—Este mocoso es demasiado inteligente para mi gusto — pensó Valentino mientras lo miraba de reojo y notaba el gran parecido que tenían ambos. Incluso en la manera de sentarse y de hablar eran idénticos.
—¿Qué diablos había sucedido hace ocho años? —se preguntó, toda la situación era un caos, pero solo tenía que encontrar la punta de la madeja y desenmarañaría todo.
Siguió mirando hacia la puerta, jamás le había gustado esperar, pero recordó la primera vez que fueron juntos al ginecólogo con Luana.
Habían estado hablando sobre tener relaciones sexuales, pero el miedo más grande de ella era quedar embarazada y no poder realizar sus sueños, ella quería terminar su carrera, viajar y luego después de varios años recién tener un hijo. Él estuvo de acuerdo, aunque moría por verla embarazada de un hijo suyo, por ver un hijo desarrollarse dentro de su vientre.
Sonrió al recordar la cara sonrojada de ella cuando el médico les pregunto para qué habían ido a la consulta.
—Queremos empezar nuestra vida sexual — hablo Valentino mientras miraba a Luana volverse roja como una remolacha, tomo su mano para tranquilizarla, ellos lo habían decidido juntos y él no quería que ella se arrepintiera de entregarse a él.
El doctor sonrió, mientras los felicitaba por poner en orden sus prioridades, luego les explico sobre los diversos métodos que podían usar, al salir iban contentos, él con una bolsa de preservativos y ella con una caja de pastillas anticonceptivas.
Luana sonrió y lo abrazo mientras escondía su cabeza avergonzada en su pecho, Valentino beso su cabeza mientras le decía que siempre estaría para ella y que esperaría a que estuviera dispuesta a entregarse a él.
Mirando en retrospectiva, esos días habían sido muy felices, había tocado el sol con sus dedos sin temor a chamuscarse, pero todo se vino abajo cuando Nicolás apareció en sus vidas.
Valentino siempre culpó a Nicolás de su ruptura con Luana, pero ahora sospechaba que había algo más en el fondo, algo más en la historia que él aún no había descubierto.
Su rostro sonriente cambio a uno de amargura, nunca entendió que paso realmente, porque el cambio de un momento a otro de Luana. Ella era extraña algunas veces, pero aun así él la amaba como un loco. Suspiro mientras giraba su cabeza y volvía a mirar al niño sentado a su costado.
—¿Tienes hambre? —pregunto curioso.
—No señor, tengo como un nudo en el estómago.
—Es normal, estar asustado.
—Yo no me asusto, soy un hombre y los hombres son valientes y ellos jamás se asustan.
—Niño, claro que los hombres se asustan, yo también tengo miedo en este momento, pero no lo demuestro, porque hay que poner cara de valiente, así uno este temblando por dentro.
—¿De verdad?, mi papá Pablo siempre me dijo, que tenía que ser valiente y no llorar para poder defender a las mujeres.
—Él tiene razón en lo de defender a las mujeres, pero eso no quiere decir, que tú tengas que hacerlo, a veces ellas solo quieren que estemos a su lado, para darles fuerza mientras ellas se enfrentan a los problemas. Pero nada de eso significa que tú tengas que perder tus emociones, si quieres llorar, hazlo, si quieres gritar de impotencia, hazlo, si tienes miedo, es normal sentirlo. Lo malo es dejar que el miedo te domine.
—¿Entonces puedo llorar?
—Por supuesto que sí, no le contaré a nadie que lloraste. —Respondió Valentino mientras miraba con pena al pequeño, los ojos de Alex se llenaron de lágrimas mientras Valentino lo abrazaba y rogaba desde el fondo de su corazón que ese niño fuera su hijo.
Valentino lo dejo llorar todo lo que quiso, este pequeño había pasado, por tanto, en tan poco tiempo, y ahora decía que Luana era su mamá, algo que él tampoco comprendía por qué hasta donde él sabía ella había perdido a su bebe, pero pensándolo bien la edad correspondía, si él era su hijo alguien tendría que dar muchas explicaciones.
La puerta del laboratorio se abrió y una joven agraciada de cabellos largos salió a llamarlos.
Ingresaron tomados de la mano, como si fueran en verdad padre e hijo, les hicieron las pruebas y le indicaron que el resultado saldría recién en una semana, pero tratarían de entregarle el resultado en cuarenta y ocho horas debido a que habían implementado un nuevo sistema y realizarían esa prueba con el nuevo material de laboratorio.
Valentino hubiera querido que el examen sea lo más rápido posible, pero ya adelantarlo a cuarenta y ocho horas le parecía lo mejor.
—¿Vamos a casa? —pregunto Valentino mirando con una sonrisa en sus labios al pequeño.
—¿A casa? —respondió este mirándolo confundido.
—Exacto a casa, al menos a la mía por un rato y de ahí con Luana, conocerás a mis hijas Giselle y Georgia y almorzaremos con ellas ¿Qué dices?, ¿te agrada la idea?
—Está bien, ya tengo hambre —respondió Alex dando un brinquito de felicidad, pero luego cambio a su gesto adulto como si fuera un pequeño hombrecito.
—Alex, conmigo no tienes que fingir ser grande, yo estoy para cuidarte, confía en mí, así yo no sea tu padre, aunque lo dudo, siempre podrás contar conmigo desde el momento en que Luana te quiere para mí es suficiente para quererte también.
#18370 en Novela romántica
#3444 en Joven Adulto
amor ayuda esperanza, depresion ansiedad dolor muerte, odio amor cáncer amistad
Editado: 16.02.2023