Pérdida con el Ceo

Capituló 88 Sorpresa en la boda

Hades aprieta la quijada molesto por las declaraciones de su abuelo. Empuña la mano listo para darle un buen golpe, pero se detiene de hacerlo; sabe que si lo hace, puede ser la razón suficiente para ordenarle a su amigo que le dispare a Kayla y no quiere que eso pase.

—Eso es lo único que tenemos en común, el odio hacia el otro, pero que te quede claro que después de esto nunca quiero hablar ni verte en mi vida —le aclaró Hades empezando a caminar.

—Como si eso me importara —respondió Fausto al verlo irse.

Hades solo lo ignora y continúa caminando hasta bajar las escaleras. Caminando a toda velocidad, saliendo de la casa y subiéndose en el auto.

Fausto calma un poco sus nervios y sigue a su nieto. Pero en la habitación de al lado, Javier ha escuchado la conversación que ambos han tenido. Quedándose más que molesto por lo que escuchó. Y no puede creer que la violación de Hades sea obra de su padre. Esto último es la chispa que él necesitaba para hacer lo que su hijo anoche le rogó. Sigue a su padre; ve que baja las escaleras; él lo sigue de manera silenciosa. Viendo que entra en la oficina. Se queda escondido afuera viendo por una abertura de la puerta cómo su padre ha dejado su móvil en la mesa y ha entrado al baño que está en la habitación.

Aprovecha esa oportunidad para entrar. Tomando ese móvil, buscando lo que necesita. Comienza a escuchar los pasos de su padre. Dejando el teléfono en el mismo sitio donde lo tomó. Camina con prisa escondiéndose debajo del escritorio. Oyendo cómo los pasos se vuelven cada vez más fuertes, volviéndose a un lado de él.

Javier contiene la respiración, no quiere ser descubierto.

Por suerte, Fausto salió de la habitación. Javier también aprovecha para salir de su escondite.

Fausto llega a la sala, viendo a Natalia vestida elegantemente, espesándolos a los dos.

—¿Dónde está Javier? —preguntó el anciano a la mujer que no deja de acomodar sus guantes.

—No lo sé, creí que estaba con usted —contesta Natalia.

—Javier es igual de inútil que su hijo —murmuró Fausto molesto.

—Aquí estoy, padre, estaba en el baño.

Entró Javier por otra puerta para que nadie sospeche dónde estaba.

—Vámonos o llegaremos tarde —el anciano los regaña a ambos y sale por la puerta principal donde los guardaespaldas los esperan.

Natalia sube al auto, seguido de Fausto; Javier no lo hace, solo se queda de pie antes de entrar.

—Entra, Javier —lo regaña Fausto.

—Se me olvidaron los gemelos de mis magas; váyanse, en un momento los alcanzo —declaró Javier. Corriendo hacia el interior de la mansión.

Fausto solo niega con la cabeza y le hace una señal para que se vayan. Javier sale detrás de la puerta cuando ve que el auto se va.

—¡Preparen el auto! —gritó Javier.

Los pocos guardaespaldas que han quedado son personas fieles a Javier. Fue muy meticuloso para que el plan saliera como Hades le había indicado. Sube al auto y salen de la casa a toda velocidad.

En el salón donde se llevará a cabo la boda. Los pocos invitados ya han llegado y es cómo cambiaron tan rápidamente todo; solo fueron muy pocos los que aceptaron venir. Los músicos ya están listos para tocar. El juez está esperando junto al novio a que la novia llegue. La madre de Hades, su abuelo y los padres de Raquel ya están listos. Aunque a Fausto se le hace extraño no ver a Javier, ya ha pasado un buen rato y él no ha llegado.

En ese momento la marcha nupcial se escucha. Todos se ponen de pie volteando a ver hacia atrás, donde Raquel se acerca caminando calmadamente, siendo acompañada de dos niños que tiran pétalos delante de ella.

Hades no sonríe ni mucho menos hace alguna expresión; solo se queda mirando a esa rubia, estando completamente molesto y decepcionado.

Mira en todas direcciones esperando encontrarse con su padre, pero no lo ve. Comienza a pensar en lo peor, creyendo que quizá no logró lo que le pido o no quiso.

Poco a poco, Raquel llega al lado de Hades. Él solo por cortesía le ofrece la mano. Acercándose al juez. Todos los presentes se sientan. Y la ceremonia comienza. Hades ignora todo lo que ese hombre dice. Mientras que Raquel no deja de verlo sonriente de por fin ser la esposa de un Lara.

—Señorita Raquel Olmos, ¿acepta usted a Hades Lara para honrarlo, respetarlo en las buenas, en las malas, en la salud y en el dolor hasta que la muerte los separe? —preguntó el juez hacia la rubia.

—Si aceptó —dijo Raquel encantada.

—Ahora usted, señor Hades Lara, acepta a esta mujer como su esposa, para honrarla, respetarla en las buenas y las malas, en la salud y en el dolor hasta que la muerte los separe.

Hades se queda callado. Voltea hacia atrás y en ese preciso momento ve entrar a su padre. Que asiente con la cabeza indicándole que ha hecho lo que le dijo. Hades sonríe feliz. Volteó a ver hacia uno de sus hombres haciéndole una señal con la cabeza. Luego regresa la vista hacia el frente, viendo al juez con alegría.

—No, señor, no aceptó casarse con esta mujer —declaró Hades encantado.

—¿Qué te pasa, Hades? —preguntó Raquel quitándose el velo de la cara.

—Lo siento, bueno, no lo siento. Tú sabías bien que no siento nada por ti; aun así, aceptaste estar aquí, así que no te sientas mal. ¿Crees que no sé que te metiste con el novio de Kayla Olmos, que lograste separarlos para tener a Hugo como tu amante? —Raquel mira en todas direcciones, dándose cuenta de cómo los invitados empiezan a hablar—. Nunca me casaría contigo y menos ahora que seré padre —dijo en voz alta.

—Hades Lara, qué insolente eres —se metió Fausto—. Ahora sí, despídete de tu hijo.

Fausto hace una llamada, pero nadie contesta.

—¿Qué pasa, abuelo, tu entrañable amigo no te contesta? —mencionó Hades con burla. —Pues no lo hará porque en estos momentos debe de estar yendo hacia la cárcel porque he puesto una denuncia por abuso sexual; también he hecho una para ti y para mi madre por abuso físico, psicológico. Y de intentar matar a Kayla León y a mi hijo.




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