Perdon por los bailes

Kenna 15

Desde que llegué a este pueblo me sentía un poco fuera de lugar, nunca me ha gustado ser el centro de atención y esto es lo que pasa cuando llegas a un lugar donde todos se conocen, me convirtieron en el nuevo juguete que les trajo Santa para navidad. Ansiaban saber lo que hacía, donde estaba y con quien.

Me sentía observada y odiaba esa sensación, odiaba no sentirme libre y tener que comportarme de una manera cuando era completamente de otra, pero bueno, no todo estaba tan mal, algunos vecinos solían ser amables y no les importaba tanto lo que hacía o dejaba de hacer; siempre tenían una excusa para festejar.
Justo hoy algunas personas irán a cantarle serenatas a una pareja que cumple 25 años de casados, y como seguía siendo la nueva del pueblo me invitaron, así que no puede decir que no.

Al llegar la media noche nos dirigimos a casa de la pareja, el marido había planeado la sorpresa a su esposa así que hizo una señal para que empezaran a cantar. Eran canciones que todos conocían, supuse que las cantaban en todas las fiestas. Luego del coro la señora salió a la calle y se unió a las personas que cantaban.

Yo mientras tanto me quedé atrás, sentada al lado de un árbol donde casi nadie me veía, no me sentía parte de ese momento, es más, me sentía una intrusa. Esa sensación que sentí al verlos festejar y cantar me recordó que nunca iba a vivir algo similar, me gritaba lo lejano que esa realidad estaba de mí, porqué mis padres se divorciaron después de estar juntos por 16 años, yo, en cambio, sabía que nunca llegaría a compartir 25 años de mi vida con alguien más.

Aun observando, no entendí cuan feliz eran, no comprendía como bailaban y se olvidaban de los demás, pero a pesar de ser una desconocida si pude notar que se amaban como si fuera el primer día.
Entonces decidí salir de ahí, decidí alejarme porque la inquietud me mataba. Me incomodaba ver tanta felicidad desbordada, así que solo hui. Me fui sin saludar y probablemente nadie lo notó, porqué yo solo era una más del montón.

Decidí ir a donde mejor sabia estar, en ese lugar seguro que me aislaba de todo lo demás, me esperaba un libro con una taza de té y la luna casi llena que se veía desde aquella habitación cerca del hotel.




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