Perdida en tu mirada

Capítulo 10

Sam seguía sin mirarme. Una sonrisa se dibujó en mis labios. La chica sí que le gustaba, de no ser así nunca me habría dejado plantada o, al menos, me habría llamado. Debía admitir que estaba algo desilusionada, pero después de la espera del día anterior, supuse que él nunca me había visto más que como su mejor amiga. Aunque sentía algo por Sam, también debía admitir que no era tan fuerte como me hubiera gustado

-Me alegra mucho saber que todo ha salido bien, Sam. No sabes lo contenta que me pone verte tan ilusionado con Mia. ¡Felicidades

Sam levantó la cara finalmente y me miró a los ojos. Era la primera vez que no entendía lo que sus ojos me decían. Sin embargo, la preocupación seguía siendo palpable, así que sonreí y le tomé una de sus manos.

-Espero de todo corazón que ella sea la chica indicada para ti. No te preocupes por lo que pasó ayer, todo está bien entre nosotros. Siempre seré tu mejor amiga, sin importar nada.

Sam sonrió y aunque todo parecía volver a la normalidad, todo se sentía extraño. Yo me sentía extraña y estaba segura de que Sam también. Sin embargo, decidí seguir adelante como si nada hubiera pasado. Pero al parecer, Sam no quería hacer lo mismo.

- ¿Qué paso anoche con Nick?

Miré a Sam durante unos segundos. No entendía su insistencia en saber qué había pasado con Nick el día anterior, ni por qué se sorprendía de que cenáramos juntos. Seguíamos vivos, así que era de suponer que todo había ido bien y que intentábamos llevar las cosas con calma. Sin embargo, la forma en que Sam hacía las preguntas tenía una intención diferente. No tenía el tono jocoso habitual de querer saber si nos habíamos intentado asesinar, era serio y un poco tosco.

- ¿Que te pasa Sam?

Inquirí con el ceño un poco fruncido. Sam estaba actuando de manera extraña. Habría imaginado que estaría más feliz por estar con la chica de la que me acababa de confesar que estaba bastante enamorado. Sin embargo, actuaba como si yo hubiera sido quien lo dejó plantado por irme con Nick.

- Eso me gustaría saber a mí, Emma. Te fuiste con él ayer, llegaste tarde a casa, bebiste y no atendiste mi llamada. ¿Qué te está pasando con Nicholas Taylor?

Levanté mis cejas ante aquel reclamo infundado que me estaba haciendo el chico frente a mí. Cerré los ojos durante unos segundos. No quería pelear con Sam, pero esto estaba sobrepasándome.

- Sam, ya expliqué en casa. Fuimos a cenar, tomamos un par de copas de vino y hablamos, como la familia que somos. Queremos hacer las paces, llevarnos bien y dejar de discutir. ¿Qué tiene eso de malo? No entiendo tu actitud, si soy muy sincera.

Sam sonrió irónicamente mientras miraba a lo lejos, negando lentamente con la cabeza mientras se frotaba las manos.

- ¿No entiendes mi actitud, Emma? Me colgaste el teléfono sin decirme nada, sin mencionar que estabas con él o que estaban bebiendo. Y si hubiera intentado pasarse de la raya o si hubiera ocurrido algo malo, maldita sea, Emma, no me gusta que estés cerca de él. ¿Lo entiendes?

No entendía de qué iba este reclamo, qué era lo que le molestaba. ¿Que no estuviera disponible para él como siempre lo estaba? ¿Que por una noche solo hubiera estado para mí y para entender lo que me pasaba? Me puse de pie de un salto y con la ira desbordando mi cuerpo hablé de nuevo.

-Es mi jefe, Sam. Debo estar cerca de él. Además, somos casi familia. ¿Se te olvida eso? Y de que estas hablando, fuiste tú quien me dejó plantada, sin llamadas, sin escribir, sin nada. Perdona por no estar disponible para ti siempre que quieres. Perdona por no quedarme esperando a que tú decidas qué puedo hacer con mi vida. Ya no tengo 12 años, Sam. Entiéndelo de una vez. Soy mayor y puedo decidir con quién cenar, beber, besarme o a costarme, sin tu autorización.

Sam agacho la vista y se puso de pie, su respiración se había relajado, y sus manos había dejado de frotarse entre ellas, lentamente sus ojos volvieron a los míos.

- ¿Te acostaste con él? 

La voz de Sam era más suave. La incredulidad invadía su rostro y el tono de su voz. Suspiré mientras negaba con la cabeza. Parecía que no me conociera, que nunca hubiera sabido quién soy. Antes de que pudiera responder, la voz de mi madre me interrumpió.

-Emma, carriño, es hora de irnos.

Giré para ver a mi madre y asentí lentamente. Luego, volví mi vista hacia Sam y simplemente negué con la cabeza. Caminé hasta donde estaba mi madre, tomé su mano y ella me sonrió con la ternura con la que siempre lo hacía. Sin esperar, ni decir nada más, jale a mi madre para emprender nuestro camino de regreso al departamento. 

No recordaba la última vez que habíamos tenido una discusión medianamente parecida, y aunque no había sido una discusión real en sí, estábamos molestos el uno con el otro, y sus comentarios me habían molestado. Después de esa conversación con Sam, el resto del día transcurrió bastante tranquilo. El almuerzo en familia fue fenomenal y luego decidimos ir a ver una película juntos. Mientras regresábamos a casa, la vibración de mi teléfono anunció la llegada de un mensaje.

“Lamento mucho mi actitud hoy. ¿Podríamos hablar? No quiero que estés enojada conmigo. Te llevaré al trabajo mañana y podemos platicarlo, ¿te parece bien? Sam”.

Sonreí abiertamente, ya también estaba pensando en enviarle un mensaje para arreglar las cosas. Respondí el mensaje con un "Te veo en la mañana" y, justo cuando presioné enviar, el nombre de Nick brilló en mi pantalla. Fruncí un poco el ceño por la sorpresa. Era domingo y, aunque no era muy tarde, nunca llamaba los domingos a menos que fuera algo urgente.

-Nick, hola. ¿Cómo va tu domingo?

Al otro lado de la línea escuchaba un tenue murmuro parecido a música, y el moviente de papeles y como cerraba carpetas. ¿Estaba en la oficina? ¿Qué hacia trabajando un domingo? Eso era algo inusual hasta para Nicholas Taylor.




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