Perdiéndola (mia para siempre #2)

Cayéndome a pedazos II

Cuando regresé al auto, Nina estaba sentada en el asiento del conductor. Ni siquiera me atreví a pedirle que cambiáramos de lugar, solo me subí como pasajero y traté de ordenar mis ideas para no empeorar la situación.

—Manzanita yo…—empecé diciendo.

—No vuelvas a llamarme de esa manera. Necesitamos llegar a casa y hablar—lo dijo de una manera tan calmada que podría haber pensado que lograríamos superar esto, pero yo conocía a Nina y ella estaba haciendo lo que hacía cuando se sentía herida, cerrarse en banda.

Intenté buscar otra forma de llegar a ella, encontrar las apalabras, pero entonces el llanto de manzanita se hizo presente y sus reclamos también.

—¡¿Cómo pudiste hacerlo? ¿Cómo pudiste acostarte con ella y luego conmigo?! ¿Cómo pudiste engañarme todo este tiempo, tocarme todo este tiempo, decirme que me amabas? Me siento tan sucia, tan asqueada de ti. Me cambiaste por un cuerpo, por una mujer a la que solo le vasto abrirse de piernas para ti. Eres una basura. Y lo que más me fastidia es que ni siquiera puedo divorciarme de ti. Aun no, por lo menos. No entiendo, te he dado los mejores años de mi vida, me he entregado a ti de tantas formas y tú solo decidiste que un revolcón con ella era mejor que nuestra vida juntos—escucharla hablar así me dolía. Sin embargo, ella no tenía en cuenta la pequeña crisis que tuvimos por su falta de atención y en ese momento creí que estaba bien recordárselo.

—¿los mejores años de tu vida? –pregunté sarcásticamente—. Esos se los has dado a tu bendito trabajo. Yo no era más que tu adorno, tu muñeco. Cuando querías jugabas conmigo y cuando tenías cosas más importantes que hacer te olvidabas de mí. Yo no planee que pasara, solo pasó y estoy arrepentido por ello. Pero debes asumir la parte de responsabilidad que te toca.

—¡Así que yo te empuje a ser infiel, ¿eso me estás diciendo?! Eres un canalla, un sinvergüenza–Nina empezó a sobresaltarse y yo no me quedé atrás.

—¡Sí, maldita sea! Eso te estoy diciendo, tú y tus estúpidas y desmedidas ganas de querer más—dejó de concentrarse en la carretera y a mí tampoco me importó. En ese momento solo quería sacar todo lo que tenía dentro—. Dejaste de prestarme atención, te olvidaste que estabas casada ¿Sabes cuantas veces intenté decírtelo, pero tú siempre tenías otras cosas que hacer? Llegabas tarde a casa, apenas conversabas conmigo, los fines de semana te la pasabas metida en la oficina y yo, ¿dónde quedaba yo? —le reclamé furiosamente— ¡No era más que tu perro que recibía caricias cuando pululaba a tu alrededor y me cansé! Me cansé de tener una mujer y a la vez no tenerla. Me cansé de las noches vacías, de los aniversarios olvidados, de las conversaciones superficiales. Me cansé de nuestra vida.

—¡¿Te cansaste de nuestra vida? ¿Te cansaste de mí?! –preguntó herida—. Haberlo dicho antes entonces. No te preocupes que desde hoy vas a dejar de estar cansado de mí. Se acabó, lo nuestro se acabó.

—No voy a dejarte ir tan fácil Nina.

—Solo quiero olvidar que lo nuestro alguna vez pasó—susurró mientras sus lágrimas caían tan fuertes como la lluvia detrás del cristal—. Quiero retroceder el tiempo y nunca haberme enamorado de ti, quiero olvidar que alguna vez te conocí, quiero

—Manzanita…lo siento—intenté acariciarla a través de mis propias lágrimas y mi propio dolor. Las manos me temblaban y el oírla llorar me hizo llorar aún más. Eso no ayudó —. Arreglaré esto, lo prometo…

—¡No me toques, te odio, oíste, te odio! –, el claxon de un camión sonó y lo único que recuerdo después de eso es una luz alumbrando mi rostro y gente gritando y llorando a mi alrededor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.