Perdon por los bailes

Branwen 42

Mis días iban cada vez mejor, Kenna seguía viniendo a la biblioteca como siempre, de vez en cuando desayunábamos juntos o quedábamos en el parque para almorzar. Mi madre seguía sin saber que salía con ella, pero a Steven le confirmé que la quería en mi vida y que todo había salido bien. Que era la mujer que deseaba llevar a casa y que muy pronto puede que lo hiciera.

Cada día me gustaba más, la intensidad de la que me hablaba no me asustaba en lo más mínimo. Y estaba cien por ciento seguro de que no la iba abandonar. La veía en mis sueños, en mis pasatiempos y en mis momentos de no pesar. Con Kenna era feliz y deseaba seguir siéndolo.

La quería en mi próxima vida y deseé que también estuviera en las pasadas. Me enamoré de ella, de su esencia, de su espíritu libre, de sus pasiones, de sus errores. Me enamoré, no solo de su físico, ni de sus buenos momentos, sino también de sus miedos. Me enamoré y lo supe el día que toqué su piel de la misma forma en la que toco mis libros”.




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