Rosé
Se podría decir que entré en pánico sin razón alguna por unos momentos, y aquel desconocido tuvo que calmarme. Cuando lo hizo, me ayudó a levantarme y me preguntó:
— ¿Se encuentra bien? —sonrió.
Volví a perderme en él por varios momentos. A veces, te pierdes en una persona cuándo apenas acabas de conocerla. A eso, le considero un disparo directo en el corazón.
—No sé en dónde estoy —le respondí en coreano, por suerte había tomado clases hace unos cuántos años atrás— Soy extranjera, me he peleado con mis padres y he salido huyendo...
—Entonces no tienes idea de en dónde te encuentras —me dijo con una sonrisa torcida— Dime ¿Hay algo que pueda hacer por ti?
—Creo que no —negué con la cabeza— No tengo idea de en dónde me encuentro y no he traído dinero, ni mi teléfono.
—Puedes venir conmigo si quieres, ya buscaremos una forma de ayudarte —me ofreció.
— ¿Cómo sé qué no eres un psicópata? —Le interrogué mientras reía levemente— ¿Qué tal si lo que en verdad quieres es secuestrarme?
—No soy una persona mala, créeme.
—Confiaré en ti —entrecerré los ojos— Si me haces algo malo, quedará en tu memoria que me mentiste sin piedad alguna.
—No te estoy mintiendo, te lo juro —me sonrió una vez más— Incluso creo que tenemos la misma edad.
— ¿Qué edad tienes? —Me crucé de brazos.
—Veintinueve —sonrió— Trabajo en una empresa de entretenimiento, escribo canciones para los grupos más reconocidos de nuestro país.
— ¡Eres todo un artista! —Aplaudí con emoción— Yo solo soy una modelo de una marca reconocida en Polonia, y sí, tenemos la misma edad.
—Lo sabía, ahora ven conmigo que ya son las cinco de la tarde por lo que pronto anochecerá.
Asentí y empecé a seguirlo sin tener idea de a dónde nos dirigíamos. De una u otra forma, él me inspiraba mucha confianza.
—Espera, todavía no me has dicho cuál es tu nombre —negué con la cabeza suavemente— Debería conocer tu nombre antes de irme contigo.
—Kim Wonho —sonrió— Ese es mi nombre, ahora que ya lo conoces ya puedes venir conmigo.
Asentí y lo seguí en silencio hasta llegar a un auto negro y bastante elegante. Me abrió la puerta del asiento del copiloto y me subí en silencio. Él subió dos segundos después y encendió el auto.
— ¿A dónde vamos? —Sonreí jugando con mis manos.
—A mi casa, ya he salido del trabajo así que ya puedo volver — me contestó viendo hacia la carretera.
— ¿Tu casa está muy lejos de aquí?
—No tanto, veinte minutos tal vez —rió— Mientras tanto, puedes contarme algunas cosas sobre ti.
— ¿Por dónde debería empezar? —Hablé conmigo misma— Comenzaré con lo normal...
— ¿Y qué es lo normal? —Rió con fuerza.
—Ya sabes...Lo normal.
— ¿Lo normal?
—Sí, lo normal.
— ¿Lo normal?
—Sí, ya sabes. Todo aquello que lo seres vivos como nosotros consideramos normal.
Después de eso, ambos reímos con fuerza por varios momentos. Wonho me hacía sentir especial y eso era bastante extraño debido a que lo acababa de conocer.
—Bueno, ya puedes hablarme de eso que los seres vivos consideramos "normal".
—Está bien —sonreí levemente— Mi nombre es Rosé Sullivan, soy polaca, tengo veintinueve años. Soy modelo de una marca bastante reconocida y pues, llevo trece años enamorada del mismo hombre.
— ¿Enamorada del mismo hombre por tanto tiempo? —Se sorprendió— No lo puedo creer, jamás me he enamorado de esa forma.
—No es algo que las personas consideren normal, menos cuando las cosas no van del todo bien con esa persona —hice una mueca— Sin embargo, no puedo evitar amarlo.
—Si uno supiera a quién debe amar, nunca lastimarían tu corazón —me respondió con sabiduría— Olvídate de él, debe haber una mejor persona para ti en algún lugar del mundo.
—Eres tan buen consejero —le sonreí— Deberías dedicarte a dar consejos.
—Lastimosamente ya hay algo que me haga sentir demasiado bien, ese algo es escribir canciones. Me gusta saber que grupos que son reconocidos internacionalmente canten algo que ha sido escrito por mí.
—Aquello debe de hacerte bastante feliz —sonreí— Me gustaría decir que existe algo que me hace feliz, aunque sí que hay algo que empecé a hacer desde hace poco: escribir novelas.
— ¿Escribir novelas? Oh, con qué quieres convertirte en una escritora.
—Efectivamente, es lo único que ha logrado hacerme sentir bien además del grupo Red Velvet...
— ¿Red Velvet?
— ¡No me digas! —Sonreí con emoción— ¿Las conoces?
—Claro que las conozco, he escrito varias de sus canciones —sonrió haciendo que me emocione— Trabajo para SM.
— ¡Por dios santo, tienes tanta suerte! —Aplaudí con ganas— He amado a ese grupo durante años.
—Tal vez tengas la oportunidad de conocerlas pronto —sonrió e hice que el auto entrara a una mansión bastante grande.
— ¿Ya hemos llegado?
—Sí, por favor ya puedes bajarte —me dijo mientras detenía el auto y enseguida lo hice.
— ¿Acaso es que tú vives solo? —Me crucé de brazos.
—Sí, esto de trabajar con SM tiene sus beneficios —me sonrió— Entra, por favor.
— ¿Me puedes prestar el teléfono por un momento? Quiero decirle a una amiga que me traiga mis cosas hasta buscar un lugar en el cual quedarme.
—Puedes quedarte aquí, me hará bien algo de compañía —me ofreció un teléfono— Si tu compañera necesita la dirección, me pasas el teléfono.
Asentí y empecé a marcar el número de Aleska. Este sonó un par de veces, hasta que se dignó a contestar:
—Hola ¿En dónde estás ahora mismo? —sonaba algo preocupada.
— ¿Aleska?
Aleska
— ¿En dónde demonios te has metido? —Me exalté, sin embargo me sentí un poco mejor al saber que estaba bien.
—Estoy con un hombre al que he conocido por pura casualidad, por favor tráeme mis cosas.