sacar algún beneficio de nosotros, se las verá conmigo. Y si intentas ir detrás de ella, te decepcionaré y te dejaré en la calle —mencionó Fausto, molesto.

—No me importa nada de eso, abuelo, yo no me casaré con Raquel.

—Está bien, si no lo haces, entonces me veré obligado a matar a esa mujer y a tu hijo —lo amenazó Fausto, molesto.

Javier se queda en shock al oír eso. No puede creer lo que su padre está haciendo.

—No te creo capaz de ensuciarte las manos —añadió Hades, dudoso de las intenciones de su abuelo.

—Sabía que dirías eso. Verás, mientras esperábamos a que llegaras, le hablé a mi entrañable amigo, el sargento Benavides. Y me pidió de favor que fuera al edificio del frente donde vive esa mujer con su amiga y le apuntara con un arma, listo para dispararle cuando yo se lo indicara. Así que si no te presentas mañana en el altar, despídete de tu amada y de tu bastardo —informó Fausto, sonriente de ver la expresión de impacto en el rostro de su nieto. Hades se queda callado un momento. Piensa con calma qué es lo que hará. Y solo se le ocurre una sola cosa.

—Y si lo hago, me prometes que no le tocarás ni un pelo a ninguno de los dos —indagó Haded con seriedad.

—Tenlo prometo —dijo Fausto, pero en su interior sabe que no es verdad.

—Está bien, lo haré —acepta Hades.

—Bien, pero no creas que podrás verlos. Te olvidarás de ellos para siempre —añadió el anciano porque sabe que cuando su nieto se case, lo primero que hará es desaparecer a esa mujer.

—Está bien —confirma Hades con seriedad.

—Perfecto, brindemos por tu boda y lo siento si no tienes una fiesta de despedida de soltero. Creo que ya te divertiste demasiado —agregó Fausto. —Esperen aquí, iré por una de mis mejores botellas.

El anciano se fue de la habitación. Natalia, por su parte, se siente defraudada por lo que su hijo acaba de hacer. Se acerca con calma. Hades la ve con los ojos rojos por tanto llorar.




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