Pérdidas.

Capítulo 1: Cuando nos conocimos.

—¿Qué estás leyendo?.

Levanto despacio mi mirada y encuentro a un chico pelirrojo delante de mi, es alto pero no de una manera desgarbada, su mandíbula se encuentra bastante marcada y no tiene rastro de alguna imperfección en la cara, parece algún tipo de modelo y eso hace que me ponga más incomoda, por lo que trato de evadir su penetrante mirada, aunque me gustaría mirar un poco más sus ojos grises, son bastantes llamativos.

—Me llamo Luca.—Vuelve a hablar.

Muerdo mi labio y me ordeno contestarle, pero siento demasiado vergüenza y no sé qué hacer, hablar con las personas nunca fue algo fácil para mi, aún cuando pase horas practicando las palabras que debo decir, pero las cosas nunca salen como las practico, así que libero mi labio de mis dientes, saboreando la sangre que impregna mis papilas gustativas y tomo aire para luego soltar despacio.

—Grace... mi nombre—solo de soltarlo quiero estrangularme, era obvio que era mi nombre, pero mi torpeza no parece espantarlo y me alivia.

Sonríe y pregunta si se puede sentar a mi lado, a lo que asiento, para luego volver mi vista al libro, tratando de ignorarlo, sólo que él no me facilita eso y se la pasa lo que resta de la hora tratando de sacarme conversación, esforzándose cuando suelto monosílabos, hasta que en un punto mantenemos una larga conversación sobre libros y música, nos perdemos tanto en eso que no es hasta que la bibliotecaria nos dice que es la hora del cierre, no nos damos cuenta de lo tarde que es, por lo que se ofrece a acompañarme caminando a casa y a pesar de que me niego una y otra vez, él logra convencerme.

Espero que la caminata sea tensa y rara, que eso logre alejarte de mi, pero es todo lo contrario, es animada y fluida, es como si no pudiera dejar de hablar, como si las palabras danzaran en mi lengua con rapidez para luego salir una detrás de la otra; Y no me interrumpís, me dejas hablar, añadiendo pequeñas cosas, pero escuchándome como si todo lo que dijera fuera lo más importante del mundo.

Estoy tan sorprendida que no puedo evitar sonreír, es increíble mi comportamiento, nunca antes he sido así con nadie, nunca antes pense que las cosas que dijera serían interesante para alguien más, así que cuando llegamos a la puerta del edificio, donde se encuentra mi departamento, me siento desilusionada, era demasiado refrescante hablar contigo.

—Entonces, ¿Me vas a dar tu número o tengo que esperar hasta la segunda cita?.—preguntas con una sonrisa.

—e-esto no es una ci-ita.—Murmuro, sin atreverme siquiera a mirar tus zapatillas.

—¿No lo es?—preguntas, con un tono en el que se nota que estás sonriendo—. Qué imbécil, supongo que en la segunda cita voy a esforzarme más en conseguirlo.

No digo nada, sólo te observo de reojo, sin atreverme a mirarte realmente, así que veo cuando te acercas a mi, pero no espero el beso en mi mejilla, ni la sonrisa cuando por fin me atrevo a ver tu rostro.

—Chau, Grace. Nos vemos pronto.

Las palabras quieren salir de mi boca, pero me quedo callada y observo como te alejas, la forma en la que tu cabello resalta, los mechones deslizándose en el viento y a ti, desapareciendo de mi vista conforme más avanzas.

—Chau Luca.

Nunca debería haberte dejado acercarte tanto a mi, debería haberme dado cuenta que era demasiado bueno para ser verdad, las personas como vos no permanecen con personas como yo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.