Perdon por los bailes

Branwen 33

Ella me seguía con pasos ligueros, caminaba lento como si no quisiera llegar y eso me hizo dudar un poco. Quizá no me veía de la misma manera, puede que ese fuera el motivo de salir corriendo. Me estaba poniendo inquieto y no sabía que hacer, cuando llegamos abrí la puerta y la hice entrar.

Tomé aire e intenté hablar, pero la voz no me salía. Estaba tan nervioso como aquella vez cuando le pedí matrimonio a Chloe. No es que le fuera a pedir matrimonio, pero hablarle de mis sentimientos se me estaba haciendo difícil. Vi que llevaba una bolsa en la mano y empecé por ahí para poder romper el hielo.

—Puedes colocarla en la mesa, así te sientes más cómoda.

—Es para ti, me dijeron que estabas enfermo, así que te traje un poco de mermelada cacera —dijo algo tímida mientras me la acercaba, —Muchas gracias… bueno, te pedí que vinieras porque tengo que decirte algo.

—Branwen, si ya no te sientes cómodo solo dímelo, no hace falta que te sientas mal por mí.

Di un paso hacia ella y la tome de la mano, no podía pensar en nada, el silencio se fue haciendo más largo hasta que por fin las palabras salieron de mi boca —contigo me siento más que cómodo, y ese es el problema, Kenna. Tú me haces sentir cosas que pensé no volvería a sentir. Me estoy esforzando por decirte lo que siento, porque una vez me rompieron el corazón y me da miedo que lo vuelvan hacer. Al principio solo fue atracción física, luego, al conocerte me fui encariñando un poco más. Amo la forma en la que sonríes, cuando intentas guiñarme el ojo y no te sale bien, tu forma de bailar en las bibliotecas y cuando me cuentas de las cosas que has hecho en el día.

Kenna me soltó la mano y a mí se me vació la vida, la miré a los ojos y no supe cómo reaccionar, tenía miedo. Tanto que casi salgo corriendo, entonces me besó. Un beso que me hizo temblar, no la solté y lo profundizamos, parecía como si nuestros labios estuvieran hechos el uno para el otro. Me mordía y yo la acercaba más a mi cuerpo. Nos faltaba la respiración, pero aun así no nos separamos.

Cuando terminamos el beso la vi sonreír, esa sonrisa que me robaba todo cuando no tenía nada. Nos quedamos en silencio un buen rato hasta que me dijo “anoche no pude dormir pensando en que ya no me querías ver más, yo vine aquí para decirte lo que sentía, me temblaba todo el cuerpo por miedo a ser rechazada. Me gustas, mucho más de lo que puedes imaginar, mucho más de lo que estoy acostumbrada a sentir. Cuando solté tu mano no significa que te esté rechazando, simplemente me cuesta sostenerla más de 15 segundos. Si para ti no es un problema, me gustaría que empezáramos a conocernos y no solo como amigos”.

La abracé, no podía creer que de verdad estuviera pasando. No me importaba tomarle de la mano solo 15 segundos si eso significaba hacerla reír por mucho más tiempo.




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