Perdiéndola (mia para siempre #2)

Tentación I

Nuevo cap! Espero sus estrellitas y comentarios. Bendiciones y besos :)

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Quisiera poder decir que las cosas mejoraron después de aquel episodio del cumpleaños, pero no lo hicieron. Solo se complicaron más. Nina seguía en la misma rutina que antes solo se limitaba a trabajar, trabajar y trabajar. Y yo seguía sin decir nada.

Había momentos en los que quería dejar salir todo lo que llevaba dentro. Decirle como me sentía ante su falta de interés en mí y en mis cosas. Yo seguía preguntando sobre sus cosas todos los días ¿Le era tan difícil preguntar por las mías o acaso pensaba que no tenía días tan interesantes como los de ella?

Nuestra relación llegó a un punto donde solo el sexo era la solución y para ser sinceros ni aquello se sentía igual. Debo admitir que empecé a mirar a otras chicas, a coquetear con ellas, a recibir números e invitaciones indecorosas. Tan duro como sonara, estaba empezando a cansarme de mi vida con Nina. Extrañaba a mi antigua chica. A menudo me preguntaba si haber venido a Nueva York había sido un terrible error. A pesar de todo, la seguía amando, porque, aunque los momentos fueran contados, aun existían. Momentos en los que era mi manzanita, mi mejor amiga, mi cómplice. Y cuando eso sucedía, quería tanto congelarlos.

A veces las mujeres se preguntan por qué los hombres se van, o porque sacan los pies del plato. No defiendo a todos los hombres, ni tampoco culpo a las mujeres; pero creo que en una relación ambos tienen su cuota de culpabilidad. Hay momentos en los que tanto el hombre como la mujer lucha para mantener su relación, pero si la otra parte no coopera, no se puede.

Yo quería seguir luchando por nuestro matrimonio, por nuestra historia. Porque sabía que Nina seguía amándome como yo a ella, pero ella no cooperaba y eso me frustraba. Y las tentaciones tampoco ayudaban. Y esta principal tentación tenia nombre y apellido, Keyla Johnson. Una bella morena, tan parecida a la chica con la que estuve hace unos años. La sabia interesada en mí. en más de una ocasión me había dejado en claro lo que buscaba, pero yo siempre le dejaba en claro que estaba tomado y que amaba a mi esposa. Sin embargo, debo admitir que, de un tiempo para acá, había empezado a responder a sus coqueteos y no con regaños.

Incluso me tomé el atrevimiento de salir con ella por una copa en una discoteca. Bailamos, reímos, coqueteamos y sin darme cuenta termine con sus labios sobre los míos. La aparté rápidamente.

—Tranquilo cielo. Solo fue un piquito de amigos. No te preocupes, sé que amas a tu mujercita.

—No sé qué clase amigos tienes, pero prefiero que no vuelvas a hacerlo Keyla. Y sí, amo a mi esposa.

—Me pregunto porque ella no está contigo entonces. Mucho trabaja, talvez deberías vigilarla.

—¿Vigilarla?

—Dicen que ella y su jefe son muy cercanos. No sé, yo que tú me cercioro cuan cercanos son.

—No hables así de Nina. Confió en ella.

—Y supongo que ella debe de confiar mucho en ti. No soy del agrado de su majestad ¿Ella sabe que estás conmigo? –me quedé callado—. Vaya, vaya. Problemas en el paraíso. Te he dicho esto otras veces, pero no es malo repetir—se acercó como una hiena acechando a su presa y me susurró al oído—. Estoy dispuesta a consolarte cariño y sin compromisos. Tienes mi número. Llámame cuando te plazca. Solo entre tú y yo.

Cuando llegue a casa esa noche. Estaba vacía. Me metí al baño directamente para quitarme el olor a alcohol y me cepillé los dientes varias veces. Me sentía confundido y solo. Dándole vueltas en mi cabeza a lo que Keyla había dicho de Nina. Manzanita sería incapaz de algo así. Pero al parecer yo si era capaz de ello. Y lo demostré, con creces.




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