Perdiéndola (mia para siempre #2)

Cayéndome a pedazos I

Hola a todos por aquí! Sé que ha sido un largo, largo, largo tiempo desde que publiqué el capítulo anterior de esta historia y lo lamento. He tenido muchas cosas en mente, pero espero que no se desanimen y le vuelvan a dar una oportunidad a esta historia. Gracias por leer y no olviden suscribirse, dejar su comentario y su estrellita. 

Bendiciones y besos para todos. Ah, por cierto para entender esta historia les recomiendo leer la primera parte. Besitos :)

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¿Se puede seguir ocultando la verdad por más tiempo? Creo que no. Era lo que cada día me preguntaba y me respondía. Cada día me decía a mí mismo que debía tomar valor y confesarle a Nina la verdad. Por más difícil que sea y por más duras que sean las consecuencias, debía hacer frente a mis actos, pero siempre había algo que me hacía retroceder. Verla despertar cada mañana a mi lado con esa sonrisa que me cautivaba, ver sus ojos mirándome con adoración y amor cuando hablaba con nuestra familia sobre nosotros, sobre lo bien que iba nuestra relación en ese momento, sobre como éramos de esas parejas que no se habían rendido. Ella era feliz mientras yo me desmoronaba por dentro. Mientras me costaba cada día mirar los ojos de la mujer que amaba y lo mucho que me costaba tocarla cuando sentía que estaba manchando su delicada piel con la fragancia de otra mujer.

Con el tiempo y la experiencia mi dulce manzanita había dejado su lado tierno para mostrar su lado apasionado y seductor, y era ese lado el que usaba para aniquilarme y tenerme a su merced. Sin embargo, cada vez que yo le daba lo que deseaba, sentía tanto dolor en mi corazón. Y mientras ella dormía acurrucada entre las sabanas producto de horas apasionadas, yo me sentaba en el sofá del balcón y lloraba. Lloraba por lo mucho que estaba lastimando a esta mujer y porque sabía que no podría seguir guardando el secreto por mucho tiempo más. Así que, una de esas noches decidí dejar de lado la cobardía y empecé a practicar lo que diría. Lo último que quería era hacerla sufrir, pero no podía evitarlo. Callar solo traería más dolor. Lamentablemente, todos los planes se fueron al tacho dos días después.

Habían pasado 3 meses de lo sucedido con Keyla y ella hasta el momento se había mantenido callada sobre el asunto, al menos frente a Nina. Traté por todos los medios de esquivarla en la compañía e incluso asigné otro fotógrafo para sus sesiones, pero ella no era así de considerada. Así que cada vez que tenía oportunidad rondaba mi oficina y buscaba tentarme, pero yo no era tan estúpido como para caer por ella. Mantuve a raya sus insinuaciones, pero ese día no corrí con tanta suerte. Nina entró en mi oficina justo cuando intentaba apartar a Keyla de mi regazo; me había tomado desprevenido mientras miraba unas fotografías en el sofá. Por supuesto, con mis manos en su cintura intentando apartarla, las de ella en mis hombros con su cabeza hacia atrás y su vestido en la cintura, no dábamos la imagen de un accidente y Nina lo sabía. Retiré a Keyla de mi encima no importándome si terminaba en el suelo.

—Nina, cariño…no es lo que crees…yo…—detuvo mi intento de aproximarme a ella extendiendo su brazo y levantó la mirada. Lo primero que emanaron sus ojos fue ira hacia Keyla, pero cuando me miro, vi el dolor y las lágrimas que se formaban. Pero Nina no era de las que se retira sin pelear.

—No quiero explicaciones. No hay explicación para lo que acabo de ver.

—La hay. Te juro que la hay. Por favor Nina, deja que lo explique.

—No me interesa escucharte. No hay justificación que puedas darme para lo que acabo de ver—alzó la barbilla como si yo no mereciera su atención y solo una lagrima rodó por su mejilla derecha—. Pensé que eras diferente, pero solo eres un hombre común, que va tras la primera oferta que le hacen. Me imagino lo mucho que se han reído a mis espaldas. Vaya, montándotelo con la modelito. Ya decía yo que no eras más que una embustera. Piensa mal y acertarás—dijo mirando a Keyla que permanecía en el sofá.

—Tienes toda la razón, querida. Deberías agradecerme, entretuve a tu maridito mientras estabas ocupada con el trabajo. Y ahora que estas libre te lo devuelvo. Déjame decirte que los latinos son tan apasionados—ni siquiera yo pude anticipar la cachetada que Keyla recibiría por parte de Nina. Pero si pude detener a Keyla antes de que le devolviera el golpe a manzanita.

—¡Tú, maldita perra loca! —gritó Keyla intentado soltarse de mí—. Me las vas a pagar. Desgraciada. Eres una perra fría. Ya entiendo porque Christian tuvo que buscar calor en otra. Eres un cubo de hielo, una princesa de hielo. Te crees mejor que el resto, pero no eres más que una niña con buen cerebro que no tiene corazón. Eres una bruja. Suéltame Christian, suéltame. Te voy a dar tu merecido—no la solté, no porque Nina no supiera defenderse, sino porque por más dura que manzanita se mostrara, que le digan que no tenía corazón calaba muy fondo.

—Tienes razón—aceptó Nina mirando hacia un punto fijo en la pared—. Tienes toda la razón, no tengo corazón. Soy fría y por ello voy a hacer que te despidan. No, mejor no. No me gusta ser vengativa; te dejare quedarte. En fin, ya conseguiste lo que querías, ¿no? –preguntó mirando en mi dirección—. Suéltala, Christian. Déjala. No sé si sabes pero que una modelo se involucre con un fotógrafo se paga con despido, tanto para él como para ti. Soy tan sin corazón que dejare que los ejecutivos lo descubran por su cuenta.




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