—Hemos interrumpido su programación local para poder darles una noticia que nos ha tomado a todos por sorpresa, y es que el distinguido señor Hades Lara contraerá nupcias con la señoría Raquel Olmos esta misma tarde —habló la mujer en la televisión.
Kayla y Felipa voltean hacia la tele, ya que se encuentran al otro extremo de la habitación organizando todo para la cena con sus padres.
Kayla se siente triste, pero en el fondo sabía que era inevitable que él se casara. Además, no está segura de que ella haya podido estar con él. Ambos son tan diferentes. No pertenecen a estar juntos. En especial porque ella aún sigue marcada por el pasado. Y solo le desea que sea feliz con esa mujer.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Felipa dejando de poner los platos en la mesa y acercándose a su amiga.
—Claro que sí, sabía que él y yo no podíamos estar juntos. Pero apresuremos, mis padres llegarán pronto y será difícil explicarles que el padre de mi bebé se casará hoy, pero ya no puedo ocultarles lo que sucede.
—Está bien, amiga.
Felipa le agarra la mano. Ambas se sonríen con gentileza y continúan en lo que estaban. Aunque a Kayla de cierta manera sí le sigue incomodando, a pesar de eso continúa con lo que estaba.
En el edificio del frente, el sargento Benavides se encuentra mirando por el lente de su arma que apunta hacia la ventana del edificio del frente. Donde ve pasar a esa castaña y a otra mujer que no le interesa saber quién es.
Si está aquí es porque sí, amigo Fausto Lara, lo contactó ya tarde y le dijo todo lo que estaba pasando. Y una ira creció en su interior. Al enterarse de que esa mujer lleva el bebé de Hades. Cómo es eso posible. Esa zorra es más astuta de lo que creía; se nota que está desesperada por tenerlo a su lado.
Pero él no permitirá que eso suceda. Hades es solo para él. Por eso está aquí esperando la orden de su amigo. Al terminar la boda le meterá una bala en la cabeza a esa mujer. Aunque saber la noticia de que se casará esta misma tarde no es de su agrado. Sin embargo, su amigo Fausto le aseguró que Raquel no sería aún impedimento para que él pudiera estar cerca de él. Eso lo reconforta y lo motiva a seguir ahí.
Le alegra no estar en esa boda; sería bastante difícil para él ver cómo él se casa, pero en fin, tiene que pasar y que sea pronto. Quizá en un futuro se anime a eliminar también a esa rubia; lo tendrá en la mente.
Al otro extremo de la ciudad, Raquel está en la casa de sus padres; una mujer la maquilla mientras otra la está peinando. Se encuentra más que feliz de ver cómo poco a poco la visten, le quitan la bata blanca mostrando su cuerpo usando una lencería blanca bastante sexy que le preparó especialmente para Hades.
Las mujeres a su servicio le colocan con calma un espectacular vestido blanco, pegado a su cuerpo, con escote en forma de corazón; se acentúan sus pechos perfectos. La falda en corte sirena. Las zapatillas a juego. Un collar de perlas que su madre le entregó junto con unos pendientes iguales. Y por último, una linda tiara estilo princesa unida al fino y delicado velo de novia. Que cae por su rostro.
Por último, el toque final: una de las mujeres abre una caja blanca con un moño dorado. En el interior hay un bello ramo de flores blancas unidas con un listón azul. Lo toma y se lo entrega a Raquel. Ella voltea hacia el espejo encantada de lo que mira.
Alguien llama a la puerta. Una de las mujeres abre entrando los padres de Raquel. Que quedan estupefactos al ver a su hija completamente vestida como una novia.
—Hija, te ves bellísima —exclamó su madre llevándose la mano hacia la boca. Controlando sus emociones—. Te dije que solo tú podrías ser la esposa de Hades Lara y no me equivoqué. Estás a punto de lograrlo.
—Sí, hija, en pocas horas serás la señora Lara, la mujer más poderosa, deseada, envidiada de toda la sociedad —añadió su padre mirándola con admiración, pero más bien porque sacará provecho de esta boda.
—Gracias, padres. —agradeció Raquel sintiéndose encantada de por fin oír esas palabras tan bonitas de sus progenitores.
—Vayámonos, entre más pronto lleguemos, más rápido se dirá el sí aceptó —mencionó el hombre.
Los tres salen de la habitación, caminando por los pasillos de la casa, sintiéndose más que alegres, cada uno con su propósito propio, pero todos inician con la boda entre Raquel y Hades.
Suben al auto listos para salir rumbo al lugar donde se llevará a cabo la boda.
Entre tanto, Hades está preñando, luciendo su traje de color blanco, así como Raquel lo había decidido. Su expresión no es más que tristeza. No me agrada para nada lo que está viendo. Antes no le habría importado con quién fuera que se casara. Sin embargo, ahora es diferente. Conoció una parte de él que nunca antes había visto. Y todo con ayuda de Kayla; ella logró tocar cada fibra de su ser. Cambiando cada pensamiento y haciendo que ahora sus ideas no concuerden con las de su familia. Y si hace esto, es principalmente por el bien de su bebé que crece en el vientre de la mujer que lo ha dejado cautivado. Solo quiere el bien para ambos y no le importa que sea a costa de su felicidad.
Aunque en el fondo tiene una pequeña esperanza de salir libre de todo esto. Anoche le rogó a su padre que lo ayudara y se negó a hacerlo. Aun así, le contó cada detalle de su plan por si él cambiaba de opinión. Espera y lo hace solo; él tiene su vida en sus manos.
—Espero que estés listo.
Hades escucha la voz de su abuelo. A través del espejo mira a ese anciano de pie en el umbral de la puerta, posando con su típica ropa elegante y su semblante serio y amenazante.
—No lo estoy, pero tengo palabra y espero y tú también la tengas —añadió Hades sin seriedad.
—Claro, no le tocaré ni un pelo a tu mujer ni a tu bastardo —volvió a repetirlo Fausto, sabiendo en su interior que es completamente mentira.
Hades voltea a verlo un tanto dudoso. No le quita la mirada. Ambos hombres se ven fijamente sin ceder alguno. Hades al final baja la vista y se acerca a la puerta. Se detiene al lado de su abuelo.
Editado: 13.11.2025