Luana llego a su casa preocupada por lo que estaba pasando, mientras sacaba las llaves de su bolso escucho pequeñas risas en el interior, curiosa atisbo por la ventana y quedo intrigada pues no reconocía a aquellas niñas que estaban en la sala de su casa, iba a poner su llave en la cerradura cuando la puerta se abrió de forma improvista.
—Hijita, las niñas son hijas de Valentino, me ofrecí a cuidarlas, en la madrugada llego una ambulancia, y se llevaron a su mamá, hasta donde me comunico doña Tulita, ella se encontraba muy mal y lo único que hacía era llamar a su esposo, nadie sabía nada de él, algo debió haberle sucedido, siempre ha sido un buen esposo.
Luana estaba muda, no sabía que hacer, su cabeza daba vueltas, se sentía culpable por lo sucedido y no dejaba de llorar, su cuerpo no pudo más y cayó pesadamente sobra la alfombra de la sala.
Preocupada, su madre le acerco algodón con alcohol a su nariz para tratar de despertarla, no comprendía por qué le había afectado tanto esa noticia a su hija, pero luego de pensar en la repentina desaparición de su hija y la extraña ausencia de Valentino, empezó a imaginar que ambos habían estado juntos; no cabía duda esa era la razón por la que su hija se había desmayado.
Recuperada Luana, no dejaba de ver a las hijas de Valentino, eran muy lindas y se parecían tanto a su padre, pensar que aquellas niñas pudieron ser mis hijas, se decía, una lágrima rebelde rodó por sus mejillas, mientras las seguía mirando en silencio.
Su mundo había cambiado tan rápidamente, se creía tan feliz hacía unas cuantas horas atrás y ahora eran tan desdichada, no soportaba ver a esas niñas sin que le remordiera la conciencia, así que se subió corriendo las escaleras rumbo a su habitación, mientras las niñas la miraban desconcertadas.
Llorando se encerró en su cuarto mientras su conciencia le recriminaba sus actos, como era posible que se hubiera entregado nuevamente a Valentino, sabiendo que él era casado y que su esposa estaba tan gravemente enferma, se sentía culpable por haber sido tan feliz, por haberle robado unas horas de felicidad a la vida, pero no podía dejar de pensar en él, en lo mucho que lo amaba, hubiera querido estar con él, sabía que en ese momento la necesitaba más que nunca.
Saco su celular para llamarlo, pero oh sorpresa no tenía su número, pero claro como lo iba a tener si al final ella solo representaba un recuerdo en la vida de él, tan solo un recuerdo.
Se tiró en la cama mientras sollozaba, no podía dejar de pensar y tampoco podía dejar de llorar, su conciencia no la dejaba en paz, sentía que por culpa de ella Maritza estaba al punto de la muerte.
— ¿Hijita, que sucede, porque estás así? — Pregunto preocupada su madre — ¿por qué lloras así, que te ha ocurrido?
—No me pasa nada mamá — replico ella
—Es por Valentino ¿Verdad? — Luana quedo muda al escuchar a su madre, como podía saberlo, ¿acaso se notaba en su rostro?
—No es eso, mama — respondió luego.
— Soy tu madre Lu y por ende te conozco lo suficiente para saber que estás así por culpa de Valentino.
—Madre discúlpame, soy una mala hija y una mala persona, ayer estuve con Valentino toda la noche y es por eso que su esposo ha recaído… Ma, lo siento, nunca quise defraudarte.
—Hija, no es culpa tuya, ella ya estaba enferma. Solo mantente alejada de él, no es conveniente para tu salud mental, estar cerca de él en este momento, no te lo perdonarás jamás si continúas con esta relación.
—Lo se mama, tengo que irme de aquí, si me quedo no poder contenerme e iré a buscarlo, de nada servirá todos los valores que me inculcaste.
Su madre se levantó despacio y se fue a la cocina, le preparo un tilo con lavanda y manzanilla, mientras miraba a las nenas jugar en la sala ajenas a todo lo que sucedía en la casa.
Podrían ser sus nietas, pensó tímidamente. Sacudió su cabeza, sirvió la bebida y fue en busca de su hija, que yacía en la cama mirando el techo fijamente.
Le ayudo a sentarse en la cama y le dio de beber, estaba preocupada, al ver a su hija en ese estado recordó los meses de angustia que siguieron al matrimonio de Valentino, cuando la vio tirada en el piso del dormitorio luego de haberse tomado una gran cantidad de píldoras para dormir.
Su pequeña, su pobre y triste pequeña, jamás creyó que ese suceso sirviera de gatillo para el trastorno mental que padecía, costo mucho tiempo y terapia lograr que ella se volviera la mujer fuerte que era en este momento, pero ahora sentía que todo podría volver a repetirse.
La vio dormirse y realizo dos llamadas importantes.
—Nicolás, como estás buenos días — Saludo ni bien le contestaron la llamada
—Mami Carmen, ¿cómo está? Sabe algo de Luana, se fue ayer y no he sabido nada de ella en todo el día.
—Si hijo, ella está en casa, llego recién. Pero hay un problema, no la veo bien y tengo miedo de que recaiga. ¿Puedes venir a verla?
—Si mami, termino unos pendientes y de inmediato salgo para su casa. Mientras comuníquese con el doctor Avalos, tal vez pueda darnos una ayuda.
—Okey hijo, justo iba a hacerlo
—Noooo — se escuchó un grito proveniente dela habitación de Luana.
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Editado: 16.02.2023