Apenas llegar a casa anoche me duché y me fui a la cama, me sentía destrozada. Seguía sin comprender mucho lo que había pasado, así que en la mañana intenté masturbarme, pero no sirvió de nada, mis lágrimas volvieron a salir y mi cuerpo seguía sin responder. Sentía un peso enorme en el pecho, como si un agujero negro se estuviera tragando todo lo que estaba sintiendo. Estaba triste, eso no se iba a ir con follarme a un desconocido, por recordarla o por salir de fiesta.
Fue entonces cuando decidí llamar a Marta, ella me iba ayudar a aclarar mis ideas. A pesar de ser solos las 8:45 de la mañana me respondió, conectamos las cámaras y verla hizo que me agitara un poco.
Me miró de arriba abajo y esbozó una media sonrisa —buenos días, por la cara que me traes me sorprende que estes despierta tan temprano.
— Buenos solo para ti, anoche salí de fiesta y llegué un poco tarde.
—¿A qué se debe que no sean buenos para ti?
— A nada, no todos se despiertan de buen humor.
— Eso lo tengo claro, solo que me sorprende que me hayas llamado tan temprano.
— Si me quieres cerrar puedes hacerlo sin problema.
— Anda Kenna, no te pongas a la defensiva. Ya que llamaste hablemos un poco. ¿por qué has hecho este cambio tan drástico?
— Solo lo necesitaba.
— Estás segura, las cosas no suceden porque si, al menos no un cambio de ciudad. Tomate tu tiempo, estas en casa, es tu lugar seguro y yo solo estoy en una pantalla.
Tomé aire, cada vez se me hacía más pesado respirar, no quería hablarle de ti, de mis ganas de morir, del vacío que siento cada que salgo a caminar y veo a dos siendo felices. Me estaba entrando un ataque de ansiedad cuando escuché a Marta decir — Kenna, tómalo con calma, si no quieres hablarlo está bien, solo respira. No pasa nada.
Intenté seguirla, gracias a los ejercicios de respiración que me estaba enseñado, poco a poco me fui controlando.
— ¿Estas tomando los medicamentos?
— Sí—Mentí.
—¿Has tenido otro ataque de ansiedad más resiente o tienes pocas ganas de hacer las cosas?
— No —volví a mentir, no quería pensar en lo de anoche, en lo mal que lo pasé y lo frustrada que me sentí esta mañana al ver que nada había cambiado.
—Kenna, sabes muy bien que mentir no arreglara las cosas.
— Decir la verdad tampoco, no sé ni porqué te llamé.
— Quizá porque necesitabas hablar con alguien, sabes que puedes hacerlo cada que te haga falta.
— Quería un cambio de aire, de todo en general. Sentía que estaba en una jaula—dije mientras mordía mis uñas.
—¿Por qué te sentías en una jaula, sabes a que se debe?
—Mis padres siempre han querido controlar mi vida, sobre todo mi madre, desde niña siempre ha sido así. Elegia mi ropa, lo que comía, a mis amigos, pareja, todo. Para ella era una muñeca más.
— ¿Y cuándo estabas en España no tomabas tus propias decisiones?
— Siempre me hacía sentir culpable, aun a la distancia sentía que me observaba, controlaba hasta mi respirar, nunca me he sentido libre.
— ¿Has hablado de esto con ella? Puede que te escuche y las cosas se calmen un poco entre ustedes. Intentémoslo, imagina que está aquí y dile como te sientes.
— Nunca me gustó el pastel de fresa y a pesar de que te lo dije en cada cumpleaños me comprabas uno y me obligabas a comerlo, lo mismo pasó con los vestidos y el color rosa. La única vez que me sentí atraída por alguien arruinaste todo solo porque era una chica. ¿Alguna vez se te pasó por la cabeza preguntarme como me sentía? ¿Por qué sigues haciendo esto?
¿Por qué sigues asfixiándome? Abandoné quien era. No. Nunca pude ser quien era, toda mi vida hice lo que me dijiste, acepté estudiar medicina para complacerte, pensé que si hacia lo que me decías podría ser feliz. Entonces mamá, dime ¿Por qué no soy feliz? Por qué a pesar de todo me siento tan vacía como si me consumiera un hoyo negro, ¿por qué a pesar de todo lo que hacía para complacerte nunca te sentiste orgullosa de mí? —las lágrimas no dejaban de salir y mi pecho se sentía cada vez más liviano, no dejé que contestara y colgué la llamada.
Editado: 15.11.2024