Resonaban las pisadas de Müller en el vacío piso 85 que en el futuro sería otra sede representante de la farmacéutica con centenares de reconocimientos a nivel mundial, fue relevado de su anterior función de proteger a Adler, ahora estaba a disposición de su señor quien, hacia una verificación sobre los avances de la edificación con la constructora contratada, caminaba de un lado a otro intranquilo y el guardaespaldas Meyer lo noto al ser su compañero.
—¡Müller! Te pasa algo lo sé —se pone cerca de él—. sé que es así.
Müller no le contesto enseguida, abstraído en la espectacular vista del paisaje de la ciudad a esa altura.
—El señor y su familia predicen que el niño morirá, yo me rehusó a creerme semejante idea —rebatió aun avistando la gran urbe.
—Eres testigo de los constantes esfuerzos del jefe en que recobre el sentido su hijo.
—¡Nada es suficiente y yo mismo lo comprobaré —apretó la mandíbula!
Decidido a llevar a buen puerto la única y última opción, el intercomunicador ceñido a la pretina de su pantalón emitió un claro mensaje:
—Líder C5, el jefe solicita tu presencia.
—Aquí líder C5 entendido —respondió Müller al tenerlo en altavoz.
—¿Meyer está contigo? —preguntaron en la otra línea.
—Afirmativo, enseguida estaremos con ustedes.
—Recibido, cambio y fuera.
Dirigiéndose rápidamente al punto de encuentro.
La segunda semana ya casi vencía, varios acontecimientos ocurrieron entre esos; el sujeto que conoció Lesly y que aunque su inglés no era impecable se entendían el uno al otro, una novedad irrumpiría prontamente en la familia Waltmannhausen no precisamente referente a Adler, sino a su primo Frederick que en días pasados planeo fugarse del instituto que en específico se trataba del mismo en el que estudiaba Adler, todo por las necedades del señor Berthold en querer que se pareciera en algo a su sobrino de algún modo, deseaba secretamente que su hijo tuviera todas las cualidades y virtudes de este, por lo cual siempre envidio a su hermano por tener la fortuna de engendrar un chico tan vivaz y más que inteligente un genio con los números y las ciencias. Aquello lo ignoraba todo el tiempo, maquino en el éxito de su estrategia, recordó los amigos de su primo y no dudo de que le brindarían ayuda, el reloj de la columna erigida en el centro de uno de los patios en forma de obelisco anunciaba la hora de salida, se trasladó a la otra zona del plantel educativo que quedaba a la otra punta muy distanciada de su aula de clases, dado que se dividían a los estudiantes los más aplicados de los regulares que este integraba.
Los vislumbro con facilidad platicando calmadamente, se aseguró que ningún otro estudiante o maestro estuviera cercano.
—¡Hola chicos! —los saludo con desasosiego y evidentemente apenado.
—Hola, tú debes ser... —dice Jaim desconfiado de su extraña aparición.
—Soy Frederick, primo de Adler —aclaro afanado.
—Mucho gusto Frederick, él es Cheick y yo soy Jaim.
Los dos chicos le extendieron la mano a lo que las estrecho una a la vez.
—¿Busca algo de nosotros? —finalmente manifiesta cheick.
Ya que nunca habían cruzado palabra alguna por los pasillos de la institución.
—¿Cómo lo supiste? —mostrándose sorprendido a su interrogativa.
—No es normal verte en esta zona, si no hubieras dicho quien eras ni te hablaríamos.
—Tienes razón, en verdad no los molestaría si no fuese una emergencia ¿les puedo pedir un favor?
—Si, ¿qué seria? —inquirió Cheick, con la inquietud de saber de una vez por todas que quería de ellos.
—¿Me podrían llevar a una dirección al norte de Berlín? lo que pasa es que debo ir un lugar con urgencia y tengo que escaparme —sonriendo con agobio.
—Yo puedo hacerte ese favor —ofreciéndose Jaim—. No tienes necesidad de escaparte, yo mentiré por ti y le diré a tu escolta que te invite a mi casa ya que somos compañeros.
Sus nervios desaparecieron era afortunado su primo en contar con la amistad de ese par de amigos, tal cual Jaim le explico contundente al escolta a lo que se confió de sus palabras con la una limitación de dar aviso cuando quisiera que lo recogieran. cheick ya se había ido tenía administrado su tiempo entre los deberes y los ratos libres, sometido como a todos a ser responsable y correcto. En el trayecto a la capital Frederick saco del bolsillo de su camisa blanca un pedazo de papel, en el que tenía escrito la dirección.
—Mira, quiero que me dejes ahí —estirándole el papel.
El jovencito de cabello corto crespo se lo dio a su chofer y este asintió.
—¿Por qué iras allí solo? ¿Compraras libros? —menciono mientras revisaba su celular.
—Me gusta ir por mi cuenta, si, justamente eso es que hay un nuevo libro que salió al mercado es sobre espías y esas cosas.
—¡Genial! después me contarás que tal te pareció para yo comprarlo también —mete su celular en su mochila—. Es triste saber que mi mejor amigo está en coma, no permiten que nadie lo visite a menos que sean sus padres —indico melancólico, jaim.
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Editado: 02.07.2025