Pérdidas.

Capítulo 4: El comienzo del fin.

Cuando rompimos fue como si me arrancaras el corazón, lo escupieras y luego saltaras sobre el. Me destruiste de una manera en la que no me la esperaba, aún cuando desde el principio intente convencerme de que tuviera cuidado contigo, exactamente por eso, pero ninguna advertencia sirvió, es como si las hubiera ignorado a todas, por eso no debería haberme sorprendido tanto el no encontrarme preparada. Nunca tuve que sacarme el chaleco antibalas, si no hubiera hecho eso, quizás el impacto hubiera sido menos mortal y todo estaría bien.

Pero después de tres años contigo baje mis defensas, las destruí y las tire, fue inconscientemente, no sucedio de manera rápida, pero vos siempre supiste qué hacer para que yo hiciera cosas que nunca antes hubiera pensado siquiera en hacer. Creo que ese fue mi error, acostumbrarme, confiarme en que tú nunca me harías daño, debería haber sabido mejor que la felicidad no era eterna, siempre lo supe, en nuestra relación no todo fue color de rosa, peleamos, nos enojamos, discutimos, lloramos, pero siempre terminábamos juntos; Y ahora ya no lo haríamos porque terminamos, porque nuestras decisiones nos alejaron o por lo menos las tuyas lo hicieron, solo desearía volver y notar las pequeñas señales que ignore y que ahora están demasiado latentes en mi memoria, esas que hacían notorio el hecho de que... ya no me amabas.

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—Luca, ¿puedes ir a hacer las compras al supermercado tu solo?—pregunto sin dejar de mirar la computadora, releyendo lo que he escrito para encontrar alguna falta—. Tengo que terminar este trabajo para mañana y no quiero perder la concentración.

—No puedo, voy a salir—murmuras, levantándote del sillón.

—Está bien, Cariño—digo con el ceño fruncido sin apartar la vista de la computadora—. ¿volveras tar...—el sonido de la puerta me corta y observo con incredulidad a ésta.

Nunca antes habías hecho algo como eso, siempre decías si hacías algún plan o por lo menos a la hora en la que volverías para que no me preocupara, pero creo que lo deje pasar porque estaba asustada y no sabía cómo actuar, no quería molestarte y darte una razón para discutir. Creo que fue en ese momento que una parte de mi me dijo que no tensara la cuerda porque ésta se iba a romper, por eso no dije nada ante eso, ni cuando volviste completamente ebrio, tenías los ojos rojos como si hubieras estado llorando y cuando te pregunte qué sucedía, tú sólo me ignoraste y te fuiste a nuestra habitación. Antes, te hubiera reclamado, no hubiera soportado situaciones como esas, pero no hice nada y en ese momento no comprendía por qué sólo callaba; Ahora lo hago, no quería que todo explotara, estaba aterrada de que me dejaras. Así que esa noche me acosté en el sofá y llore, sin saber que sería una de las muchas noches que pasaría ahí, mirando la oscuridad, pensando en qué había hecho mal y si lo podría reparar.

(No había nada que reparar, no se puede pegar con pegamento el cristal hecho añicos.)

 




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