El día había sido como un diluvio de pesimismo desde que había comenzado a sollozar en clase. Probablemente sus compañeros en los asientos alrededor de él lo habían visto y simplemente no habían dicho nada, pero agradecía por ese silencio.
Había terminado por calmarse momentáneamente para que sus ojos no estuvieran rojos y el hecho de que era un marica lo supieran todos. Había pedido permiso de ir al baño y aunque salió con paso tranquilo, el nudo en su garganta por contener sus emociones era insoportable cuando pensó de nuevo en lo ridículo que estaba siendo.
En el pasillo había vuelto a hacer gemidos de dolor ahogados, hasta que en el baño no lo soportó y rompió en llanto sin temor a ser descubierto, pues a esa hora todos estaban en clase. Consideró volver a casa para no tener que esconderse en el baño para no ser visto, pero recordó cómo le había hablado a Dave y pensó que no quería dejar las cosas así.
El miedo de que Strider terminara odiándolo en un momento así lo aterrorizó, y las lágrimas se convirtieron en pensamientos de necesidad, una necesidad de sentirse a salvo de cualquier otra traición.
Recordó lo que le había dicho Dave al principio de todo eso: Si Terezi no valoró la relación, es su problema. Dejas a quien no te valora y encuentras a alguien más, punto.
Y se sintió miserable por pensar que eso sería imposible, a pesar de que sabía que era solo temporal, o se suponía que debía serlo. Pero parecía muy lejano e inalcanzable, había demasiada tristeza, rencor hacia quien una vez fue su amigo, arrepentimiento a más no poder, y ganas de llorar hasta que quedara dormido y despertar sin recordar.
Agradeció el estar completamente solo de momento y se dijo que ya no tenía caso llorar. Ya había sido demasiado, y Dave tenía razón. Terezi no merecía tanta atención y no debía pensar en esos dos porque ya le habían lastimado lo suficiente. Se repugnó por creer que fueron verdaderos amigos y, al menos un poco, dejó de pensar que era su culpa.
Respiró profundamente y se calmó de una buena vez. Se dijo que podía soportarlo porque Dave estaba con él, él no lo traicionaría, y era su mejor amigo. Dave era su mayor apoyo emocional y podía contar con él, y lo reconoció en ese instante. Si lo tenía a él lo tenía todo. Sin embargo, no podía controlar su carácter astringente, y tendría que disculparse por lo que había pasado en la mañana.
En cualquier caso, le daba rabia el no poder controlarlo, específicamente, no poder controlar a Strider. Tal vez había explotado por la frustración de que él ignorara sus consejos o lo que fuera, y le enojaba a más no poder, pero después pensaba que Strider solo quería ayudarlo, y en su mal carácter lo alejaba, insultaba, lastimaba y cualquier otra cosa que lo hiciera un mal amigo. Y le hacía convencerse de que no lo merecía, no merecía su amistad.
Sin embargo, en un momento u otro tendría que enfrentarlo, pedir perdón y volver a pasar el tiempo viendo series, discutiendo sobre por qué el género dramático y romántico era el mejor de todos, e incluso armando rompecabezas 3D de dinosaurios en la casa de uno de los dos. El pensarlo le hizo sonreír y agradecer tener algo a lo que aferrarse en ese momento.
Volvió a clase cuando ya se hubo calmado del todo e ignoró lo mejor que pudo a Terezi y Gamzee, intentando concentrarse en tomar apuntes. Cuando al fin pudo salir e ir a casa y estaba frente a la entrada de la escuela esperando a Strider, como solían hacerlo, se preguntó si él querría esperarlo después de lo que pasó y al final decidió ir a casa por su cuenta.
Mientras caminaba trató de no pensar, dejar su mente en blanco. Su casa no estaba tan lejos de la escuela, y mientras regresaba se puso los audífonos y escuchó la música que le había recomendado Dave alguna vez. Buscó las canciones, puso la lista de reproducción y dejó que el ritmo le envolviera.
De alguna manera se sintió aliviado de solo escucharlo, pues sabía que Dave las había escogido para él, y que después en algún momento tendría que hablarle —y sabía que lo volvería a hacer, o quería creer en ello—.
Cuando por fin llegó a casa subió a su habitación, dejó sin cuidado alguno su mochila al lado de su escritorio y se arrojó a la cama. No quería tratar con ninguna persona, ni pensar en nada. Quería dormir o pretender hacerlo, aunque hacerlo únicamente le haría recordar cosas desagradables.
Enterró su cara en la almohada y sintió como si debiera llorar, un reflejo de un hábito o una respuesta anticipada frente a un pensamiento, pero se volteó y miró al techo. Tenía que superarlo, y para eso había que mantenerse ocupado con cualquier cosa. Consideró el hacer tarea, ver televisión o su celular, limpiar, dormir, y descartó todo eso. Deseó que Dave estuviera ahí para distraerlo, pero finalmente decidió ir por helado para comer y llorar a la vez.
Era un plan excelente. Comer helado de vainilla sabor a lágrimas, más que perfecto.
Bajó a la cocina y sirvió una buena porción de helado en un tazón, quizás demasiada para terminársela él. Puso una cuchara y la idea de ponerle chispas de chocolate revoloteó por su mente. Kankri tenía varios tipos de dulces en algún estante, y en lo que se decidía si hacerlo o no, sonó el timbre de la casa. Era Dave.
Hizo lo de siempre por hábito: caminó sin ganas, abrió la puerta y miró a su invitado sin esperar nada en particular.
—Hola —saludó Dave en el marco de la puerta. Karkat podía percibir su inseguridad en la forma en que sus hombros estaban tan rígidos, y sobre todo en la pose incómoda que hacía resaltar el hecho de que estaba de verdad preocupado de cómo resultarían las cosas ahora que ya estaba ahí.