Perdiéndola (mia para siempre #2)

Zimbabwe II

Hola por aquí!! Espero todos estén bien. Dejo la segunda parte de este capítulo. Espero que les guste.

Muchos besos y bendiciones para todos. Cuídense mucho :)

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Dejando de lado las palabras, dejamos que nuestros cuerpos hablaran por sí solos. Manzanita empezó a desvestirme y yo a ella recorriendo cada parte de su sensual cuerpo. Ese cuerpo que me enardecía. A veces, aun me preguntaba cómo es que había sido tan afortunado de encontrar y conquistar a esta mujer. Claro que yo no era feo ni mucho menos.

Con un 1.75 de estatura, cabello medio ondulado, trigueño, ojos marrones claros y cuerpo esbelto pero atlético; yo no estaba nada mal. Las chicas me lo habían dicho antes y tampoco era indiferente para las norteamericanas. Pero ese no era el punto.

Semidesnudos, Nina dejó que sus uñas rasparan suavemente por mis abdominales mientras yo me recreaba en la vista que ofrecían sus delicados senos. Se dejó caer sobre mi pecho y empezó a rozarse.

—Mmm…—ronroneo ante el contacto. Su lengua viajo por el largo de mi cuello hasta llegar a mi mentón y darle un mordisco. Tirando de mi cabello mordió mi labio inferior y luego pasó su lengua por él. Dispuesto a besarla halé de su cabello, pero ella tenía otros planes—. No lo creo sonrisitas.

—Quiero besarte.

—Y yo también…pero no en los labios—mi pulso se aceleró. Así que cuando comenzó a descender por mi vientre dejé que tomara el control. Le pertenecía a esta mujer.

****

Minutos después se puso de pie y dándome su sonrisa más coqueta salió de su jogger y empezó a jugar con el elástico de su ropa interior, provocándome. Una vez desnuda se colocó de perfil y me hizo espectador de la vista espectacular; desde su frente pequeña, su nariz respingona, su delicado cuello, sus cremosos hombros, sus redondos senos coronados con sus muy animados pezones. Sus caderas anchas que iban tan a juego con su cintura. Su trasero respingón, sus firmes muslos y sus pequeños dedos de los pies. Todo en ella era perfecto. Pero supongo que eso es lo más especial de estar enamorado. Todo en tu pareja es admirable porque la amas.

Tirando su larga melena sobre su hombro derecho, se dirigió hacia la bañera y dando media vuelta, me pregunto con voz cautivante.

—¿Vienes? –ni siquiera respondí la pregunta. Solo seguí a mi sexy manzanita dentro de la bañera. Una vez ahí, me senté y ella se hizo espacio entre mis piernas. Pegando su espalda a mi pecho, tomó mis manos y las colocó debajo de sus senos. Entonces se relajó.

—Este lugar es alucinante y esto que aún no vemos los lugares turísticos.

—Concuerdo. Lo elegí pensando en ti. Quiero que esta luna de miel sea la mejor de nuestras vidas—deposité un beso en su sien.

—Me encanta la naturaleza.

—A mi igual. Pero me gustas más tú. Espero tomar muchas fotos de estos momentos y enseñárselas algún día a nuestros hijos. Incluso podríamos traerlos.

—Es una buena idea. Sin embargo, no estoy lista para los bebes aún. Somos muy jóvenes.

—Lo sé, cariño. Los nenes pueden esperar. Tenemos un largo camino para ello.

Nina y yo no habíamos hablado mucho sobre bebés. Estaba seguro que aún no era el momento. Queríamos crecer profesionalmente y disfrutar un poco más de nuestro tiempo como pareja. Además, éramos muy cuidadosos en ese aspecto desde que empezamos a tener intimidad. Así que suponía que cuando uno de los dos se sintiera listo. Lo hablaríamos.

—Mañana iremos a ver la Cascada Victoria. Dicen que es la más ancha del mundo y tan bien es alta.

—Pero no me gustan las alturas—manzanita me miró haciendo un puchero. Le di un piquito.

—Estaré a tu lado, amor. No es como si te fuera a tirar por la cascada; solo iremos a verla.

—Gracioso. Voy a creer en ti. Igual leeré los folletos para informarme sobre todos los lugares a donde iremos.

—Está bien. Ya sé cuánto te encanta informarte de las cosas.

—Lo haré—dijo apartando mis manos de su cuerpo—. Pero de lo único que quiero informarme ahora es del sabor de tu boca y la habilidad de tus manos para volverme loca—esa era una invitación en toda regla. Dirigiéndose al borde frente a nosotros se recostó contra la toalla que yacía allí y me sonrió con picardía.

Le devolví la sonrisa y me dirigí hacia ella. Supongo que era mi turno de enloquecerla. Y lo hice. Vaya que lo hice.

Indudablemente fue la mejor luna de miel.




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