Perdiéndola (mia para siempre #2)

Asesino II

—Su esposa está despierta—informó el doctor—. La enfermera lo llevara a la habitación donde se encuentra.

La enfermera encargada de mis cuidados junto a otro enfermero me ayudó a sentarme en la silla de ruedas. Cubrió mis piernas con una manta y me empezó a trasladar.

—Entraré contigo—se apresuró a decir mi madre.

—No, no es necesario.

—Sí lo es. Aún no estás del todo recuperado, deja que entre contigo.

—No mamá…yo….

—Deja que vaya solo—mi padre intervino mirando a mi madre de una forma penetrante. Nuestras miradas se chocaron y vi la decepción en los ojos de mi padre—. Christian debe afrontar sus problemas solo. No es más tu bebé—mi padre hablaba tan duramente que me hacía creer que él sabía más de lo que decía, pero no pregunté. Primero necesitaba arreglar mi matrimonio.

—Pero qué dices—reclamó mi madre—. Él siempre será mi bebé y por qué te expresas así. Acaso hay algo que no estás diciéndonos—acusó mi madre mirando a mi padre de forma inquisitoria.

—No es mi asunto para meter mis narices. Deja que tu hijo responda por sus actos—espetó—. Enfermera lleve a mi hijo con su esposa.

Cada pequeño espacio que recorríamos me hacía sentir más nervioso. Intenté controlar mis emociones y respiré hondo. Cuando la puerta de la habitación se abrió, mis lágrimas rodaron por mis mejillas. Nina estaba tendida sobre la cama de hospital con la mirada perdida en la ventana y las manos sobre su estómago. Una lágrima silenciosa caía por su mejilla derecha. Tenía un nudo en la garganta. La enfermera me dejó y salió silenciosamente. Nina escuchó el sonido de la puerta y lentamente giró su rostro. Sus ojos chocaron con los míos. No había vida en ellos.

—Manzanita—susurré. Estaba preparado para los gritos, reclamos, insultos. Pero ninguno de ellos llegó. Al contrario. Nina solo volvió la mirada a la ventana y cuando quise acercarme empezó a hablar.

—No te acerques más. No quiero verte—dijo secando las lágrimas que empezaban a brotar de sus ojos.

—Amor, déjame explicarte—me mordí el labio aguantando las ganas de echarme a llorar y pedir perdón, pero sabía que estaba sensible—. Manzanita, debemos estar unidos, ahora más que nunca, hemos perdido…

—¡No lo digas! —gritó furiosa, clavando su mirada en la mía. Su mirada solo destilaba odio, luego como si nada hubiera pasado se calmó y su mirada volvió a permanecer vacía, pero no se detuvo—¿Estar unidos? –soltó una sutil carcajada—deja que me ría de tu absurda petición ¿Unión? A ti y a mí ya no nos une nada. Absolutamente nada y lo único que nos unía, ya no está—su mano reposaba en su vientre mientras decía aquellas hirientes palabras—. Ve, eres libre ahora. Ve y dile a tu amante que ya pueden vivir su romance en paz.

—Nina, ella no es mi amante. Por favor, déjame explicarte. No todo fue mi culpa y lo sabes.

—No sigas. Nada de lo que intentes decirme me hará cambiar de opinión. Sabes algo, estuve recordando todo lo que me dijiste y tienes razón. También es mi culpa, por eso te dejo libre. Mereces ser feliz y si esa mujer es tu felicidad, ve por ella—el tono de voz tan controlado que usaba me erizaba la piel.

—Nina, no. Ella no es mi felicidad, tú lo eres. Siempre lo has sido ¿Qué quieres que haga para que me perdones? Por favor bebé, volvamos a intentarlo, aun nos amamos.

—Ya no te amo

—¡Mientes! –grité, en un intento por hacerla entrar en razón—. Ahora estas dolida por la perdida, pero aún me amas. Lo sé, por favor manzanita, por favor. No tiremos al tacho lo nuestro.

—No fui yo quien fue infiel. Asumo la parte de culpa que me toca, pero no fui yo quien se acostó con alguien más y lo ocultó. No fui yo quien le mintió durante semanas a la persona que dice amar con toda su alma. No fui yo quien sin ningún descaro le prometía a su pareja que las cosas estaban bien. Yo no puedo volver contigo. Estoy rota, no hay nada de mi para ti. Ya no.

—No digas eso. Podemos recuperarnos. Ir a terapia, hablar, volver a enamorarnos. Nina lo intentaré todo. Lo juro. Solo, no me dejes—supliqué.

—¿Recuerdas cuando nos conocimos? –la veo sentarse lentamente y abrazar sus piernas mientras las lágrimas caen por sus mejillas— ¿lo recuerdas? Recuerdas cuando hablamos por primera vez, nuestro primer beso, nuestra boda, nuestra llegada a Nueva York.

>>Éramos unos simples chicos de un país del tercer mundo, pero con tantas ganas de aprender y hacer realidad nuestros sueños. Uno de ellos era estar juntos hasta ser viejitos. Nunca fui ilusa, ningún matrimonio es perfecto. Sabía que tendríamos problemas que afrontar, pero pensé que lo nuestro era sólido, que nos lo diríamos todo por más duro que sea. Que seriamos directos. Éramos una pareja en la buenas y en las malas. Pero tú no fuiste claro y yo no soy adivina. Ahora ya no hay marcha atrás, ya no hay nada que dar ni nada que recibir. No hay nada que pueda ofrecerte y que pueda encontrar en ti. La confianza y la comunicación era lo más importante y los dos lo olvidamos. Ahora es mejor soltarnos y seguir. Estoy vacía Christian. Perdí a mi bebé, lo perdí y sería fácil para mi culparte, pero no lo haré. Porque aun en este momento doloroso, aun cuando siento que en cualquier momento me voy a volver loca, sigo estando consiente de mis actos. Talvez Keyla tiene razón, soy una perra fría. Debería estar destrozada, llorando, pero desde muy joven aprendí a controlar mis emociones y mis instintos. Probablemente me desmorone en cualquier momento, pero no lo haré delante de ti. Ya no eres mi compañero, no mereces ni siquiera ver mi dolor. Vete, solo vete y sigue tu camino. Encuentra otra mujer, sé feliz. Yo lameré sola mis heridas. Déjame sola.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.