Me desperté con un fuerte dolor de cabeza, se sentía como si me estuvieran taladrando el cerebro. Igual iba camino a la casa de mi madre, ya que todos los domingos nos reunimos con ella, Steven y yo. No me dejó llegar bien que ya me andaba preguntando cuando le traería una chica a casa, según ella, ya se estaba poniendo vieja y nunca podrá ver a sus nietos jugar en casa. Con mi hermano mayor se rindió, así que depositaba todas sus esperanzas en mí.
Viendo que mi madre seguía con el tema, preferí irme de la cocina para intenta ayudar a preparar la mesa a ver si así dejaba de mencionar lo mismo. Fue entonces cuando dijo — Branwen cada vez te pareces más a tu padre —al escucharla intenté aguantar las lágrimas. Cada que veníamos a casa los domingos, mamá hablaba de él, era su forma de recordarnos que no podíamos olvidarle.
Así que le pregunté — ¿en qué nos parecemos?
— No me refiero al físico, ese cuerpo divino lo heredaste de mí, yo hablo más de tu parte romántica, de tu forma de sentir y vivir la vida. De tu amor por la lectura.
— Ya lo sé, en esta familia solo hay personas cultas, a excepción de Steven, sigo creyendo que lo sacaron de la basura.
A lo lejos se escuchaba la voz de Steven refunfuñar y mi madre no paraba de reír. Esa es la forma en la que la quería ver, sonriendo y feliz, ya que luego de la muerte de mi padre ella se encerró y poco a poco fue perdiendo su magia.
Cuando terminamos de preparar la mesa y de almorzar decidimos ver una película juntos, luego tomamos una siesta como cuando éramos niños. Dormimos hasta las 6 de la tarde, después de una taza de chocolate caliente me despedí de mi madre y mi hermano. Preparé todo para el día siguiente ya que tenía unas tutorías en la mañana y por la tarde me tocaba trabajar en la biblioteca.
Editado: 15.11.2024