Perdon por los bailes

Branwen 6

Hoy mi día estuvo relajado, terminé mi turno en la biblioteca y por la tarde no tenía que dar ninguna tutoría. Tuve tiempo para leer y tomar una taza de café, me dediqué a tocar el piano ya que lo tenía abandonado desde hace un buen rato y como era jueves quedé con mi hermano y unos amigos.

Iríamos al mismo bar de siempre así que no me prepare mucho, unos baqueros negros, un polo blanco, mi chaqueta de cuero y las converse gastadas de todos los días. Me fui caminado porqué sabía que iba a tomar y eso me impediría volver en la moto. Fui el primero en llegar, como siempre, no sé por qué me preocupaba con ser puntual si ellos siempre llegan tarde.

Al llegar vi a Lea en la barra, estaba atendiendo a un cliente así que me senté y esperé mi turno. Me miró y como la música estaba un poco fuerte me gritó— ¿deseas lo mismo de siempre? — asentí y en unos minutos estaba sujetando un ron con cola.

Intentamos hablar un rato, pero era casi imposible porque el bar se llenaba cada vez más, así que decidimos dejarlo para cuando terminara su turno, fue entonces cuando llegaron los impuntuales. Desde lejos les vi la sonrisa pícara, no me podían ver hablar con ninguna tía que creían que me la iba a tirar.

Antes de que se adelantaran a decir cualquier estupidez les dije — ni se les ocurra decir marranadas delante de Lea, saben muy bien que no la veo con esos ojos.

Pero Jean no se pudo quedar callado y salió a decir — no la ves porque estas ciego, no te preocupes, ella lo ve por los dos.

Seguido de eso dijo Steven, mi hermano, muerto de la risa — ojalá y solo lo viera, estoy seguro de que desde que le hablas a esa chica le palpita y no solo el alma — yo solo hice oído sordo a todas las sandeces que decían.

—¿Por qué no te acuestas con ella solo una vez y ya, tampoco te estamos pidiendo que te cases con ella? —menciono Lois mientras le daba un trago a su bebida.

Jean quien le seguía el juego dijo entusiasmado — Eso mismo digo yo.

— Lo siento chicos, pero mi cuerpo no va donde mi corazón no desea llegar —dije esperando que por fin cambiaran de tema.

La noche trascurrió de forma tranquila pero divertida, no las pasamos tomado, charlando y jugando billar. Las chicas que intentaron coquetear conmigo terminaron en los brazos de mi hermano que era el único soltero y con ganas de seguir la fiesta en su casa. Eran las 3 de la mañana cuando llegué y me quedé dormido como un tronco, por suerte al día siguiente no debía ir a trabajar.




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