Perdóname...

Capítulo 38

—Alex, despídete de mamá, ella tiene que descansar y tú necesitas dormir, mañana es un nuevo día.

—Hasta mañana mamá, ¿puedo darte un beso?

—Claro que si corazón, mami te promete que hará todo para recordarte.

—Gracias mami, no sabes cuánto te he extrañado, cuanto soñaba con que me recordaras y que me llamaras hijo.

—Mi pequeño bebé, lo siento tanto, odio no poder recordar nada, pero estoy segura de que eres mi hijo.

Ambos se abrazaron con fuerza, mientras el pequeño hombrecito dejaba caer las lágrimas que por tanto tiempo había venido conteniendo.

—No llores mi amor. Mami estará contigo y no volverá a olvidarte. Te lo prometo.

Ambos se quedaron abrazados por mucho tiempo, Alex estaba sentado en las piernas de su madre como siempre lo había soñado, ¿qué le depararía el destino?, no lo sabía, pero no cambiaría por nada esta noche, la noche en la que se reencontró con su querida madre.

Valentino suspiro emocionado al verlos juntos, su familia estaba reunida, la mujer que más había amado en este mundo estaba a su lado y un hijo que jamás había imaginado que existiera los había reunido.

Los abrazó a los dos y se dejó llevar por la emoción, cuanto le hubiera gustado que sus pequeñas hijas también estuvieran ahí, pero eso era un tema que debía resolver más tarde, sospechaba de Maritza, pero necesitaba pruebas, Luana jamás mentiría sobre el daño que su esposa le había causado.

Finalmente, el niño se despidió y salió de la habitación, emocionado y asustado porque no sabía que pasaría al día siguiente, ¿su mamá lo recordaría? O seguiría siendo su ahijado.

—Quiero saber que paso realmente —pregunto Luana muy triste.

—Yo también quiero saberlo cariño. Mientras tanto, mañana tengo una cita con el doctor Avalos.

—¿Doctor Avalos? ¿Quién es él?

—Es tu doctor, es el psiquiatra que te atiende desde hace ocho años.

—¿Un psiquiatra?, ¿estoy loca?

—No cariño, no estás loca, pero si padeces de un trastorno psiquiátrico, no sé mucho al respecto, pero mañana me informaré, tengo cita con este médico para que me explique tu caso y cómo podemos ayudarte, para que recuerdes todo.

—¿Por qué no sabes lo que me pasa?, ¿es que no estamos juntos?

—Cariño, no quiero hablar al respecto, solo quiero que sepas que nunca deje de amarte y que esta vez no me alejaré de ti aun cuando tú me pidas que me vaya.

—Yo te dejé, ¿no es cierto?

Valentino, bajo la mirada, no quería que ella supiera el dolor que le había causado con su decisión, el mismo aún no entendía lo que sucedió ese año, tenía una ligera sospecha y se ataba a esa duda para creer que la intención de ella jamás fue abandonarlo.

—¿Te parece si hablamos sobre eso, cuando regrese de hablar con el doctor?

—Okey, esperaré hasta mañana.

Valentino la miro con tristeza, no sabía si mañana lo recordaría o si lo aceptaría como ahora, pero más pena le daba pensar que tal vez ni recordaría a su pequeño hijo.

—Amor ¿tienes hambre? ¿Te traigo algo para cenar?

—No, solo quiero dormir, me duele mucho la cabeza.

—Luana, no seas niña, debes alimentarte, por Alex; tienes que estar fuerte porque debemos enfrentar muchas cosas, ¿quieres que te prepare algo?, ¿sopa?, ¿pasta?

—Siempre me has engreído, soy para ti como una bebé. Por eso te amo tanto.

—No te vayas por la tangente y dime que quieres comer

—¿Una sopa de leche?, ¿puede ser?

—Claro amor, lo que tú quieras. ¿Me acompañas?, o ¿te quedas en la cama?

—Alcánzame mis pantuflas, voy contigo a la cocina. ¿Alex aún estará despierto? Llámalo para que coma con nosotros, ¿sí?

—Está bien pequeña, vamos a buscarlo y luego a la cocina.

Valentino se levantó y fue a buscar las pantuflas de Luana, se las puso en los pies cariñosamente, y la ayudo a levantarse, caminaron hacia la puerta ella iba agarrada de su brazo, cuando el sintió un tirón y luego que las manos de Luana se soltaban y caía irremediablemente contra el piso, sus reflejos fueron rápidos y logro poner sus manos en su cabeza para que no se la golpeara, los ojos de la chica estaban cerrados mientras sus parpados se movían como en una especie de tic, su cuerpo empezó a convulsionar mientras se ponía rígido por momentos.

—Carmen, Nicolás, —Grito llamándolos. Era su primera vez atendiendo la crisis y estaba sumamente asustado.

Carmen y Nicolás entraron de inmediato.

—Nico ayúdame a llevarla a la cama.

—No, aún no, deja que termine, no la muevas —Dijo Carmen tranquilamente, como alguien que ya había pasado por eso infinidad de veces.

—¿Está segura?

—Solo sostén su cabeza para que no se golpee, ya va a pasar.

—¿Tienes la seguridad de que no es un ataque epiléptico?




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