Perdóname...

Capítulo 15

—Tía, ya llegamos — grito Valentino mientras hacía pasar a sus hijas y cerraba la puerta de su casa.

—Qué bueno hijo, no pensé que te ibas a demorar tanto, ¿paso algo en la casa de Luana? — Contesto la tía saliendo de la cocina y acariciando las cabecitas de sus sobrinas.

—Algo así, pero no quiero hablar al respecto, solo te diré que Luana está enferma, el médico llego a verla.

—¿Volvió a tener una crisis?

—¿Lo sabías?

—Sí, me enteré hace años cuando se puso mal la primera vez.

—Y por qué no me contaste —grito Valentino.

—Porque tu esposa me rogó que no lo hiciera, había tenido unos dolores en la cadera y el médico le había dicho que guardara reposo y que no tuviera emociones fuertes, fue por eso que calle y no te dije nada.

—Ok, tía, pero para la próxima vez no te atrevas a ocultarme nada, no es posible que después de tantos años venga a enterarme de que ella estuvo enferma.

—Sobrino, acaba de llegar Mary, le tuve que pedir que suspenda sus vacaciones para que me ayude con las nenas.

—Está bien tía, dile que le daremos un bono especial por ayudarnos en esta emergencia.

—Muchas gracias, señor Valentino, pero no lo hago por el bono, lo hago porque ustedes se han convertido en parte de mi familia —respondió Mary con el delantal puesto mientras sus manos estaban ocupadas una con una papa y la otra con un pelador.

—Gracias Mary por todo tu apoyo, si no fuera necesaria tu presencia no te hubiéramos molestado y menos haber hecho que suspendas tus tan ansiadas vacaciones. —Valentino le dio una sonrisa triste y se alejó rumbo a la escalera hacia el segundo piso, ya en su habitación preparo una pequeña valija con todo lo necesario para el tiempo que su esposa debería quedarse internada en el hospital.

Al terminar de preparar la valija, abrió las cortinas de su habitación y su vista se dirigió inmediatamente hacia la ventana de la habitación de Luana que tenía las cortinas corridas.

Quería ir a verla, quedarse con ella hasta que despertara, su corazón dolía por la lejanía y sus manos no dejaban de temblar de la impotencia, por qué demonios todo se había ido a la mierda.

Pero era imposible que estuviera cerca, además Luana no estaría sola, tenía a su madre y al estúpido de Nicolás, en cambio, Maritza solo lo tenía a él y a sus hijas.

Su situación era muy lamentable, jamás podría divorciarse de Maritza por mucho que amara a Luana, le debía demasiado a su esposa y no podría hacerla a un lado como si no tuviera valor alguno.

Tomo la maleta de la cama y bajo hacia el salón.

—Tía ya me voy, por favor ten cuidado con las niñas, cualquier novedad o inconveniente me avisas sea la hora que sea. También te mantendré informada del progreso de Maritza. Lo más probable es que hoy no regrese, me quedaré en el hospital y además tengo que buscar donadores para ella.

—Muy bien hijo, no te preocupes, ve con Dios.

—Gracias tía, nos vemos.

Valentino salió apresurado, rumbo al hospital. Trataba de no pensar en Luana, pero le era imposible, la imagen de ella en el rincón de su habitación no se alejaba de su mente, unas lágrimas rebeldes se deslizaron por sus mejillas y las seco con fuerza con el puño de su camisa, respiro hondo para calmarse, tenía que hacer las cosas bien, no podía seguir cometiendo errores y lastimando a quien más amaba en esta vida, Luana. La culpa se reflejaba en su rostro, tenía que alejarse de ella para siempre.

Luego de reflexionarlo detenidamente, Valentino se detuvo frente a la puerta de Luana, se bajó y toco el timbre, aún tenía un poco de tiempo antes de que hablara con el médico de Maritza.

—Doña Carmen, disculpe que la moleste ¿Cómo sigue Luana?

—Valentino, ¿en qué quedamos?, se suponía que te mantendrías alejado de mi hija.

—Lo sé, sé que le prometí que lo haría, pero necesito saber cómo sigue, no la buscaré más, pero prométame que me mantendrá informado de cualquier cosa que suceda, en verdad yo la amo y no quiero que ella sufra por mi culpa, pero entienda que tampoco puedo mantenerme al margen de lo que le sucede, ella es mi vida y eso usted bien lo sabe.

—No pienses que no te entiendo o que soy una egoísta Tino, yo siempre supe que la amabas a pesar de haberte casado con otra, pero por el bien de la salud mental de ella es necesario que no estés cerca, por otro lado, te mantendré informado sobre su progreso, espero que con eso puedas estar tranquilo.

—¿Aún está dormida?

—Si

—¿Crees que podría verla por última vez?

Luego de pensarlo mucho, Carmen se hizo a un lado y le permitió pasar, subió apresurado las gradas de la escalera, entro en la habitación y la vio dormir tranquilamente.

Se acercó a ella en silencio y se sentó a su costado, tomo sus manos y las beso tiernamente, luego acaricio sus cabellos muy lentamente mientras la miraba extasiado. Dio un profundo suspiro, miro la hora en su reloj y supo que ya era tiempo de despedirse, le dio un beso en los labios tratando de memorizar el sabor y la textura de estos.

Sabía que nunca más los iba a volver a probar, jamás podría volver a tocarla. Solo esperaba que ella se recuperara pronto, que saliera de esa situación tan lamentable.

Algún día ella le pertenecería a alguien más, y eso le producía un gran dolor, pero también sabía que no podía hacer nada al respecto.

Se levantó y empezó a caminar rumbo a la puerta.

—Valentino, no te vayas por favor—le escucho decir, volteo inmediatamente tenía los ojos cerrados, pero la mano estirada como si quisiera que él la tomara.

Retrocedió y se acercó, tomo su mano y le dio un ligero apretón.

—Aquí estoy cariño, no estás sola —le respondió.

—Te fui a buscar — respondió ella.




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