Birdwood, Australia
Estaba en el que sería mi nuevo hogar, el lugar donde escribiría una nueva historia. Pasar la noche aquí se me hizo extraño, era un sitio que aún no me pertenecía, estaban mis cosas en una caja, afuera aparecía mi nombre, yo tenía las llaves, pero todavía no era mío. No sé por qué me sorprendió, sabía muy bien que los cambios no son para nada fáciles, mucho menos cuando cambias de lugar tan repentinamente.
Debería estar acostumbrada, no era la primera vez que lo hacía, pero así se sentía. Me costaba seguir el ritmo, aun cuando lo estaba intentando. Tenía claro que era normal, cuando dejas todo atrás y solo traes contigo una maleta vacía para llenarla de nuevos momentos.
Observaba mi alrededor y estas paredes tenían recuerdos que no eran míos, historias que no me pertenecían, gemidos y gritos de desconocidos, deseos y algunos sueños cumplidos. Lo que si traje conmigo fue la mala vida, el alcohol, los libros, las pesadillas y mucha oscuridad.
Apenas llegar empezó a llover, esa fue mi bienvenida. Es primavera, pero se siente como un constante invierno. Estar en esta nueva casa me provoca ansiedad, me da bajón ver tanta oscuridad. Quiero salir corriendo, aun cuando no tengo a donde ir. ¿Por qué Isa no me detuvo?, puede que también deseara deshacerse de mi como mis padres. Mientras mis pensamientos corrían más rápidos que los latidos de mi corazón, la respiración comenzaba a desestabilizarse y las lágrimas fluían por mi rostro. Ataque de ansiedad, otro equipaje que no me podía faltar.
Me hice bolita en mi cama, cubierta de pies a cabeza con la manta, en cuestiones de segundos mi llanto se volvió más fuerte, no paraba de llorar. Pensaba en todo lo que me había pasado en estos últimos dos meses, de tanto llanto me quedé dormida.
A la mañana siguiente no tenía ganas de desempacar, lo dejé todo a un lado y solo fui sacando lo necesario —una copa de vino y un porro— me tiré en el sofá y agarré el periódico local para ver si había algún anuncio de trabajo. Hace un tiempo que no hacia esto, ya que el puesto del hospital lo conseguí tramite a la universidad por mis buenas calificaciones.
No había pensado en que hacer, pero me daba igual trabajar de barista o niñera, solo necesitaba ganar algo de dinero. Luego de estar buscando por un largo rato y no encontrar nada, agarré el ordenador. Al revisar los correos vi un mensaje de Marta >>Buenos días Kenna, para mí no hay ningún problema, luego que hayas terminado de ordenar tu nuevo hogar contáctame así podemos planificar una cita.
No me molesté en responder, tomé un libro e intenté leer, pero no pude concentrarme. Tenía la mente en blanco y las páginas las tuve que releer varias veces para poder enterarme de la historia. Así que decidí dejarlo de lado y volver a mi nueva habitación, esta vez cambié el vino por café y dos pastillas para la migraña.
Dos horas más tarde, decidí salir y tomar aire, necesitaba conocer personas, socializar y ligar con alguien. Me di cuenta de que llevaba días comportándome de la misma forma que cuando vivía en Adelaida y no estaba bien, se supone vine aquí para cambiar, para ser libre, para poder ser yo. Así que me di una ducha y salí de fiesta, mi cuerpo pedía a gritos algo de diversión y eso justo le iba a dar, euforia y placer. Me fui caminado para poder ir conociendo un poco más, en unos 10 minutos llegué a un bar que tenía buen ambiente, estaba lleno de jóvenes que disfrutaban y se divertían.
Al entrar algunas personas estaban fumando, adentro estaba más lleno que afuera, casi no había lugar donde sentarse, por lo tanto, me acerque a la barra en donde quedaba un lugar libre. Me quedé observando el ambiente, mientras la música entraba en mis oídos, luego de un rato se acercó un chico a la barra.
No tuvimos que hablar, con unas simples miradas, unos pequeños roses de mano y las copas de más que había tomado nos llevaron al baño, en donde nos empezamos a besar. Mientras mordía mi oreja escuché lo que supuse era un susurro “vamos a un lugar más íntimo” como estaba algo incomoda asentí, así que me tomó de la mano y salimos del lugar.
No sabía ni el nombre, pero me estaba yendo a su casa, al llegar a esta no cerró bien la puerta que ya me estaba volviendo a besar. Un beso vacío, donde el aliento no me faltó, más bien me estaba ahogando. La ropa iba cayendo, pero yo me seguía sintiendo vestida, sus ganas aumentaban y las mías disminuían.
Pero el acto sexual continuó, yo solo quería que acabara, pues no era lo que yo esperaba. No sabía a donde se había ido aquella euforia por la que estaba tan excitada en aquel bar, la razón por la que vine a su casa. Al terminar aquel chico sin nombre se levantó de la cama y se dirigió al baño, yo en cambio agarré mis cosas y salí de aquella casa llorando.
No respondí a ninguno de sus estímulos, mi cuerpo estaba tan frio como el polo sur y más seco que el desierto de Sahara. Pero las lágrimas no dejaban de fluir, fue entonces cuando pensé en Isa, en lo bien que la pasábamos las dos, aunque no siempre llegaba al clímax, recordé sus gemidos, sus expresiones y su forma de mover el cuerpo.
Entonces lloré y lloré… lloré porqué pensé que me había enamorado, pensé que me había marcado, lloré porque era justo lo que no quería, hasta que me di cuenta de que no era yo quien lloraba, sino mi cuerpo.
Editado: 15.11.2024