Carmen respiro hondo mientras recogía el celular que había caído de sus manos por la sorpresa, presiono su pecho antes de llevarse el aparato al oído, aclaro la garganta algo fuerte y sintió que le ardía un poco.
—Disculpe me sorprendió la noticia.
—Entiendo, tal vez usted me pueda ayudar, necesito comunicarme con Carmen Cisneros de Ramírez, la tengo registrada como persona de contacto en caso de emergencia.
—Esa soy yo, dígame en donde se encuentra y me acercaré lo más pronto posible.
La doctora le dio referencia del lugar que se encontraba a las afueras de Lima, Carmen colgó, pero no sabía qué hacer con Luana, aún seguía durmiendo y no podía dejarla sola, tampoco podía dejar solo al niño en ese hospital y tendría que hacer los preparativos del sepelio.
Su cabeza empezó a dolerle por todas las preocupaciones que se le venían encima.
—¿Mamá? ¿Estás ahí? — pregunto Luana bajando las escaleras.
—Si, hija, estoy en la cocina, ¿Cómo te sientes? ¿Has descansado bien?
—Si mami, de maravilla, me siento mucho mejor, ¿qué hay para desayunar?
—No he preparado nada, pero si gustas te frio unos huevitos y te sirvo leche tibia, ¿te parece?
—Si mami, muchas gracias.
—Me alegra que ya estés recuperada, me asuste un montón cuando tuviste nuevamente una crisis.
—¿Crisis?, ¿de qué crisis hablas mamá?
—¿Luana, no recuerdas nada?
—No mami, solo sé que llegué de trabajar, me acosté y me acabo de despertar.
Carmen emitió un ligero suspiro, se sentó a su costado y tomo sus manos.
—Has dormido casi un día completo, llegaste a casa, tuviste una crisis psicótica, vino el doctor Avalos a verte, te sedaron y por la noche vino Julieta a verte, pero tuvieron que sedarte nuevamente, mira tus brazos.
Luana se sacó la camisola que cubría sus brazos y se sorprendió al verlos llenos de cicatrices entre profundas y ligeras, aún estaban rojas.
—Mami, no recuerdo nada.
—Voy a llamar a Julieta para ver si puede venir a verte o si vamos a su consultorio, pero hay algo más.
—¿Qué sucedió?
—Llame a Virginia y me contestaron del hospital, ella y su esposo murieron en un accidente de carretera cuando regresaban a Lima.
—¡Oh por dios! ¿Dónde están mama? ¿Y el niño, donde está el niño?
—Venía con ellos, pero gracias a Dios solo tiene ligeras contusiones.
—Debemos ir por Alex mamá, se debe sentir muy solo.
—Si hija, iremos por él, pero primero déjame hablar con Julieta para comprobar que esté bien y que ya todo paso.
Carmen se comunicó con Julieta y le comento lo que había pasado, ella le dijo que el único horario que te tenía disponible era en ese momento, y que haría una videollamada para revisar a Luana y que luego iría a las ocho de la noche para verla a ella y al pequeño Alexander.
Luego de la videollamada, Luana ya estaba lista para ir con su madre al hospital donde estaban los restos de su familia y el niño.
Tres horas después llegaron al Hospital Santa Martha y trataron de ubicar a la doctora Mendizábal, ella se encontraba en urgencias en ese momento, así que tuvieron que esperar un rato para poder hablar con ella y pedir que les entreguen a Alex.
—Buenas tardes, soy la doctora Mendizábal, disculpen la demora, pero tenía un paciente en urgencias algo complicado.
—No se preocupe doctora, soy Carmen Cisneros y ella es mi hija Luana.
—Oh, sí. La estuve esperando, pero tengo malas noticias.
—Como así doctora, que sucedió, ¿el niño se puso mal?
—Hace una hora vinieron de Servicios Sociales, y se lo llevaron.
—¿Por qué? ¿No sabían que estábamos llegando?
—Yo lo comuniqué e informaron a Servicios Sociales que los parientes estaban llegando, pero ellos dijeron que no podían hacer nada, que no podían dejar al niño más tiempo en el hospital y que se acercaran a esta dirección. —Le entrego una tarjeta de presentación con los datos del funcionario público.
Luana puso un rostro de furia y preocupación, el pequeño Alex no debería estar pasando por toda esa situación, no solo había perdido a sus padres si no que también lo habían separado de su familia.
Carmen se apresuró a realizar los trámites legales para el retiro de los cadáveres, mientras Luana llamaba a la funeraria para solicitar el servicio de cremación para los cuerpos de Virginia y de su esposo.
Ninguna de las dos podía contener las lágrimas debido al dolor que sentían, pero Luana era la más afectada, Virginia no solo era su prima, también era su mejor amiga. Y Alex era su ahijado, no podían separarlo de ella, sentía que se moría solo de pensar en el niño solo en ese lugar rodeado de extraños.
Luego de hacer los trámites y dejar al de la funeraria arreglando todo, se retiraron, ya casi no tenían tiempo para llegar al Puericultorio, donde habían llevado al pequeño, por más que Luana había rogado al encargado, este no quiso ceder, y le dijo que las esperaba al día siguiente a las ocho de la mañana.
Regresaron a Lima, tratarían de sacar a Alex del hospicio lo más pronto posible, para poder enterrar a sus padres, no querían hacer nada sin que el niño estuviera presente.
Luana se quedó dormida de regreso a la ciudad, tenía los ojos hinchados de tanto llorar, su mamá estaba preocupada de que toda esa situación volviera a perjudicarla.
El celular de Carmen timbro suavemente.
—Aló —respondió con voz muy baja
—Carmen, ¿Dónde estás? — pregunto Valentino con voz grave, sonando preocupado.
—Regresando a Lima, tuve una emergencia familiar.
—¿Con quién se quedó Luana?
—Está aquí conmigo, no puedo seguir hablando. Te aviso cuando llegue a Lima.
—¿Está segura que ella está bien?
—Lo está, no te preocupes. Pero tal vez necesite tu ayuda para este asunto familiar.
—Ok, espero tu comunicación entonces.
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Editado: 16.02.2023