Perdóname...

Capítulo 22

—¿Cómo estás Luana? ¿Ya te encuentras mejor? —Pregunto Valentino mientras se acercaba a las dos mujeres.

—¿Cómo sabes que estuve enferma? —pregunto Luana incómoda ante la presencia del hombre.

Valentino miró con curiosidad a Carmen mientras esta movía la cabeza, dándole a entender que ella no había comentado nada.

—Mis hijas, Giselle y Georgia me comentaron que estuviste enferma —Respondió tratando de no haberse equivocado al responder.

—Oh, si mi mamá, me comento que a veces cuida a tus hijas,

—Sí, así es. Ellas quieren mucho a tu mamá.

—No entiendo cómo es que yo jamás me entere de esta situación. ¿Hace cuánto tiempo viene sucediendo esto?

—Hija, llevo como un año apoyándoles, si no te comenté nada es porque no quería incomodarte. Y como ellas llegan, cuando tú no estas tampoco le encontré el caso a decírtelo, lo lamento. —Respondió Carmen, apenada por la situación y temerosa de que ella recordara todo y se pusiera mal nuevamente, odiaba haberle ocultado ciertas cosas, pero siempre tenía que andar con cuidado alrededor de ella.

—No te preocupes, mamá, con tu tiempo libre puedes hacer lo que quieras. —Comento tratando de ocultar su indignación, no entendía por qué su mamá debería cuidar a esas niñas si ellas no tenían nada ver con Valentino y su familia. Es más, la sola presencia de Valentino en ese momento  le molestaba y si aguantaba era porque era necesario por Alex. Pero si por ella fuera hubiera preferido llamar a Nicolás para que las ayudara.

—Muchas gracias a las dos —Respondió Valentino aguantándose las ganas de abrazarla, besarla y confirmar con sus propios ojos que ella ya estaba mejor y que sus brazos estaban mejorando.

—Valentino, gracias por venir, te pedí que vinieras porque quiero pedirte ayuda, tenemos un problema en este momento, y necesito algo de asesoría — Dijo Carmen ansiosamente.

Abrió su puerta y lo invito a pasar, Luana se disculpó y sé retiró a su habitación apresuradamente mientras Valentino la miraba irse aguantándose las ganas de correr tras de ella. Al verla desaparecer  se  sentó  cómodamente en el sofá mientras Carmen regresaba y se sentaba frente a él.

Luego de un momento incómodo entre los dos, entro la empleada trayendo café y galletitas, coloco la bandeja en la mesa de centro y se retiró silenciosamente.

—Muy bien Carmen, cuéntame que está pasando realmente.

Carmen se removió nerviosa en su asiento mientras pensaba cuanto de la verdad debería revelar.

—¿Te acuerdas de Virginia? —pregunto finalmente.

—Algo, es tu sobrina, ¿no?

—Así es, ella acaba de fallecer —Menciono tratando de controlar sus lágrimas.

—Lo siento mucho, mi más sentido pésame. ¿Pero cuál es el problema con eso? —Pregunto tratando de no sonar demasiado frío, pero estaba más interesado en saber sobre Luana, que sobre su prima, que acababa de fallecer.

Carmen dudó en continuar con la conversación, pero lastimosamente si las cosas se ponían difíciles, él sería el único que podría ayudarle.

—Mi sobrina y su esposo murieron en el accidente de tránsito y dejaron un niño de siete años huérfano, fuimos con Luana al hospital para reclamar los cuerpos y pedir la custodia del niño, pero este había sido enviado a un albergue para menores una hora antes de nosotros llegar. Así que nos vinimos con las manos vacías. El pequeño Alex es ahijado de Luana, por eso ella está tan preocupada y ansiosa.

—Okey, ¿entonces en que necesitas mi ayuda?

—Hace tiempo doña Tulita me comento que tenías un amigo abogado, que siempre te ayudaba con los temas legales, si no fuera tan importante no te pediría ayuda.

—Muy bien Carmen, dame unos minutos que me comunico con él.

Valentino, salió al jardín unos minutos y hablo con Daniel Rivas, su amigo de infancia. Le explico a grandes rasgos lo que había sucedido con el niño y el quedo en llegar en una hora, ya que estaba camino a su casa.

Regreso a la sala, y se encontró con Luana y su mamá esperándolo.

—¿Tu amigo podrá ayudarnos? —pregunto ansiosa Luana.

—Si Daniel estará aquí en una hora.

—¿Daniel?, ¿el gordo Daniel?

—No seas mala, ya no está gordo, ahora tiene un bufete de abogados.

—Wow, interesante. Hace muchos años que no lo veo.

—Lo sé. Aunque él siempre me pregunta por ti.

Se quedaron en un silencio muy incómodo, Luana lo miraba de reojo de tanto en tanto mientras giraba una argolla de oro de veinticuatro quilates que estaba en su dedo pulgar, era una argolla que había encontrado en su cama, pero no sabía de donde había salido.

Valentino se encontraba nervioso, quería preguntarle a Luana como se encontraba, si estaba bien, quería abrazarla, decirle que estaba allí para ella, que no permitiría que nada le sucediera; que haría todo lo posible por recuperar al niño si eso la hacía feliz.

Al menos al hacer eso, ella podría dar el amor de madre que nunca le pudo dar a su pequeño muerto.

Un nudo en su garganta se fue alojando, estaba demasiado sensible por ese tema, pero sabía que debía callar, Luana no recordaba nada del pasado y él sería el último en lastimarla nuevamente.

Estiro su brazo para tratar de coger la taza con el café cuando Luana miro su mano con mucha atención.

—Te falta un anillo —le dijo

Valentino miró su mano y se dio cuenta de que su anillo de matrimonio no se encontraba en su dedo, solo había una mancha blanca que indicaba que jamás se había quitado el anillo antes.

Se sonrojó un poco al recordar que se había sacado el anillo del dedo cuando Luana lo tenía abrazado en la cama y quiso agarrar sus manos, tenía miedo que al verlo lo rechazara o lo que es peor recordara que él ya estaba casado.

—Sí, lo olvidé en casa. —respondió inseguro.

—Oh, me imagino que debe ser tu anillo de matrimonio, ¿no?

—La verdad que sí, me lo saque al lavarme las manos en casa, debe estar en el lavamanos.




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