El viento no hace olvidar

Habían llegado tarde a la escuela, corriendo y viendo quién alcanzaba primero su salón, o más bien, viendo si Karkat huía lo suficientemente rápido de Dave, quien quería peinarlo con gel para cabello porque ya era tiempo de que dejara de verse como vagabundo. Y él le había hecho saber que eso nunca pasaría, pues en realidad a Karkat le gustaba tener su pelo alborotado porque podía cubrir sus ojos con su flequillo si quisiera, deslizar su pelo entre sus manos cuando estuviera nervioso y jalar el cuero cabelludo cuando tenía demasiada frustración. Y Dave siguió pensando que luciría mejor si se arreglara al menos un poco, pero dejó de insistir.

Cuando hubo terminado la persecución y Dave hubo embarrado el gel sobrante en la cara de Karkat, éste chilló por la sensación viscosa y por fin se separaron, uno maldiciendo y otro riendo, antes de entrar a clases y empezar el día.

Karkat se sentó y en automático recordó todo lo demás. La tristeza estaba por volver, pero se había prometido no volver a pensar en eso, parecía como si el peso del otro lado de la polea estuviera por caer sobre él mientras él forcejeaba por equilibrarlo. Dave hacía un estupendo trabajo en distraerlo y hacerle querer golpearlo, sin embargo, el recordar era algo que hacía inconscientemente. Pero no se volvería a sentir miserable, era su promesa a sí mismo. Ya había sido suficiente así que, además de leer el libro de clase a medias y garabatear sus apuntes, se puso a mensajear con Dave.

«HEY»

«HOY IREMOS A TU CASA?» 8:22 a. m.

«ASI NO TENGO QUE COCINAR YO» 8:23 a. m.

El murmullo lejano de la clase era ininteligible y no quería poner atención, pero al ver que Dave no respondía empezó a buscar la parte del libro donde estaban. Era "Hamlet", de Shakespeare y le dio curiosidad por el autor. No se había percatado de que era ese, así que sin prestar atención lo hojeó rápidamente. Era de tragedia, romance y drama: justo como a él le gustaba, pero él normalmente no leía dramaturgia.

Oyó el sonido de la notificación de su celular y apartó el libro. Vio el mensaje con una sonrisa de lado, intentando ocultarla para disimular.

«si quieres»

«aunque aún si fuéramos a tu casa, yo cocino» 8:31 a. m.

Decidió no mandar más mensajes para no interrumpir a Dave, quien tenía Laboratorio de química en ese momento y seguramente estaría viendo el teléfono a escondidas. Volvió a prestar atención al libro de Shakespeare y comenzó a leer un párrafo aleatorio. Pensó que sería aburrido, hasta que se topó con la siguiente parte:

"Y tú, miserable, temerario, entrometido, loco, adiós. Yo te creí otra persona de más consideración. Mira lo que has logrado; he aquí el riesgo de la excesiva curiosidad. No, no dobles las manos, siéntate aquí y deja que yo te doble el corazón. Así he de hacerlo, si no lo tienes de madera impenetrable, si las malditas costumbres no lo han convertido en un muro de bronce, ajeno a toda sensibilidad."

Por alguna razón ese párrafo le llamó la atención, sintió un enojo familiar que había experimentado en las últimas semanas por la manera en que estaba escrito. Tanta indignación y decepción, le recordaba a Gamzee y Terezi, les creyó diferentes y al final parecía que no se sentían culpables en lo más mínimo. El párrafo representaba perfectamente cómo se sentía, y añadiendo a eso, la última oración le marcó por ser una sentencia decisiva y final.

El profesor no le hizo ninguna pregunta, estaba leyendo lo que debería, así que olvidó todo a su alrededor y se centró en la historia y sus personajes. Aunque quizás la trama era anticuada, con reyes, caballeros y romance, era algo así como un gusto culposo y le encantaba, pero nunca lo admitiría. Así pasaron rápidamente las clases, con él leyendo el libro en vez de poner atención, haciendo algunas notas y ensimismado en la trama de Hamlet, de verdad se sentía como un nerd por leerlo con tanto entusiasmo. Se sorprendió de que fuera interesante, solo cuando las palabras no eran tan rimbombantes como para obstaculizar la lectura.

Al llegar el receso no pudo despegar sus ojos de las páginas. Distraídamente siguió la rutina de todos los días, sentándose en la mesa de siempre y comiendo sin ganas; Dave lo buscó en la cafetería y al sentarse lo saludó con una mirada diciendo "Hola, aquí está tu salvador". Vio que ya había empezado a comer, tomando su sándwich con la mano derecha y con la izquierda tomando un libro doblando su cubierta.

—Karkat —le llamó el rubio frente a él, haciendo un gesto de "Estoy aquí, yuju" y colocando su comida frente a él: un emparedado de jamón, jugo de naranja y galletas de amaranto. ¿Por qué? Porque no había mucho de donde escoger.

—Ah, Dave —Karkat alzó la mirada por un segundo y volvió a bajarla para leer—. ¿Qué pasa? —preguntó con tan poca emoción e interés que apenas pudo diferenciarse la pregunta de una oración normal.

Dave lo miró anonadado por su reacción, parpadeó con indignación, cosa que no notó su amigo, y replicó—: ¿En serio? ¿Cuándo no estás llorando y escurriendo mocos me ignoras? —Hizo un gesto con sus cejas denotando decepción y dio una mordida a su emparedado.

—¡Oye! —Esta vez Karkat alzó la vista y le dedicó una mirada molesta con más enojo de lo que en realidad sentía—. Yo no escurro mocos.

Eso solo hizo a Dave pasmarse por un segundo, sonreír primero con diversión y luego con suficiencia, conteniendo la risa y acercándose lo más que pudo a su amigo, aún sentado al otro lado de la mesa.

—Pero es la verdad, eres un bebé llorón, y los bebés escurren mocos y piden atención —dijo en tono serio, pero con una burla implícita que hizo a Karkat frunciera el ceño y entrecerrara los ojos por lo que implicaban sus palabras.

Dave soltó una risilla manteniendo un poco de su seriedad y todavía molesto le arrebató el libro a Karkat para inspeccionarlo.

—¿"Hamlet"? —cuestionó Dave con cara de incredulidad y a la vez sorprendida y sarcástica— Pensé que leer no era lo tuyo.