A la mañana siguiente, Clara bajó como de costumbre a recoger la leche se sus vacas, eran las siete de la mañana pero para ella era como si fuera mediodía, no había podido dormir demasiado bien, no sabía muy bien por qué, si por su madre, por sus palabras hirientes, o por el nuevo inquilino del pueblo, el caso es que se sentía bastante cansada, pero la obligación la reclamaba y no podía faltar.
Alrededor de las nueve de la mañana, se acercó a la casa para poder desayunar algo, como de costumbre Angelita había hecho tostadas, zumo y café, Clara entró por la puerta de la cocina, venía silbando.
—Buenos días abuela, ¿Cómo has pasado la… noche?—se calló porque no encontró a su abuela sino a otra persona—¿Otra vez tú en mi casa?
—Buenos días, he pasado buena noche, gracias. La abuela vendrá en un minuto, vamos siéntate no seas tímida, coge lo que quieras—Dani sonreía silenciosamente.
—Esto no tiene gracia. ¿Sabes qué? No me caes nada bien y no me gusta encontrarte aquí, parece que no tienes casa—se echó café en una taza y se la bebió de un trago.
—A mí no me digas nada, me han invitado, he venido y hasta donde yo sé la casa es de tu abuela y no tuya, pienso que tiene derecho a invitar a quién quiera y si no te gusta deberías hablar con ella entonces.
—¿Quién te crees que eres? No te quiero ver más por aquí ¿Lo pillas?—cogió una tostada y le dio un bocado.
—Yo soy al parecer el único de este pueblo que no te teme ni se cree tu fachada de mujer fatal—le quitó la tostada de la mano y le dio un gran bocado, luego se la devolvió—Esta tostada está deliciosa ¿No crees?
—Vete a la…
—¡Clara, esa boca!—Angelita apareció de la nada.
—Lo siento, pero este hombre me pone de los nervios, no me cae bien no quiero verlo rondando por aquí.
—Cariño estoy en mi derecho de invitar a quién yo quiera a casa. Nunca hemos discutido y no vamos a empezar ahora, ¿no es cierto?
—Pero abuela no sabemos nada de él y tú lo metes aquí en tu casa, estando tú sola ¿Y si… no sé, te hace… algo malo?
—Tranquila, no voy por ahí violando ancianitas, ni robando su dinero—se levantó de la silla y se puso a su altura.
—¡Oye!, muchacho, yo no soy ninguna ancianita—dijo la mujer haciéndose la ofendida.
—Me da igual, no me gusta no me cae bien y no me lo quiero encontrar cada dos por tres—le dedicó la mirada más fría que pudo—Así que me voy a ver si vendo algo. Creo que me dará tiempo a venir a comer, espero que para entonces las visitas incómodas se hayan ido—se acercó a su abuela y le dio un apretón en el hombro—Hasta luego abuela— pero su mirada se quedó fijamente clavada en el hombre más desesperante del mundo y se marchó.
—Perdónala, es que no le gustan los extraños.
—Soy bastante consciente de ello, pero tiene razón yo no debería estar aquí.
—De eso nada estás aquí porque yo quiero, además eres la primera persona que la saca de quicio y eso me hace mucha gracia. Ella jamás levanta la voz ni se altera, es tan fría como el acero, o al menos esa es la imagen que cree dar, la única persona que lo consigue es su madre, pero esa es otra historia.
—¿Por qué no vive con ella? La familia de Helena es rica y por consiguiente tu nieta también, podría vivir como una reina y sin embargo está aquí, trabajando, no lo entiendo demasiado bien.
—Como viste anoche, Helena no quiere a su hija, jamás lo hizo y jamás lo hará, a mi niña le duele demasiado—la mujer suspiró—Cree que no me doy cuenta pero lo sé.
—Debe de ser muy triste que tu madre, que te ha dado la vida, no sienta nada por ti, pero ¿Qué hay de su padre?—se dio cuenta que no debería preguntar tanto—Perdón no debería preguntar cosas que no son de mi incumbencia.
—No importa hijo, yo te sometí al tercer grado ayer y no me pusiste mala cara. Mi hijo… se casó con Helena porque la dejó embarazada. Jamás se quisieron, ni siquiera un poco, sólo fue una relación física y no midieron sus consecuencias. Julio era empleado del padre de ella, lo sacó de aquel sitio, lo ascendió y se casaron, después nació mi pequeña.
—Vaya no suena demasiado bien, pero al menos tuvo a sus padres con ella.
—No exactamente, Helena siempre estaba de viaje por un lado y mi hijo por otro, la verdad, no se soportaban. Mi nieta se crió en un internado, ella pensaba que sus padres viajaban juntos y nadie la ha sacado aún de su error, pero la verdad no era esa. Ella siempre fue una niña triste y sola, en vacaciones venía aquí, siempre ha sido muy introvertida, pero su abuelo y yo la llenamos del amor y cariño que jamás obtuvo de sus padres.
—Ahora puedo entenderla un poco, su carácter, siempre está a la defensiva, pero no es por antipatía, sino por miedo a lo desconocido.
—Exacto, ella sigue siendo una niña triste en su interior. Se defiende con la fachada que ella misma se ha creado para que no le vuelvan a hacer daño. Ella vive aquí desde que tenía diez años, desde entonces ha aprendido a amar esta tierra y todo lo que hay en ella, su abuelo la enseñó bien. Tuvo la oportunidad de volver a la ciudad cuando mi Manuel murió, pero ella no quiso, dijo que aquí estaba su casa, que no le importaba nada de allí, que su lugar estaba aquí conmigo y yo la apoyé, sus padres la quisieron convencer, pero se negó, esta muchacha es terca como una mula. Al poco tiempo murió su tía, ella no esperaba un golpe así, se vino abajo, luego sus padres se separaron y mi hijo vino hasta aquí. Unos años después también murió y se convenció a sí misma que todo era su culpa, ya que todo lo que quería lo perdía.